domingo, 29 de octubre de 2023

ATAHUALPA

 

El último Inca se convertiría en el primer ajedrecista del Nuevo Mundo y en el primer quiteño en aprender a jugarlo. 

El escritor y político ecuatoriano Manuel BenjamÍn Carrión Mora, era un enamorado del ajedrez.  Como ya conocemos, su pasión por el juego era inigualable.   En 1934 escribió su novela "Atahuallpa" en la que contrasta su posición de la conformación de una identidad ecuatoriana, "el cuento de la patria" con otras visiones comúnmente aceptadas.
 
Hasta tanto, se imponía la visión de la ecuatorianidad estaba configurada en las muertes de Santa Mariana de Jesús y de Gabriel García Moreno y en la Consagración del Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús.
 
Es decir, Ecuador nacería fruto de la muerte fundacional de dos personas: con el sacrificio de García Moreno luchando contra la corrupción y los males sociales, así como con el ofrecimiento voluntario de Mariana de Jesús para que paren las maldiciones naturales (terremotos) en la Real Audiencia de Quito.

Una vez separado el Estado de la Iglesia, la Consagración al Corazón de Jesús fue abolida por la Revolución Liberal (1895-1912) y para ello Carrión  se valió de la muerte de Atahualpa como el último gran Inca que unificó el imperio y cuyo prematuro fin conformaría un nuevo comienzo. 
 
"Tanta polémica se justifica más que por la insuficiencia de datos fidedignos, por el inveterado vicio de escribir la historia como una coartada para encubrir atropellos y crímenes, para cohonestar despojos y raterías. Más es lo que se ha callado y ocultado que lo que se ha dicho.
Y se justifica también, sobre todo, porque el episodio de Cajamarca resume el proceso y lleva implícita una connotación valorativa, un peso emocional, una significación simbólica que tiene mucho que ver con la construcción de nuestro propio yo histórico, con la aceptación de nuestra identidad como pueblo entre los pueblos."
Benjamín Carrión Mora, "Atahhuallpa"

Plumilla de Luis Mideros Almeida - 1953
FOTOGRAFIA: SERGIO COELLAR MIDEROS, DICIEMBRE 2014
  

 

La novela se basa en los sucesos históricos de la conquista del norte del Tahuantinsuyo, especialmente enfocándose en lo que sería el territorio del actual Ecuador y tiene como objetivo dar un origen mítico a la ciudad de Quito. La historia se desarrolla en dieciocho capítulos y alterna entre la historia de los incas y la historia de los españoles. En cuanto a la primera, narra la historia glorificando el pasado indígena y en cuanto a lo segundo narra la historia de la conquista como una gran gesta española. De esta manera Carrión intenta representar positivamente tanto el pasado indígena como español, en una novela dedicada a una ciudad mestiza (Quito) (wiki)

 

http://www.lacolecciondepapa.com/2014/11/incas-y-espanoles.html

A continuación se transcriben unos párrafos de la obra en la que Benjamín Carrión relata el cautiverio y muerte de Atahualpa y la afición del Inca al ajedrez.
 

( Caxamarca)

 

"Se halla ya bajo el sol. Las Huestes de Atahuallpa comienzan a movilizarse hacia Caxamarca. Delante van los criados que limpian la vía de piedras y de armas. Luego, los cantores y los danzarines, con su ritmo monótono. En medio de los sinches, los apus, los auquis, los amautas --cuyos ornamentos de plumas y metales relucían al sol--, va la litera imperial, hecha toda de oro, "que pesó un kintal de oro", llevada en los hombros por diez y seis apus del ayllu imperial. Sobre ella Atahuallpa Inca, orgullosamente desarmado, se dirige a su ciudad, a recibir el homenaje de los extranjeros. Su perspicacia de águila --acaso oscurecida por su orgullo de triunfador reciente-- no descubrió que aquel pequeño grupo de extraños, recibido por merced en sus dominios, le atacaría y le haría prisionero en medio de los suyos.
 
El hijo del Sol llego a la plaza de su buena ciudad de Caxamarca, cuyas puertas estrechas le fueron abiertas. Con el emperador entraron los indios de su Séquito inmediato: de cinco a seis mil. Fuera quedó el resto conforme iban llegando. La plaza estaba solitaria de españoles.

-¿Dónde están los extranjeros? Preguntó a los que iban cerca.

Y como respuesta, Vicente de Valverde, fraile dominico, capellán del grupo aventurero, "un inquieto, desasosegado o deshonesto clérigo" --como le llama Oviedo-- se avanzó hasta el inca con el Cristo y la Biblia, acompañado de Felipillo, el taimado indio intérprete. Le habló sobre el dios Uno y Trino, sobre la pasión y muerte de Jesús; exhorto --requirió, como llamaban los inquisidores-- al hijo del Sol, descendiente de Manco y Viracocha, a que adjure su "salvaje idolatría" y abrace la religión cristiana, sola verdadera. Díjole del poder inmenso del soberano español, al que Atahuallpa debía vasallaje, porque el Papa, sucesor de San Pedro, le había regalado todas las tierras de los indios, del uno al otro mar. Fueron tales las inoportunidades del discurso clerical de Caxamarca que, según un historiador insospechable, un obispo católico --González Suárez-- dicha conducta tenía "mucho de ridículo si no fuese por demás absurda y criminal".

Brillaron de soberbia magnífica los ojos de Atahuallpa, y con desprecio respondió al fraile siniestro, inhábil y fatal: "Yo soy el primero de los reyes del mundo y a ninguno debo acatamiento; tu rey debe ser grande, porque ha enviado criados suyos hasta aquí, pasando sobre el mar: por esto lo trataré como a un hermano. Quién es ese otro rey o dios de que me hablas, que ha regalado al tuyo tierras que no le pertenecen, porque son mías? El Tahuantin-suyu es mio y nada más que mío. Me parece un absurdo que me hables de ese dios tuyo, al que los hombres creados por él han asesinado. Yo no adoro a un muerto. Mi dios el Sol, vive y hace vivir a los hombres, los animales y las plantas. Si él muriera, todos moriríamos con él, así como cuando él duerme todos dormimos también. Finalmente -agregó Atahuallpa-- ¿con qué autoridad te atreves a decirme las cosas insensatas que mes has dicho?.

- Con la que meda este libro, respondió el fraile, y presentó la Biblia al inca, quien "no acertando a abrirle, el religiosos extendió los brazos para abrirlo, y Atahuallpa con gran desdén le dio un golpe en el brazo, no queriendo que lo abriese; y porfiando él mismo por abrirle, lo abrió; y no maravillándose de las letras ni el papel, lo arrojó cinco o seis pasos de sí", narra Xerex.

El fraile, horrorizado, corrió a Pizarro y díjole: "¿No véis lo que pasa? ¿Para qué estáis en comedimientos y requerimientos con este perro lleno de soberbia, que vienen los campos llenos de indios? Salid, que yo os absuelvo".

Dio la señal Pizarro. Sonaron mosquetes y arcabuces. Un descomunal estrépito de guerra. El gobernador --él mismo y solo-- llegó hasta la tierra del inca y lo hizo preso. Ante la furia de los españoles, que querían hacer el triste mérito de ultrajar personalmente al inca, se alzó la voz --verdaderamente española en ese duro instante-- de Francisco Pizarro: "El que estime en algo su vida, que se guarde de tocar al indio".

Se desarrolló luego una fiebre de matanza. Los indios pugnaban por huir, como rebaños de corderos acosados por perros. Y no hallando salida bastante, derribaron a fuerza de hombros uno de los muros de la plaza, que daba sobre el campo... Centenares de indios muertos. Un barato héroe español, Estete --probablemente el mismo cronista de este nombre-- arranco el llauto imperial de la cabeza del inca del Tanhuantin-suyu. Y la única sangre española vertida en esa jornada oscura y brutal fue la del gobernador don Francisco Pizarro, quien recibió un mandoble por proteger con su cuerpo el cuerpo del hijo del Sol.

Cumplió el señor marqués don Francisco Pizarro con su deseo de que el inca del Tahuantin-suyu, el emperador del Perú, le aceptara su invitación a cenar, el mismo día.
 
Allí está, a su merced, indiferente y silencioso, Atahuallpa Inca. Su único comentario a los terribles acontecimientos del día, ha sido éste, dirigiéndose al capitán Hernando Pizarro: "Maizabilica ha mentido". Con gesto altivo rechazó los consuelos hipócritas del gobernador "diciendo que era uso de guerra o ser vencido". No rehuye, porque cree merecerlas, las atenciones solícitas que le prodiga su hospedador. Come de buen grado, sin desconfianza, la comida enemiga. Bebe la bebida extranjera.

Hernando Pizarro, hidalgo fanfarrón, pero sabedor de los usos de la cortesanía reclama para el inca un trato correspondiente a su alto rango. El marqués ordena que se le dispongan las mejores habitaciones de "la casa de la serpiente", aposento real de Caxamarca; y se reserva para sí --a fin de velar al prisionero-- una pieza contigua. Hace decir a los allegados de Atahuallpa que pueden acompañarlo, y dispone que sigan al servicio de la mesa y de la cama del inca todas sus numerosas concubinas.

Afuera el espectáculo era desolador. Los alertas monótonos de los centinelas, que a cada paso que daban tropezaban con cadáveres de indios. Las preces fatídicas de los frailes. Y en los campos, por los caminos, la fuga medrosa, agazapada de los indios desconcertados, que nada comprendían, que acaso hacían subconsciente resistencia para comprender.

Al amanecer, el primer cuidado de Pizarro fue enviar una escolta a registrar los baños de Cónoc, residencia de Atahuallpa; "que era maravilla de ver tantas vasijas de plata y de oro como en aquel real había, y muy buenas, y muchas tiendas, y otras ropas y cosas de valor, que más de sesenta mil pesos de oro valía solo la vajilla de oro que Atahuallpa traía, y más de cinco mil mujeres a los españoles se vinieron, de su buena gana, de las que en el real andaban", dice Zárate. "Cinco mil mujeres, que aunque tristes y desamparadas, holgaron con los cristianos", comenta Gómara.

Pero la vida impone sus imperativos de rutina en Caxamarca, después de la masacre. Los pobladores --por mandato del inca-- vuelven a sus labores ordinarias. Una coexistencia familiar se establece entre españoles y nativos. No hay resistencia ni hostilidad visibles para los intrusos: los indios les ofrecen un servicio indolente, racionalizado; y las indias sus caricias procreadoras y sin besos.

La perspicacia aguda de Atahuallpa no penetra su extraña situasión. No sabe si estos hombres son amigos, pues lo han aprisionado; ni concibe que sean sus enemigos, pues que no lo matan. Su estructura religiosa ha canalizado en una sola dirección ascendente --que termina en el sol-- su concepción del mundo. No tiene para las cosas otra explicación que la teísta. Toda torcedura en el camino recto de sus pensamientos, lo desconcierta; pero no sabiendo la protesta para lo imprevisto, se resigna y calla.

Las relaciones entre españoles y nativos tienen una calma animal y vegetal. De entre las pallas hermanas del inca, Pizarro ha escogido su mujer: se llama Intip-Cusi --servidora del sol-- y es maciza de carnes, de color de barro cocido y amplitudes de cántara. Se llamará en adelante doña Inés, para servicio del machu capitu. Gonzalo y Juan --los dos menores de la dinastía-- escogen sus mujeres entre las ñustas más apetitosas; entran en la familia del inca. Los demás, se entregan a lo hancho de sus inclinaciones: Alcón y los más mozos persiguen a las indias zahareñas, de difícil sonrisa y de cópula fácil. Riquelme y los frailes hacen averiguación de la riqueza. Pedro de Candia descubre las maravillas de la chicha. Valverde, poseído de furor místico --no evangelizador como el de Motolinía o Gante-- dice a los pobres indios abandonados del Sol, el lado trágico de la leyenda cristiana. Y en nombre del Cristo de los azotes y de la crucifixión --no de las Bodas de Caná ni el Sermón de la Montaña-- bautiza, bautiza, bautiza.

Soto y Hernando Pizarro se han dedicado, con hidalguía española, a hacer menos dura la vida del inca. Ayudados del Martinillo, han enseñado al indio inteligente un vocabulario castellano suficiente para la comunicación cotidiana. El inca inicia a los capitanes en la vida --para ellos extraña por lo igual y justiciera-- de este pueblo distinto de la España individualista y feudal, que es todo su mundo. Soto y Pizarro sienten la superioridad moral de estos "salvajes" que viven la religión del sol y del trabajo; que aman el aseo y los beneficios del agua; que quieren entrañablemente a su tierra; porque es realmente de ellos.

Hernando Pizarro y Soto entretienen al inca con narraciones caballerescas de Flandes, de Castilla, de Italia. El inca trata de comprender a estas extrañas gentes para las cuales, en veces, el engaño es virtud y en otras se debe pagar con la muerte. Le interesa el duelo, como cosa monstruosa; y se hace repetir explicaciones sobre lo que los españoles llaman "el honor".

Soto, los Pizarros, los demás capitanes y los frailes, enseñan a Atahuallpa los juegos que practican cuando están en campaña: cartas, ajedrez, dominó. El ajedrez sobre todo, lo apasiona. A los pocos meses es más fuerte que sus maestros.

En la familiaridad cotidiana, Atahuallpa ha comprendido que a estos extranjeros les gusta --más que las bellas y buenas cosas como la lana, las llamas, el maíz-- el oro, el cori con que se hacen los vasos para la chicha de los incas, los adornos para las pallas y las ñustas. En ello ve el inca una posibilidad de salvación. Les habla del oro de sus aposentos, del de los templos, del de las casas de las Virgenes del Sol. Atahuallpa goza al ver cómo se incendian de codicia los ojos de estos hombres y entonces, con toda naturalidad dice a Francisco Pizarro, que a cambio de su libertad "...daría de oro una sala que tiene veinte y dos pies de largo y diez y siete de ancho, llena hasta una raya blanca que está a la mitad del altor de la sala, que será lo que dijo de altura de estado y medio, y dijo que hasta allí henchiría la sala de diversas piezas de oro, cántaros, ollas y tejuelos, y otras piezas, y que de plata daría todo aquel bohío dos veces lleno y que esto cumplirá dentro de dos meses".

Pizarro, alarmado por las dimensiones de los aposentos y poco capaz de calcular la probable cuantía de la fabulosa promesa, desconfió de ella. Pero pudo más su espíritu de tahúr de soldado de tercios, cuyo dios es el albur: aceptó gallardamente el envite del inca, como quien compromete su escarcela en un garito, a la primera carta.

Para complementar su ofrecimiento, y abrumar de oro y riqueza a sus aprisionadores, el inca les insinúa un viaje a Pacha-Cámac, en la tierra yunga, donde se halla el templo del dios mayor de los hombres del litoral, en el cual los de su estirpe nunca han creído completamente y solamente aceptado para contribuir con el respeto a las divinidades de las regiones, a la unificación del Tahuantin-suyu. Les dice que allí se encuentra mucho oro de adornos y de ofrendas; y como garantía de veracidad, envía un mensajero para que llame a su presencia al curaca y al sacerdote del templo, con el objeto de que éstos acompañen a los españoles que deban ir en pos de los tesoros. Cuando llegaron el sacerdote y el curaca, Atahuallpa se dirigió a los españoles y señalándoles al sacerdote, dijo: "El dios Pacha-Cámac de éste no es dios, porque es mentiroso: habéis de saber que, cuando mi padre Huayna-Capac estuvo enfermo en Quito, le mandó preguntar qué debía hacer para sanarse, y respondió que lo sacaran al sol; lo sacamos y murió. Huáscar, mi hermano, le preguntó si triunfaría en la guerra que traíamos los dos; dijo que sí y triunfé yo. Cuando llegásteis vosotros, le consulté y me aseguró que os vencería yo, y me vencísteis vosotros... Dios que miente no es dios!!!" González Suárez lo cuenta.

El gobernador envió con un grupo de soldados a su hermano Hernando. Le instruyó para que, al mismo tiempo que iba a recoger los tesoros indagara sobre el estado de ánimo de los indios y si había preparativos de sublevación. Hernando partió, y tras un largo viaje lleno de peripecias, volvió a Caxamarca, cargado de oro un rebaño de llamas y forradas de oro las patas de los caballos, para la larga marcha... Venía también con él Chalcuchima, uno de los más ilustres generales de Atahuallpa, vencedor de Huáscar. El viejo sinche, viendo al extraño acompañado por indígenas del cortejo del inca, no vaciló en ir con Pizarro hasta donde se encuentre su señor.

Al llegar a Caxamarca, Hernando dio rápida cuenta de su viaje al marqués. Afirmó que ni en pueblos ni caminos existían conspiraciones. Que había sido bien recibido por los indios, y que el gran sinche Chalcuchima estaba allí, sumiso y obediente, esperando la merced de ver de nuevo a su rey prisionero.

Fue emocionante y dramática la entrevista de Atahuallpa y Chalcuchima. Entró el sinche inclinado por el peso ritual; la emoción le hacía temblar las rodillas. Al ver al inca preso, se le cayeron las lágrimas. "Estos de Caxamarca no supieron defenderle --le dijo--; si yo hubiera estado aquí con los puruhás y los caranquis, esto no habría sucedido". El inca sonrió.

Durante el viaje de Hernando Pizarro a Pacha-Cámac, una conspiración de codicia, miedo y desconfianza cercaba al prisionero. Se hizo correr el rumor de que en Guamachucho se reunían sigilosamente los indios --espontáneamente o por orden de Atahuallpa-- para atacar a los españoles y libertar al inca. Pizarro se lo dijo a Atahuallpa. Y la respuesta del inca fue sarcástica: "¿me crees tan necio que estando en tu poder y pudiendo tú matarme al menor intento de rebeldía, ordene yo levantamiento? Están, además, casi llenas las salas con el oro del rescate: tengo confianza en que sabreís cumplir vuestra palabra. Pronto seré libre y amigo y aliado de vosotros". Como prenda de su veracidad, propone el envío de una escolta española hasta el Cuzco --que recorrería la mayor parte del Tahuantin-suyu-- para que se convenzan todos de que no existe ninguna rebeldía y además para que traigan el oro que más puedan de la ciudad sagrada.

Aceptó Pizarro --los ojos encandilados por el reflejo supremo del oro del Cuzco-- y envió un grupo de soldados, con Hernando de Soto, Pedro del Barco y el notario real a la cabeza. Días de andar. Y en un de ellos, ya cerca de Jauja, encontraron una escolta de indios que llevaba preso a Huáscar. Habló Soto con él. Y comprendió que si otro emisario llevaba hasta Pizarro las quejas del inca legítimo, la suerte de su amigo el prisionero de Caxamarca se haría aún más delicada. Resolvió regresar y dar cuenta a Pizarro de que, hasta Jauja, no había trazas de rebeldías; que había encontrado a Huáscar, que hacía grandes ofertas a los españoles a cambio de su libertad; pero que todo el imperio estaba completamente del lado de Atahuallpa, y sólo a él reconocían como señor verdadero.

Mientras estos viajes, en Caxamarca había sobrevenido un hecho capital, que variaba la fisonomía de la aventura: la llegada de don Diego de Almagro --14 de abril, "víspera de Pascua Florida" -- desde Panamá, con refuerzos de hombres y de caballos. El encuentro de los dos capitanes tuvo una apariencia cordial, pero el fondo era muy otro. Pizarro sabía que Almagro venía a reclamar su parte en el botín, de acuerdo con el contrato tripartito entre ellos dos y Luque --que para entonces había muerto ya--; pero ni él, ni menos sus hombres --autores de heroicidad de Caxamarca-- estaban dispuestos a admitir igualdad semejante. La priemra guerra civil de la América española había surgido.

La víctima de esa guerra se señalaba claramente: Atahuallpa. El oro del rescate llegaba a todos los rumbos del Tahuantin-suyu; los aposentos señalados por el inca estaban ya casi repletos. El momento de las sangre era anunciado por el oro. El ojo de águila del inca descubrió que la llegada del "tuerto" le era fatal. En efecto, Almagro y los suyos --secundados por el alma negra de Riquelme-- conspiran contra Atahuallpa, con el fin de anticipar el reparto del oro del rescate --en el cual presumían que no se les iba a dar igual porción que a Pizarró y a los suyos-- con el fin de seguir, libres de la inquietud de la guarda del inca, la conquista hasta el Cuzco, donde les esperaba a ellos --mas frescos y menos gastados-- un porvenir de hazañas y de oro.

Valverde y los frailes conspiraban también, hipócritamente. El dominico no podía perdonar a Atahuallpa su actitud despectiva en Caxamarca y la repulsión que siempre demostrara a su contacto y a sus pláticas. No podía perdonarle su regalo y sus mujeres, él, que se veía obligado a sostener ante los soldados, la farsa lacerante de su castidad.

Conspiraba el taimado intérprete Felipillo, hechura de Valverde, su confidente inseparable. Felipillo era de Túmbez y se había criado en su ambiente de devoción por Huáscar. Detestaba lo quitu. Y malgrado su cristianismo de pega, sentía una subconsciente reminisencia totémica por Pacha-Cámac, el dios de los yungas; por eso, la dureza de Atahuallpa para con el sacerdote del ídolo y el apoyo dado a la expedición de Hernando Pizarro, le hicieron agravar el odio tradicional que sentía hacia el descendiente de los caras. Sabiéndose, pues, apoyado por los españoles, que lo necesitaban, se dedicó a hacer lo más penosa posible la vida de Atahuallpa, con intrigas y espionajes inmundos. Alcahueteó a los españoles con las concubinas del inca y, para colmo de ultrajes, sedujo y violó a una de ellas. Informado el inca, protesto ante Pizarro. El viejo aventurero se rio... Pero Filipillo supo que Atahuallpa reclamaba su cabeza, y temeroso de que los españoles --cuya versatilidad conocía-- cambiaran de parecer y resolvieran complacer al cautivo, decidió acelerar su campaña contra él.

Las exigencias de Riquelme y Almagro, sobre el reparto del rescate, quebrantaron la resistencia del señor gobernador; y se procedió a la gran operación rapaz, premio mayor de la aventura. Para poder hacer más fácil y más igual el reparto, se dispuso a fundir las piezas de metal, los vasos maravillosos, las cántaras, los ídolos. "Veinte y siete cargas de oro y dos mil marcos de plata", de Pacha-Cámac; "ciento y setenta y ocho cargas de oro, y son las cargas de paligueros que las traen cuatro indios", desde el Cuzco... además de los aposentos rebosantes. Se reservó algunas piezas --espigas de maíz de oro, fuentes con aves del mismo metal-- para enviarlas al emperador de Madrid. La litera de oro le tocó al gobernador don Francisco. El resto del tesoro -- el botín de guerra más grande de que se tenía hasta entonces memoria-- fue repartido a sones de pregón muy cuidadosamente, después de deducir el quinto real.

Ya se encontraban en poder de los tesoros soñados los aventureros españoles. Pero la ilusión del oro fue penosa para ellos. Allí aprendieron el mito de Creso y supieron --sin comprenderlo-- que se puede ser pobre, carecer de lo indispensable, teniendo las manos enterradas en el oro engañoso y convencional. Soto debió pagar, entre grandes juramentos de rabia, una libra de oro por una hoja de papel para escribir a su madre. Pedro de Candia estuvo a punto de matar a un soldado de Almagro --de los recién venidos-- que le exige cincuenta pesos de oro por un par botas...".
Carrión Mora, Benjamín. "Atahuallpa", Colección "LunaTierna" 1ª edición: México, 1934.


http://www.lacolecciondepapa.com/2020/03/ruy-lopez-y-una-artesania-peruana.html
 

 

Sergio Ernesto Negri, en una nota para la Revista española Jot Down, comenta::



"La votación fue trece a once. Un tribunal para nada independiente, por cierto, decidió su ejecución. De haber cambiado de opinión uno de los votantes que lo condenaron, hubiera significado la supervivencia del inca Atahualpa. Y esa decisión, a cara o cruz, fue la que en definitiva adoptó el tesorero oficial real Alonso de Riquelme, alguien enemistado con el soberano a causa de una partida de ajedrez…
 
El emperador era lo suficientemente perspicaz como para aprender solo por el ejercicio de observación un juego que era tan ajeno a su cultura. Y eso que esa práctica, entendida como simulación de guerra, era una actividad que el inca no pareciera haber dominado. En efecto, le demandó trece batallas obtener su cargo para, poco después, terminar siendo dominado por apenas más de ciento cincuenta hombres barbudos venidos de tierras extrañas cuando contaba con un ejército propio que superaba los treinta mil hombres."
 
Para seguir leyendo la nota, por favor acudir al siguiente enlace: https://www.jotdown.es/2022/10/jaque-mate-a-atahualpa-y-al-imperio-inca/ 
 

Retrato de Atahualpa - 1945
Oswaldo Guayasamín

 
Ricardo Palma en "100 tradiciones peruanas", recrea la prisión de  Atahualpa y su afición por el juego, enseñado por sus captores.
 

"LOS INCAS AJEDRECISTAS

I.

ATAHUALPA

Al doctor Evaristo P. Duclos, insigne ajedrecista.

Los moros que durante siete siglos dominaron en España, introdujeron en el país conquistado la afición al juego de ajedrez. Terminada la expulsión de los invasores por la católica reina doña Isabel, era de presumirse que con ellos desaparecerían también todos sus hábitos y distracciones; pero lejos de eso, entre los heroicos capitanes que en Granada aniquilaron el último baluarte del islamismo, había echado hondas raíces el gusto por el tablero de las sesenta y cuatro casillas o escaques, como en heráldica se llaman.

Pronto dejó de ser el ajedrez el juego favorito y exclusivo de los hombres de guerra pues cundió entre las gentes de Iglesia: abades, obispos, canónigo y frailes de campanillas. Así, cuando el descubrimiento y conquista de América fueron realidad gloriosa para España, llegó a ser como patente o pasaporte de cultura social para todo el que al Nuevo Mundo venía investido con cargo de importancia el verle mover piezas en el tablero.

El primer libro que sobre ajedrez se imprimiera en España apareció en el primer cuarto del siglo posterior a la conquista del Perú con el título Invención literal y arte de axedrez, por Ruy López de Segovia, clérigo, vecino de la villa de Zafra, y se imprimió en Alcalá de Henares en 1561. Ruy López, es considerado como fundador de teorías, y a poco de su aparición se tradujo el opúsculo al francés y al italiano.

El librito abundó en Lima hasta 1845, poco más o menos, en que aparecieron ejemplares del Philidor, y era de obligada consulta allá en los días lejanísimos de mi pubertad, así como el Cecinarrica para los jugadores de damas. Hoy no se encuentra en Lima, ni por un ojo de la cara, ejemplar de ninguno de los dos viejísimos textos.

Que muchos de los capitanes que acompañaron a Pizarro en la conquista, así como los gobernadores Vaca de Castro y La Gasca, y los primeros virreyes Núñez de Vela, marqués de Cañete y conde de Nieva, distrajeran sus ocios en las peripecias de una partida, no es cosa que llame la atención desde que el primer arzobispo de Lima fue vicioso en el juego de ajedrez, que hasta llegó a comprometer, por no resistirse a tributarle culto, el prestigio de las armas reales. Según Jiménez de la Espada, cuando la audiencia encomendó a uno de sus oidores y al arzobispo don fray Jerónimo de Loaiza la dirección de la campaña contra el caudillo revolucionario Hernández Girón, la musa popular del campamento realista zahirió la pachorra del hombre de toga y la afición del mitrado al ajedrez con este cantarcillo, pobre en rima, pero rico en verdades:

El uno jugar y el otro dormir,
¡ oh que gentil!
No comer ni apercibir,
¡ oh que gentil!
Uno ronca y otro juega …
¡ y así va la brega!

Los soldados entregados a la inercia en el campamento y desatendidos en la provisión de víveres, principiaban ya a desmoralizarse, y acaso el éxito habría favorecido a los rebeldes si la Audiencia no hubiera tomado el acuerdo de separar al oidor marmota y al arzobispo ajedrecista.

(Nótese que he subrayado la palabra ajedrecista, porque el vocablo, por mucho que sea de uso general, no se encuentra en el Diccionario de la Academia, como tampoco existe en él el de ajedrista, que he leído en un libro del egregio don Juan Valera.)

Se sabe, por tradición, que los capitanes Hernández de Soto, Juan de Rada, Francisco de Chaves, Blas de Atienza y el tesorero Riquelme se congregaban todas las tardes, en Cajamarca, en el departamento que sirvió de prisión al Inca Atahualpa desde el día 15 de noviembre de 1532, en que se efectuó la captura del monarca, hasta la antevíspera de su injustificable sacrificio, realizado el 29 de agosto de 1533.

Allí, para los cinco nombrados y tres o cuatro más que no se mencionan en sucintos y curiosos apuntes (que la vista tuvimos, consignados en rancio manuscrito que existió en la antigua Biblioteca Nacional), funcionaban dos tableros, toscamente pintados, sobre la respectiva mesita de madera. Las piezas eran hechas del mismo barro que empleaban los indígenas para la fabricación de idolillos y demás objetos de alfarería aborigen, que hogaño se extraen de las huacas. Hasta los primeros años de la república no se conocieron en el Perú atrás piezas que las de marfil, que remitían para la venta los comerciantes filipinos.

Honda preocupación abrumaría el espíritu del inca en los dos o tres primeros meses de su cautiverio, pues aunque todas las tardes tomaba asiento junto a Hernando de Soto, su amigo y amparador, no daba señales de haberse dado cuenta de la manera como actuaban las piezas ni de los lances y accidentes del juego. Pero una tarde, en las jugadas finales de una partida empeñada entre Soto y Riquelme, hizo ademán Hernando de movilizar el caballo, y el Inca, tocándole ligeramente en el brazo, le dijo en voz baja:

-No, capitán, no... ¡ El castillo!

La sorpresa fue general. Hernando, después de breves segundos de meditación, puso en juego la torre, como le aconsejara Atahualpa, y pocas jugadas después sufría Riquelme inevitable mate.

Después de aquella tarde, y cediéndole siempre las piezas blancas en muestra de respetuosa cortesía, el capitán don Hernando de Soto invitaba al Inca a jugar una sola partida, y al cabo de un par de meses el discípulo era ya digno del maestro. Jugaba de igual a igual.

Comentábase, en los apuntes a que me he referido, que los otros ajedrecistas españoles, con excepción de Riquelme, invitaron también al Inca; pero éste se excusó siempre de aceptar, diciéndoles por medio del intérprete de Felipillo:

-Yo juego muy poquito y vuesa merced juega mucho.

La tradición popular asegura que el Inca no habría sido condenado a muerte si hubiera permanecido ignorante en el ajedrez. Dice el pueblo que Atahualpa pagó con la vida el mate que por su consejo sufriera Riquelme en memorable tarde. En el famoso consejo de veinticuatro jueces, consejo convocado por Pizarro, se impuso a Atahualpa la pena de muerte por trece votos contra once. Riquelme fue uno de los trece que suscribieron la sentencia.


II Manco Inca
A Jesus Elías y Salas.

Después del injustificable sacrificio de Atahualpa, se encamino Don Francisco Pizarro al Cuzco, en 1534, y para propiciarse el afecto de los cuzqueños, declaro no venir a quitar a sus caciques sus señorios y propiedades, ni a deconocer sus preeminencias , y que castigado ya e Cajamarca , con la muerte , el usurpador asesino del legitimo inca Huascar , se proponía entregar la insignia imperial al Inca Manco, mancebo de dieciocho años ,legitimo heredero de su hermano Huascar. La coronación se efectuó con gran solemnidad, trasladándose luego Pizarro al valle de Jauja, de donde siguió al del Rímac o Pachacamac para hacer la fundación de la capital del futuro virreinato.

No tengo para que historiar los sucesos y causas que motivaron la ruptura de las relaciones entre el Inca y los españoles acaudillados por Juan Pizarro, y a la muerte de éste, por su hermano Hernando. Bástente apuntar que Manco se dio trazas para huir de Cuzco y establecer su gobierno en las altiplanicies

En la contienda entre pizarristas y almagristas, Manco prestó a los últimos algunos servicios y consumada la ruina y victimación de Almagro el Mozo, doce o quince de los vencidos, entre los que se contaban los capitanes Diego Méndez y Gómez Pérez, hallaron refugio al lado del Inca, que había fijado su corte en Vilcapampa.

Méndez, Pérez y cuatro o cinco más de sus compañeros de infortunio se entretenían en el juego de bolos (bochas) y en el del ajedrez. El Inca se aespañoló (verbo de aquel siglo, equivalente a se españolizó) fácilmente, cobrando gran afición y aun destreza en ambos juegos, sobresaliendo como ajedrecista.

Estaba escrito que como al Inca Atahualpa, la afición al ajedrez había de serle fatal al Inca Manco.

Una tarde hallábanse empeñados en una partida el Inca Manco y Gómez Pérez teniendo por mirones a Diego Méndez y a tres caciques Manco hizo una jugada de enroque no consentida por las practicas del juego, y Gómez Pérez le arguyó:

–Es tarde para ese enroque, señor fullero.

No sabemos si el Inca alcanzaría a darse cuenta de la acepción despectiva de la palabreja castellana; pero insistió en defender la que el creía correcta y válida jugada. Gómez Pérez volvió la cara hacia su paisano Diego Méndez, y le dijo:

–¡Mire, capitán, con la que me sale este indio pu....erco!

Aqui cedo la palabra al cronista anónimo cuyo manuscrito, que alcanza hasta la época del virrey Toledo, figura en el tomo VIII de documentos inéditos del archivo de indias: “El Inca alzó entonces la mano y dióle un bofetón al español. Éste metió mano a su daga y le dió dos puñaladas, de las que luego murió. Los indios acudieron a la venganza; e hicieron pedazos a dicho matador y a cuantos españoles en aquella provincia de Vilcapampa estaban”.

Varios cronistas dicen que la querella tuvo lugar en el juego de bolos pero otros afirman que el trágico suceso fue motivado por desacuerdo en una jugada de ajedrez.

La tradición popular entre los cuzqueños, es la que yo relato, apoyándome también en la autoridad del anónimo escritor del siglo XVI."
Palma, Ricardo; “CIEN TRADICIONES PERUANAS ”  Pág. 425-428
 











http://www.lacolecciondepapa.com/2014/12/conquista-de-america-incas-y-espanoles.html

lunes, 23 de octubre de 2023

AUSENCIA, PRESENCIA Y POTENCIA DE LA MUJER EN EL AJEDREZ

 

 



Nota de Ajedrez Latitud Sur

El 18 de octubre de 2023 en la ciudad de Montevideo, República Oriental del Uruguay, se presentó el libro “Ajedrez, arte y cultura”, editado por el Servicio Central de Inclusión y Bienestar Universitario y la “Universidad de la República Uruguay.

Fue compilado por Esteban Jaureguizar, en el que participó Sergio Negri, editor de AJEDREZ LATITUD SUR, junto a los investigadores y escritores Diego Rasskin Gutman, Francisco J. Fernández, Pedro Redondo Reyes, José A. Garzón, Manuel Azuaga Herrera, José Luis Torrego, Mariano García Diez, Jesús Cabaleiro Larrán y Osmar Daniel Santoro.

En ese marco, Negri presentó un trabajo titulado “Ausencia, presencia y potencia de la mujer en el ajedrez», que aquí se comparte en su versión original y en su traducción al idioma inglés. (https://ajedrezlatitudsur.wordpress.com/2023/10/19/ausencia-presencia-y-potencia-de-la-mujer-en-el-ajedrez/)
 
 
Con mucho placer compartimos el trabajo de nuestro querido tocayo al que felicitamos por su fructífera labor.  Leer los trabajos de Sergio Ernesto es adentrarse en la historia del juego que nos apasiona, guiados por un especialista al que reconocemos sólidos y amplios conocimientos  y estricta rigurosidad histórica.  Todo esto acompañado de un estilo que atrapa al lector. 
 

Sergio Ernesto Negri
 
 
 
 
Investigador de la relación del ajedrez con la historia y la cultura, cuenta con múltiples publicaciones en distintos medios del país y del exterior, al tiempo que ha brindado conferencias sobre  los temas de su especialidad en diversos espacios.
Es coautor de sendos libros sobre la historia del ajedrez olímpico y argentino y de otras obras aún nno publicadas sobre el ajedrez y la mujer y el ajedrez y Borges.  Coeditor del sitio Ajedrez Latirud Sur publica regularmente en las revistas digitales españolas Jot Down Cultura y Jort Down Sport, así como en el sitio ChessBase.  Fue asesor de la muestra "Movimientos en Blanco y negro", desarrollada en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Integra el Comité de Historia de la Fide, es maestro Fide de ajedrez, y ha sido subcampeón argentino juvenil y semifinalista del campeonato nacional
 
 
 

"Porque el pasado sigue controlando cómo pensamos, cómo nos comportamos, a través de historias que la gente inventó hace siglos o hace decenas de miles de años. No nos tenemos que deshacer de todas ellas, pero tenemos que entender que son solamente historias inventadas por personas, no las leyes de la naturaleza ni la verdad absoluta. Entonces algunas historias son buenas y es bueno conservarlas, pero muchas de las historias que la gente inventó en el pasado -y todavía le da forma a nuestro comportamiento- son dañinas."

YUVAL NOAH HARARI, historiador y escritor israelí. 
(Entrevista en el sitio Amigos Argentinos de la Universidad Hebrea de Jerusalén
(https://huji.org.ar/), 20 de octubre de 2022).

Palabras iniciales


La participación de la mujer en el ajedrez, desde la perspectiva de la actualidad, tiene como rémora tiempos previos, incluso hasta bien entrado el siglo XX en los que, debido al predominio de los varones en este campo, ellas eran vistas, en el mejor de los casos, con cierta indiferencia. Es que su presencia en los torneos internacionales de fuste y en los propios círculos ajedrecísticos fue poco menos que marginal.

Pero, no siempre había sido así. Además, no hay ningún motivo de fondo para que ello sea así. Es más, en la Edad Media, en la que el juego hizo su acto de aparición siendo una actividad prototípica en las cortes europeas, las mujeres lo practicaban con fruición como pasatiempo, constituyendo el ajedrez, asimismo, un espacio apropiado para la socialización e interrelación entre personas de ambos sexos.

En la Edad Moderna, se verá, en cambio, al fenómeno de su creciente marginalización, que sólo comenzará a revertirse a partir de finales del siglo XIX, muy tímidamente primero, con más enjundia a partir del XX y hoy, como un asunto absolutamente relevante.

Con todo, el horizonte de equidad está lejos de alcanzarse. Por otra parte, con el fortalecimiento de una mirada que pone el acento en los géneros, con nuevas variantes de la sexualidad, quizá estemos entrando en un escenario de mayor complejidad, donde la problemática de la mujer en su vínculo con el ajedrez deje de ser un asunto per se o al menos el único al que prestar especial atención, dada la dilución de los tradicionales esquemas binarios en el marco de la fluidez de los géneros.

En todo caso, en este trabajo procuraremos hacer algo de historia sobre esta cuestión, aunque, por razones de extensión, sólo aportaremos algunas claves para un análisis más omnicomprensivo. Siguiendo las palabras de Yuval Noah Harari del epígrafe, aunque se haga aquí algo de historia, admitimos que entraremos en el terreno de la invención. Y, siguiendo su consejo, procuraremos no hacer daño. Por el contrario, creemos que, al elegir este tema, ingresamos de lleno en el plano del reconocimiento del rol femenino en el ajedrez, habida cuenta de que no existe ─así lo pensamos─ impedimento alguno para que la mujer formen parte del universo del ajedrez en idénticas condiciones que lo sucedido en cuanto a los varones.

Presencia femenina en las leyendas del ajedrez


El ajedrez nació por evolución desde versiones previas de diversos juegos surgidos en Oriente, lo que seguramente ocurrió en algún momento de la Ruta de la Seda en un tiempo indeterminado. El momento exacto de su origen queda inevitablemente oscurecido en la niebla de los tiempos, por lo que suele acudirse a leyendas acerca de su invención. Y, en algunas de ellas, se advierte presencia femenina.

En efecto, acudiendo a la figura de la Mater Dolorosa, ésta ha imaginado a una reina india muy apenada por la muerte de uno de sus hijos en un enfrentamiento con su hermano. Se le ofreció el ajedrez para representar la batalla pensando que, de ese modo, descubriría que no hubo fratricidio y encontraría el debido consuelo.
1

En el relato del origen del ajedrez birmano, el historiador inglés Harold James Ruthven Murray (1868-1955) indica que habría sido inventado por una antigua reina con el propósito de entretener a su marido, el rey, para mantenerlo en su mejor forma y alejarlo sabiamente de los peligros de las guerras reales. Otra vez, la mujer muy presente. En aquella historia, como sufriente; ahora, en tanto protectora.

El lingüista escocés Duncan Forbes (1798-1868) menciona sendas poderosas reinas orientales que pudieron haber sido paradigmas para la aparición ulterior de la pieza respectiva: Semíramis, que según el mito fue soberana de Asiria (en épocas tan contradictorias y distantes como los siglos XXI y IX a.C.) y Zenobia de Palmira (siglo III a.C.).

Cuando se intenta hurgar en el pasado tratando de descubrir otros nexos el ajedrez con figuras femeninas, se suele apelar a una sugestiva imagen que tiene como protagonista a la reina egipcia Nefertari (siglo XIII a.C.), "Gran esposa real" del faraón Ramsés II, en la que se la ve practicando un juego de mesa que incluye figuras con formas figuradas. Se trata del senet antecedente en cierta medida de todos los juegos de tablero ulteriores, que poseía un gran sentido metafísico al estar asociado con el tránsito escatológico.

Figura 1.
Nefertari jugando al senet.
Tumba de Nefertari en el Valle de las Reinas, Luxor, Egipto, pared sur.
(Fuente: http://amigosdelantiguoegipto.com/)


Otro relato ficticio indica que la emperatriz Irene de Bizancio o Atenas (752-803) le regaló un juego a Carlomagno (c. 742-814), que incluía una pieza de la reina con movilidad ampliada. El emperador franco, asustado por ello, no aceptó el convite de realizar esponsales para unir los Imperios de Occidente y Oriente.

En otro hecho, en este caso verídico, que tuvo a la emperatriz como protagonista, se aprecia en una carta dirigida al califa Harun al-Raschid Ibn Mahdi (765-809) por parte de Nicéforo I (765-811), sucesor de Irene en el trono, quien le cuenta: "La emperatriz, cuyo lugar he ocupado yo, os consideraba una torre y a sí misma como simple peón, por lo que se sometió a pagaros un tributo doble del que debería haberte sacado de vos".

En la clásica historia sobre la bella princesa Dilaram, atribuido al ajedrecista árabe al-Lajlaj (900-970), se habla de la favorita de un visir que presencia una partida de shatranj (versión antigua del ajedrez), en la que su esposo había decidido, como era usual en aquellos tiempos, apostarla en caso de derrota. Al advertir el peligro que corría su amado en la partida, ésta le recomienda en señal de socorro "Sacrifica tus dos torres, y no a mí", una secuencia de juego con la que se impone el compulsivo apostador quien, de este modo, conservó la dignidad del triunfo y a su preferida.
2

Figura 2.
Recreación de la leyenda de Dilaram, obra de la artista rusa Ludmila Gavrilova.
(Fuente: https://artgavrilova.ru)

 
Adscribe a esta taxonomía legendaria sobre el sabio consejo femenino el caso de la reina Isabel I de Castilla, "la Católica", (1451-1504) quien le indica al rey Fernando V de Castilla y II de Aragón (1452-1516) cómo derrotar elegantemente en una partida al almirante Fonseca. Se gana la soberana, entonces, el favor del monarca, quien termina a aceptando otro consejo, uno que marcaba a su país rumbo de navegación hacia el oeste, para llegar supuestamente a las Indias. Así, gracias al ajedrez y a la Reina, se descubrirá América.

En xiangqi chino, antecedente o al menos primo hermano del ajedrez de tono milenario, mucho antes se podía apelar al Shuo Yuan ("Jardín de las historias"), un texto que se cree fue presentado al rey Liu Xiang (77-6 a.C.), en el que se incluye la siguiente referencia: "Meng Changjun jugó al xiangqi y bailó con la señora Zheng".

El juego, y a esa señora, también se los mencionan en otro registro antiguo, el Shi Ji, en el que Yong Men Zhou, del reino Qi, expresa a Meng, su circunstancial interlocutor: "¿Cómo puedes estar triste mientras juegas xiangqi y bailas con la señora Zheng?"; y, como de tiempos de guerra, agrega: "Tanto los reinos de Zhou como los de Qin se expanden a diestra y siniestra. Independientemente de quien gane, la tierra de Xue estará condenada. ¿Y estás con ganas de al xiangqi y bailar?". Ajedrez, baile y buena compañía femenina parece que estabnr estado contraindicados, en tiempos en los que había otras prioridades que se debía atender desde el poder.

Mujeres como diosas, diablos y en culto mariano


Se dice que el filósofo griego Pitágoras (571-495 a.C.) afirmó: "Existe un principio bueno que ha creado el orden, la luz y el hombre, y un principio malo que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer". Con la influencia griega en la cultura occidental, esta clase de conceptos, que asociaban el pecado, lo diabólico y lo prohibido con la figura femenina, ejercerían una influencia ulterior importante.

Por eso, no habría de extrañarse de que, al formularse en tiempos modernos
3 una leyenda que tenía como centro al gran ajedrecista Paolo Boi (1528-1598), quien se lo presenta en el flanco de una iglesia de Calabria una mañana del año 1570 enfrentándose al mismísimo diablo, éste fuera recreado con ropajes femeninos4.

Figura 3.
Paolo Boi contra el diablo (vestido de mujer).
Dibujo de V. Barthe, 1936, Les Cahiers de l'echiquier français.
(Fuente: https://fr.wikipedia.org/)

Si la mujer podía ser el demonio, también cabría que adquiriera la categoría de diosa, condición en la que afortunadamente de perdurar. Al filólogo inglés William Jones (1746-1794) se le debe un notable poema titulado Caissa, escrito en latín, inspirado en los Scacchia ludus, versos del italiano Marco Girolamo Vida (1485-1566), donde se presenta a una ninfa de ese nombre (en la lengua original, Kaissa5) que es cortejada por el dios griego de la guerra, Ares. Como la dama en principio lo rechaza, el galán busca la ayuda del dios del deporte, Hermes, que crea el ajedrez a los fines de que sea regalado a la pretendida para ganarse sus favores. Ella habrá de ser ungida como diosa del ajedrez6.

Figura 4.
Caissa, en pintura, se atribuye a Domenico Maria Fratta (1696-1763).
(Fuente: https://commons.wikimedia.org/)

Dentro de la línea de la Mater Dolorosa a la que ya nos referíamos antes, podría añadirse el predicamento medieval de la difusión del culto mariano y cómo se vinculó al ajedrez. El monje francés Gautier de Coincy (1177-1236) presentó su poema Miracles de Notre Dame ("Milagros de Nuestra Señora") en los que se advierte la lucha del Bien y del Mal en clave ajedrecística y, en ese contexto, quien asesta el jaque mate es una pieza de la reina representada por la Virgen María, la Reina de los Cielos.

En la misma sintonía se inscribe el poema De vetula ("La vieja dama"), que fue en un tiempo atribuido a Ovidio (poeta contemporáneo de Cristo), pero que se le debería al filósofo y trovador francés Richard de Fournival (1201-1260) en el que, al explicarse el movimiento de las piezas de ajedrez a la reina, a la que en principio muy castamente se llama virgo, se la presenta desplazándose oblicuamente y se la asocia con el planeta Venus. Se tildada de agradable, amorosa, nada virgen por cierto y, además, algo orgullosa
7.

El ajedrez, en estas prístinas visiones, evidencia la concepción teológica de la redención, siendo la propia María, la que puede llegar a propiciar la salvación humana. Una mujer, santa o diosa, tan vinculada al ajedrez. Y muy alejada de la imagen diabólica de quien lo jugaba tan bien al punto de haber podido de vencer al legendario Boi.

Una Edad Media de tono ajedrezado y femenino


Versus de Scachis ("Versos de ajedrez") es un poema en latín de finales del siglo X donde por primera vez se menciona la pieza de la reina (regina), en perfecta consonancia con la aparición de figuras femeninas con poder en las cortes europeas. Surge en el corazón del Imperio Romano Germánico siendo esposas de los emperadores Otón I y II, Adelaida de Italia (931-999), y la bizantina Teófano Skleraina (c. 955-991), no sólo las protectoras del monasterio de Einsiedeln, donde se produjeron y hasta el día de hoy se conservan los respectivos manuscritos sino, como asegura la historiadora Marilyn Yalom, probablemente, las musas que inspiraron la aparición de una pieza con rostro de mujer

Pieza que vino a reemplazar en todo caso al del visir, el consejero de los soberanos orientales
8, lo que dio cabida en Europa a un fenómeno más comprensible en Europa donde, además del poderoso rey, en las cortes había reinas muchas veces también poderosas, ya sea por regencia, por ausencia de los consortes, o por su propio peso. Y el Ajedrez tenía que saber reflejar este esquema de poder.

Es muy probable que la notable Leonor de Aquitania (1122-1204), reina sucesivamente de Francia e Inglaterra y protectora de la cultura, jugara al ajedrez; y también que, mucho antes, la reina Toda Aznárez de Pamplona (885-970), llevara el juego a su región desde los territorios vecinos dominados por los árabes.

El ajedrez pasó a ser, entonces, en uno de los pasatiempos favoritos en las cortes, donde las mujeres lo practicaban sin ningún tipo de discriminación y con entusiasmo. Jugaban entre ellas, en situaciones familiares o, incluso, como excusa para un intercambio con varones que fructificara o posibilitara situaciones amorosas. Las largas partidas (el ajedrez era muy lento en aquellos primeros tiempos) permitían perfectamente un clima de mayor intimidad.

Los juglares cantarán al amor, a la pareja, a la mujer y al ajedrez. Los retratos son contundentes en cuanto a personas de ambos sexos disputando el juego en las cortes, como en el precioso libro
9 de Alfonso X de Castilla, "el Sabio" (1221-1284), o en el Codex Manesse alemán del siglo XIV10.

Las historias de caballería incluían situaciones en las que el enamorado rescataba a su amada prisionera en una fortaleza ganándose la confianza del cancerbero jugando al ajedrez y, cuando ambos eran detectados, defendíendose con las piezas y el tablero en forma de proyectiles y escudo
11. La bizantina Anna Komnenos (1083-1153) y la poetisa María de Francia (1145-1198), serán las primeras escritoras en mentar al ajedrez en obras literarias, histórica en el primer caso, y de ficción en el segundo.

Ya en forma de parábola, se la ve a una dama siendo perdida tras una partida disputada por un caballero contra la fortuna, para dramatismo de la situación y desconsuelo del enamorado, en el así y y tan hermoso "El libro de la Duquesa" que se le debe al padre de la literatura inglesa, Geoffrey Chaucer (c. 1343-1400), en una clara sinécdoque de la mujer con la pieza de la reina
12. Giovanni Boccaccio (1313-1375) mostrará en su "Decamerón" a hombres y mujeres jóvenes de ambos sexos jugando al ajedrez en su retiro fuera de Florencia, escapando a la peste y divirtiéndose, en un erótico contexto en el que el juego forma parte de las diversiones. Asimismo, el personaje de la narradora Scheherezade de "Las mil y una noches" del mundo oriental mentará en varios de sus relatos del ajedrez.

En el probablemente mayor éxito de difusión literario de la época, si se excluye la Biblia, el Ludus Scacchorum ("Juego de Ajedrez")
13 de Jacopo da Cessole (1250-1322), en donde se registran los sermones del fraile que operaban como parábola de comportamientos sociales, se aprecia el uso del ajedrez como esquema conceptual que representaba a la sociedad. Allí se dan abundantes precisiones técnicas sobre el juego. A la pieza de la reina se le dedica un capítulo específico como prueba de su apabullante inclusión14.

Figura 5.
Imagen de la reina y el rey, Ludus Scacchorum, de Jacopo da Cessole.
En: The Book of Chess by Jacob de Cessolis (2008), Nueva York: Italica Press.
(Fuente: https://ajedrezlatitudsur.wordpress.com/)

Pero la pieza de dama también fue crecientemente contemplada en otras geografías. En Francia, como ya se ha visto, vinculándola al culto mariano. Y también en Inglaterra, en textos como De Rerum Naturis ("De la naturaleza de las cosas") de Alexander Neckam (1157-1217), un tratado filosófico y de tono moral15, donde no se dejará de plantear el dilema ético sobre la posibilidad de la bigamia o la poligamia16 (por la coronación de los peones), o de transexualización (el masculino peón convertido en la femenina reina). Dilema, que se resolvió dándole otro nombre al peón coronado: ferzia, muy emparentado fonéticamente con los orientales farzin y firzan con los que se ldenominaba en la cultura oriental al visir17.

A España, quizá por influencia de la cultura musulmana cuyo poder cayó en la Península sólo en el siglo XV, como en su ajedrez la pieza femenina seguía sin existir, vemos que la evolución de visir en reina se dio previa la aceptación de la aún masculino "alferza" (jefe de los estandartes reales) y que, cuando la reina apareció en coincidencia con la expulsión del invasor, en un proceso cultural muy correlacionado desde lo temporal con la figura de Isabel la Católica, se la dotará rápidamente del movimiento ampliado, como sucede en el poema anónimo valenciano que se lo suele datar en 1475 (aunque podría ser posterior) Scachs d'amor, muy probablemente en el texto perdido en ese idioma de Francesch Vincent (1450-1512)
18 de 1495, con toda certeza en el libro de Lucena19 de 1497 publicado en Salamanca20 y, en igual sintonía, con el texto de Luca Pacioli (1445-1517) que incluye imágenes muy posiblemente debidas al genio de Leonardo da Vinci (1452-1519), y con el De Ludo Scachorum que aparece en Italia, en un momento algo impreciso de finales del siglo XV.

En todos ellos, exclusivamente o incluso registrando partidas bajo el esquema anterior con la dama y también el alfil, y sin los movimientos ampliados que desde ahora se habrán de reconocer uniformemente; se dará el inicio de la etapa moderna del ajedrez, de su dinamismo, de su universalización; en suma, del juego que hoy nos cobija y apasiona.

Y las reinas comienzan a aparecer en los diseños de los sets del juego, existiendo hallazgos muy tempranos desde los comienzos del segundo milenio, en particular, en la tradición nórdica, incluida la Inglaterra dominada por Guillermo el Conquistador, aunque también en expresiones que provienen de Italia, Francia y Alemania; pero no así en una España que aún no la reconocía. La mayor expresión, que desde luego está lejos de ser la única, son las hermosas piezas de Lewis halladas al oeste de Escocia, en la isla homónima; corresponden al siglo XII cuando las reinas son presentadas con toda claridad y con una sugerente mueca de asombro en sus rostros.

Figura 6.
Fragmento de reina en los juegos encontrados en la isla de Lewis (Escocia, Reino Unido).
Museo Británico.
(Fuente: https://www.britishmuseum.org/)


No es casualidad que ese dinamismo renovado que adquiriría un juego que estaba entrando en un estado de anquilosamiento por su su extrema lentitud y su falta de adaptación al mundo de las nuevas ideas que empezaban a dar en busca de la modernidad, se debiera a una mujer, a la pieza de la reina (o la dama, como se la conocerá, preferentemente en los países latinos), en su forma empoderada. La mujer, esa que había estado ausente en las versiones orientales, apareció entonces en Occidente.

Se trata de una pieza con rostro de mujer que permitía un mejor reflejo de la sociedad medieval y que hacía más factible la asociación del juego con la metáfora literaria y artística. Una pieza que se haría notar, con su poder de seducción, de revolución, de agresión ,de protección, ganándose un espacio que será definitivo.


Paradoja moderna: presencia en el tablero y ausencia social


Ya en el Renacimiento, época en la que se apuesta a un mayor individualismo, la mujer será algo más reconocida, siempre poniendo el foco en lo que ocurría en el mundo occidental, ahora integrando a América, ponderándose especialmente las cualidades prototípicas de pureza y honestidad. Sin embargo, su desempeñó siguió concentrado ámbito íntimo, sin que tuviera acceso a espacios sociales más amplios y sin el ejercicio pleno de los derechos plenamente ejercidos por los varones.

En tiempos sucesivos, irían a gestarse los Estados nacionales y a difundirse los valores del capitalismo centrados en el trabajo y la producción, dentro del marco de procesos preindustriales e industriales en el contexto de un modelo de acumulación.

El varón, en esta situación, en tanto fuerza laboral, tendrá protagonismo (como antes los caballeros y guerreros y, antiguamente, cazadores y recolectores) mientras que la mujer seguirá en un segundo plano.

Algunas damas podrán tallar, más bien hacia el siglo XVII, en los salones de palacios, haciendo gala de sus conocimientos culturales y, algunas veces, por su cualificación para las intrigas políticas o cortesanas, a las que podrían aficionarse disfrutando de más tiempo de ocio que aquellos. Algunas, por supuesto, como antes, podrán llegar a ser reinas prominentes y ser aficionadas al ajedrez, como María Estuardo, reina de Escocia (1542-1587), e Isabel I de Inglaterra (1533-1603); dándose un caso especial de relevancia a finales de la Edad Moderna con Catalina II, "la Grande", en la Rusia imperial, coincidiendo con la popularización en ese territorio de la aceptación de la pieza de la reina en sustitución del viejo visir.

En 1575, en las proximidades de Madrid, tiene lugar el primer torneo internacional en el que no se apreciarán mujeres. Tampoco ellas se destacarán en un juego que, a partir de ahora, iba dejando de ser estrictamente social para formar parte del espacio de las competencias y de los viajeros que lo practicaban a fin de que les sirviera de sustento, como en el caso italiano del Il Greco en el siglo XVII. Las mujeres permanecían en sus hogares, por lo que no ingresaron en los crecientes circuitos competitivos, y el ajedrez continuó siendo sólo parte de su intimidad.

Y aquí vemos el centro de la paradoja de esta época. Si la Edad Media estuvo lejos de marginarlas, la Edad Moderna los aparta del escenario. Y si hubo que esperar a bien avanzado el Medioevo para que un pieza de rostro femenino ingresara en el universo de los sesenta y cuatro escaques, y virtualmente a su finalización para que se empoderara ese trebejo, no ocurría lo propio en una Edad Moderna que parecía olvidarlas.

A lo sumo, se las verá vinculadas con expresiones de la cultura, por ejemplo en la pintura, con la renacentista Sofonisba Anguissola (1535-1625), quien retratará a sus hermanas jugando al ajedrez. O en relatos escritos como, por ejemplo, "Camino de perfección" de Santa Teresa de Ávila o de Jesús (1515-1582), en la "La Tempestad" de William Shakespeare (c. 1564-1616)21, o en "Mujeres cuídense de las mujeres" de otro gran dramaturgo inglés de la época, Thomas Middleton (1580-1627), y en algunas de las tantas obras de un Lope de Vega (1562-1635) convertido en un fénix del ajedrez que incluía desde luego a la mujer en esos contextos. 

Figura 7.
Lucía, Minerva y Europa Anguissola jugando al ajedrez, 1555, Sofonisba Anguissola.
Museo Nacional, Poznan, Polonia.
(Fuente: https://www.arthistoryproject.com/)

La mujer reducirá en su calidad de pieza de la reina dentro del tablero. Su movilidad ampliada, sin embargo, despertará suspicacias y revolucionará el ajedrez que podrá llamarse "alla rabiosa" en Italia o "de la dame enragée" en Francia, denotando su carácter enojado rabioso (quizá al no ser debidamente comprendida en sus deseos de hacerse notar).

Con todo su valía, a diferencia del insustituible rey, la reina podrá ser capturada, lo que ahora era muy posible; ya que, dada su agresividad, salía “de casa" ¿con demasiada? frecuencia y en la muy habitual circunstancia de que pudiera ser sacrificada a fin de que el jugador obtuviera un objetivo superior ( el de ganar la partida), po lo que podía desaparecer del juego, que estaba condenada a cseguir tal vez extrañándola o, más crudamente, agradeciéndole los servicios prestados, esos que posibilitaron la continuidad de la partida.

En cambio como persona, fuera del tablero, la mujer quedará confinada a ámbitos caseros, siendo excluida de la práctica competitiva y de los espacios sociales, en particular, de los cafés en los que se practicará el ajedrez, ámbitos varoniles que irán apareciendo en las principales ciudades europeas desde fines del siglo XVII.

La Edad Media, siempre reputada por su aparente oscurantismo, había sido mucho más benefactora con una mujer que, en esos otros tiempos, a diferencia de lo que sucedía ahora, había compartido los espacios de ajedrez con los varones en absoluto plano de equidad. Y este apartamiento de la mujer tendrá consecuencias, ya que consolidará una situación de marginación que perrmeará en la cultura durante mucho, demasiado tiempo...

Mujeres tras su lugar en la Edad Contemporánea


En el contexto de la Revolución Francesa, el pensador galo Montesquieu (1689-1755) llegó a considerar que las mujeres se habían constituido en "un nuevo Estado dentro del Estado". Su colega Voltaire (1694-1778) se atrevió a denunciar la injusticia de su suerte. El estado de conciencia sobre el rol de la mujer podía estar cambiando.

Sin embargo, se le negaba el derecho al sufragio que se iba imponiendo como modelo en las democracias nacientes. En Francia, donde las mujeres estaban llegando más lejos que en otros Estados, sin embargo se seguirá diciendo "el marido gobierna, la mujer administra y los hijos obedecen". Al menos, a ellas se les concedía un rol algo más comprometido que otrora.

Con el advenimiento de la Edad Contemporánea, la igualdad proclamada en tantos órdenes, incluso como uno de los tres principios revolucionarios, no fue óbice para que la mujer continuara siendo relegada en otros planos, entre ellos, el del ajedrez.

Los ajedrecistas siguen figurando compitiendo en la esfera internacional, aunque siempre sin presencia femenina. Y los cafés, en donde se departía, se filosofaba, se hacía política y se jugaba al ajedrez eran cenáculos del todo masculinos, como en el célebre Café de la Régence de París y cualquier otro en las principales ciudades europeas.

A lo sumo, se podría ver a Claire Élisabeth Jeanne Gravier de Vergennes, Madame De Rémusat (1780-1821) jugar contra Napoleón, uno de sus cultores. Sin embargo, al mismo tiempo, aparecerá desnuda en una pintura de la época, lo que comunica desde el punto de vista simbólico que de lo que de verdad se trataba era de satisfacer los deseos del emperador.

Figura 8.
Pintura de 1805, una partida de ajedrez 
que enfrentaba a Napoleón Bonaparte...
desnuda.
(Fuente: http://deludoscachorum.blogspot.com/)

Al otro lado del Atlántico, tenemos en los EE.UU. a Ellen E. Strong Gilbert en (1837-1900) quien, junto a su marido, en la ciudad de Hartford, capital del estado de Connecticut, funda hacia 1860 un club de ajedrez llamado Queen's Chess Club, por lo que la dama habrá de recibir un mote que se convertirá en un clásico: "La reina del ajedrez".

Años atrás, Benjamin Franklin (1706-1790) realizaba diálogos diplomáticos no exentos de espionaje a ambos lados del Canal de la Mancha, donde se ganaba la confianza en residencias de políticos locales, y entre partida y partida obtenía información, incluida la que le proporcionaba alguna que otra mujer, a la que también podía enamorar.

En el ámbito cultural, ya que no en el deportivo que comenzaba a insinuarse, en particular desde la aparición de François-André Danican, "el gran Philidor", considerado el mejor jugador del siglo XVIII, quien marcó un escenario que se profundizaría en los tiempos venideros, la mujer pudo estar presente en el contexto ajedrecístico. Sin duda, el mayor hallazgo es el del escritor inglés Lewis Carroll (1832-1898) quien, en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, mostraría a su niña preferida en el rol de pieza en un juego que tiene lugar en un tablero gigantesco al que accede una vez que se atreve a cruzar el límite del espejo, donde ingresará en una realidad alternativa.

Una mujer espléndida del siglo XIX, Cristina Trivulzio Belgiojoso (1808-1871), conocida en Francia como Christine de Belgiojoso, importante figura patriótica del Risorgimiento italiano, además de escritora y periodista, sería homenajeada por el escritor francés Joseph Méry (1797-1866), quie le dedicó un poema en 1836 titulado Une revanche de Waterloo ou Une partie d'échecs (Una revancha de Waterloo o Una partida de ajedrez). Méry tiene un gran mérito, ya que, junto al gran jugador Louis-Charles Mahé de la Bourdonnais (1795-1840), fundó la primera revista mensual especializada en ajedrez, la mítica Le Palamède, que apareció en París en 1836 por impulso de los jugadores que frecuentaban el no menos mítico Café de la Régence. En el poema en cuestión, se toma como eje del relato el encuentro protagonizó que el propio de la Bourdonnais con el irlandés Alexander McDonnell (1798-1835). Y, si en la batalla el que había perdido había sido Napoleón, ahora en esta otra lucha sobre el tablero, un francés reinvindicaría el honor de su pueblo. Lo relevante a los efectos que estamos analizando en este trabajo es que una obra literaria vinculada al ajedrez iba a ser dedicada a una mujer notable de su tiempo.

El poeta irlandés William Butler Yeats (1865-1939), por su parte, en The time and the Witch Vivien (“El tiempo y la bruja Vivien”), obra publicada en 1889, discurre sobre la muerte de una mujer que acontece tras perder en una partida de ajedrez contra el "padre Tiempo".

Con todo, lo dicho para la Edad Moderna sigue siendo válido y continuará vigente con apenas diferencia de matices para la Contemporánea. Con los valores que ahora remiten a la reivindicada (con el Iluminismo) masculinidad y la emoción propia atribuida a la femineidad, habida cuenta de que el ajedrez se va perfeccionando en su práctica y adquiriendo aires de cientificismo vinculado al intelecto, y visto que en forma creciente que el juego ya no era solamente un pasatiempo puertas adentro, sino una actividad que se podía realizar fuera de la intimidad, una mujer demasiado confinada al hogar y atada a los dictados del corazón, seguiría modelando así un exilio tan exigente como excitante, mientras el ajedrez se enriquecía en el espacio público donde iba perfeccionándose en círculos competitivos.

Su ingreso competitivo en el siglo XIX e inicios del XX


Sólo con el maquinismo que, al no exigir mayor fuerza, impide al varón prevalecer de modo natural, será cuando la mujer saldrá a trabajar a desempeñarse en la fábrica y, con ello, acceder a nuevos espacios del mundo social y comenzar un trayecto que la hará progresivamente, ocupar territorios que le eran ajenos.

Ahora, en todo caso, la liberación será exigente en términos laborales, y ya no estrictamente los roles femeninos anteriormente determinados; y en este nuevo desempeño, ahora será más explotada que el varón en el ejercicio de la tarea productiva. Trabajará lo mismo que los varones, pero nunca habrá de ganar lo mismo. Son tiempos en los que surge el ideario de Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895): más que una lucha de sexos, la mujer pasa ahora a formar parte de una lucha de clases. Sin embargo, y no sin cinismo, comenzó a afirmar: "La mujer trabaja mejor y más barato". Paradojas de este tipo de modernismo: el trabajo, por una parte, una Sin embargo, y no sin cinismo, comenzó a afirmarse: "La mujer trabaja mejor y más barato". Paradojas de este suerte de modernismo: el trabajo, por una parte, le permite a la mujer liberarse del yugo del hogareño; pero, por otra, la enfrenta a otra situación de mayor esclavitud: la del ámbito laboral, ya sea en el campo o en la fábrica.

En este contexto, y no sin resistencia, las mujeres vuelven a tener cabida en el plano de las competiciones de ajedrez. Dos grandes pioneras serán la inglesa Mary Rudge (1842-1919) y la italo-británica Louisa Matilda Fagan (1850-1931). Rudge fue la primera mujer en asociarse al Bristol Chess Club, siendo admitida en 1872
22 para obtener la Challenge Cup of Bristol & Clifton Chess Club en 1889 y convertirse en la primera mujer en impartir una sesión de partidas simultáneas. Además, podrá jugar contra varones ganando un torneo de segunda categoría realizado en la ciudad de Clifton en 1896.

Fagan, por su parte, formará parte en Inglaterra de la creación del Ladies' Chess Club de Londres, que agrupó a unas cien jugadoras, y que ya en 1882 había ganado un torneo en la ciudad india de Bombay (actual Mumbai), venciendo a los doce rivales varones a los que tuvo que enfrentarse, pero fue descalificada... ¡ya que era mujer! Las dos disputaron en 1897, en Londres, un gran torneo internacional femenino en presencia de jugadoras de ambos lados del Atlántico, en el que Rudge
23 se impuso (con cincuenta y cinco años) sobre Fagan.

Figura 9.
Participantes en el primer torneo internacional de ajedrez femenino 
celebrado en Londres, en 1897.
(Fuente: http://www.chessarch.com/)

Habrá otros jugadoras, nacidas en un siglo con fuerte proyección en el siguiente, como: la irlandesa Frideswide Beechey24 (1843-1919), quien en 1882 fue la primera mujer en obtener un premio a la composición de ajedrecística y también la primera en escribir una columna de ajedrez25; la sueca Anna Katarina Beskow (1867-1937); Edith Martha Holloway (1868-1956), jugadora inglesa que, además de ser campeona británica en 1919 luego, aunque con escaza fortuna, fue la única mujer que hizo acto de presencia en el Torneo de las Naciones de París en 1924; su compatriota Edith Mary Ann Tapsell de Michell (1872-1951), con sendos tempranos triunfos en torneos disputados en 1906 y 1909; la también británica Edith Charlotte Price (1872-1956), pentacampeona nacional con cuatro títulos en la década de 1920 y uno algo tardío en 1948 que, al ser obtenido a la edad de setenta y seis años, constituye un caso único en el mundo; otra inglesa, Agnes Lawson-Stevenson (1873-1935), quien además de vencer en cuatro campeonatos nacionales femeninos, estuba casada con el editor de la revista British Chess Magazine, Rufus Henry Streatfeild Stevenson26 (1878-1943), y la estadounidense-inglesa-francesa Grace Alekhine27 (1876-1956), quien ganó un torneo en Tokio en 1933 donde conoció jugando simultáneas al campeón mundial Aleksandr Alejin (1892-1946), de quien termino siendoacabó siendo su cuarta esposa y que en 1944 será campeona femenina de París.

Habría Sin embargo, que mirar a los Países Bajos determinar dónde se habilitó el primer club de ajedrez específicamente femenino, hecho que aconteció en 1847, aunque su viabilidad sería escasa: duraría apenas un año. Por otro lado, el primer libro de ajedrez escrito por una mujer será uno publicado en 1859, en Inglaterra, bajo el título The ABC of Chess (El ABC del ajedrez), que se le debe a H. I. Cooke, de la que poco se sabe
28.

Dos años antes, la alemana Amalie Paulsen (1831-1869), hermana del gran ajedrecista Ludwig Paulsen (1833-1891), había derrotado a Alexander Beaufort Meek (1814-1865), uno de los principales ajedrecistas norteamericanos, en un encuentro extraoficial que se verificó en contemporaneidad al primer campeonato nacional de ese país realizado en 1857. Habría de todos modos que esperar en EE.UU. a 1894 para que se conforme la Women's Chess Association of America con setenta y cinco integrantes, siendo su primera presidenta Eliza Campbell Foot (1851-1914). Poco después, en enero de 1895, se formará el Ladies' Chess Club of London.

En 1898, en la capital inglesa, tendrá lugar la inauguración del Gambit, un club exclusivamente para varones (como es habitual y que durará unos sesenta años), que estaba paradójicamente regentado por una dama llamada Edith Price (1872-1956), quien será campeona inglesa cinco veces, entidad que permitía que las damas pudieran desempeñarse allí en su rol de camareras. La mujer comenzó a salir de sus hogares. Y, en ese camino, el ajedrez se volvía a presentar dentro del universo de sus intereses y de ciertas posibilidades de acercamiento y desarrollo. Pero, por supuesto, los eximios jugadores eran sólo hombres y los grandes torneos seguían teniendo, a lo sumo, meramente en su calidad de espectadoras o acompañantes de quienes se lucían frente a los tableros.

Vera Menchik y Judit Polgár, símbolos de la plena integración.


Ya en el siglo XX y más allá de las crueles guerras, los totalitarismos, los despotismos y las inequidades en la distribución de los bienes económicos, sociales y culturales, se dio una apuesta por una mayor apertura e integración en planos muy vastos, los que fueron posibles gracias a la revolución científica y tecnológica, en algunos casos a la democracia, y en todos a la creciente vigencia de una inevitable modernización.

En este contexto, la mujer pasó a desempeñar un rol más activo, abarcativo y sofisticado en la sociedad, e ingresó en algunas ocasiones en terrenos que en otr0s tiempos les hubieran estado del todo vedados o restringidos en su acceso. Y el ajedrez podría considerarse dentro de ese fenómeno más global.


El acceso al voto, las reivindicaciones de los movimientos feministas y una mayor conciencia global de la cuestión del segundo sexo puso el acento en cuestiones de discriminación, desamparo y misoginia, y en la necesidad de una mayor y mejor integración. Por supuesto, esta transformación se restringió al mundo occidental.


Se pasa de la emancipación a la liberación, se valora la diferencia. Se aprecia, como un gran logro, que en los nuevos tiempos "la vida de las niñas ya no se asemeja a la de sus madres". La píldora anticonceptiva permitirá a la mujer reapropiarse de su cuerpo, se generará el debate sobre el aborto y el divorcio pondrá las cosas en muchos casos en su lugar al no hacer perdurar situaciones de sumisión.

Estos profundos cambios tendrían su debido correlato en nuestro juego. Primero, en el campo deportivo, donde aparecerán ajedrecistas destacadas, particularmente, en la primera mitad del siglo XX con el ejemplo pionero de una Vera Menchik (1906-1944) que sabrá jugar muchas veces contra varones en igualdad de condiciones y que se convertirá en la primera campeona mundial femenina.

Primero, se la mirará con cierto desdén, prueba de lo cual alguna vez se hizo una propuesta de crear el club Menchik integrado por los que muy eventualmente, así lo creían, podían llegar perder ante alguien que, justamente, le ganó a muchos varones connotados, entre ellos, al neerlandes ex campeón del mundo holandés Max Euwe (1901-1981). 

Figura 10.
Vera Menchik jugando.
Margaret, Florida, EE.UU., 1935.
(Fuente: http://britishchessnews.com)

Habrá otras exponentes en esos tiempos, en particular, la alemana Sonja Graf (1908-1965), que buscará la libertad huyendo del nazismo y que por momentos asumía actitudes y ropajes masculinos para hacerse notar y respetar. Graf escribió en los años 40 sendos libros29 en Buenos Aires, los primeros dados por una mujer en lengua española referidos al ajedrez, cruzado por las experiencias tan dramáticas de su propia vida.

Con todo, hay que destacar dos hechos notables: tanto el campeonato mundial femenino (desde 1927) como la Olimpíada Femenina (desde 1957) se organizarán muchos años después que hubieran comenzado ambas clases de torneos para varones; a pesar de que, para ser justos, en ellos no estaban las mujeres impedidas de actuar, sólo que su nivel ajedrecístico no les permitía ser parte de competencias con ese nivel de exigencia. Es que las distancias que las separaban de los varones seguían siendo infranqueables.

Para el destacado ajedrecista y psicoanalista norteamericano Reuben Fine (1914-1993), todavía en tiempos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la mujer seguía ubicada en un plano más que secundario. Después del fin de ese conflicto, las soviéticas habrán de primar y, algo más tarde, de entre ellas, particularmente las georgianas.

La aún vigente Nona Gaprindashvili (n. 1941) se habrá de convertirse en la primera Gran Maestro (absoluta y no Gran Maestra Femenina, que es un título que siempre habrá que considerar menor) de la historia, una recorrida que luego harán muchas otras, entre ellas su connacional Maia Chiburdanidze (n. 1961).

No obstante, se producirá un cambio copernicano en la concepción de la mujer frente al ajedrez a partir de la jugadora húngara Judit Polgár (n.1976), la menor de tres hermanas, todas muy talentosas. Ella se habrá de convertir, primero den la jugadora del mundo, independientemente de su sexo, en alcanzar el título de GM a una edad más temprana, destronando de esa condición nada menos que al mítico "Bobby" Fischer (1943-2008), para luego realizar una carrera brillante, pero ya jugando decisivamente contra los varones.

Nunca será campeona mundial de las mujeres, simplemente porque no se lo propuso. Venció a todos los campeones del mundo que alguna vez se le cruzaron su camino, superó la barrera de los 2.700 puntos ELO alguna vez (no hubo mujer alguna que la empardara en ello), se mantuvo en el top 10, estando en el ranking mundial y, aunque salió última, fue participante del campeonato mundial absoluto disputado en la Argentina, en 2006; por lo que nadie como ella llegó tan alto ni estuvo tan cerca de la cumbre a la se hallaron destinados exclusivamente los varones.

Figura 11.
Judit Polgár.
(Fuente: https://www.juditpolgar.com/)

A partir de su ejemplo, muchas niñas y jugadoras habrán de destacarse en geografías diversas. Ya para estos nuevos tiempos, particularmente desde la década de 1970, aquí y allá, las mujeres podían interactuar con los varones, siendo cada vez menos resonantes las miradas de recelo. Ucrania, Rusia, China, Georgia e India, entre otros países, pasarán a mostrar exponentes femeninas de fuste que se lucirán también ante los varones. La china Yifan Hou (n. 1994) y antes la india Humpy Koneru (n. 1987), se destacarán especialmente ya en el tercer milenio, figurando las primeras como participante habitual en el Top 100 mundial.

Esta evolución plantea una tendencia. Y una pregunta: ¿Podemos imaginar que, con el paso del tiempo, la brecha que siempre existió entre el varón y la mujer en ajedrez, pueda no sólo acortarse, sino cerrarse algún día definitivamente? Sumado a ello, se plantean otros desafíos, los de los géneros y los de los cambios de sexo, que ponen en tensión las clásicas competiciones diferenciadas, un modelo que subsiste en Olimpiadas y en campeonatos nacionales. ¿Y cómo influyen los factores culturales, y aún los biológicos, en la brecha por siempre establecida en el rendimiento entre hombres y mujeres
30?

Por lo demás, la mujer está muy presente en las expresiones culturales vinculadas al ajedrez. La reciente y popular miniserie Gambito de dama (Frank, A. Scott. 2020. EE.UU.: Netflix) la colocó como protagonista absoluta en su relación con el juego, el cual, si bien no se condice con la realidad de lo acontecido a lo largo del tiempo, es válido desde el punto de vista de una mirada aspiracional.

Y, por dar sólo un nombre más de un artista (y ajedrecista) cumbre de ese siglo, el gran Marcel Duchamp (1887-1968), podemos recordar que retrató a sus dos hermanos jugando al ajedrez en 1910 en una famosa pintura en el que sus esposas parecen estar ausentes de lo que podría estar sucediendo en el tablero; y rememorar aquella exhibición de 1963, en la que jugó en vivo al ajedrez con una mujer desnuda cuya belleza, no podía distraer de la concentración que exige el juego.

Figura 12.
Duchamp y su rival femenina. Fotografía de Julian Wasser, Duchamp jugando al ajedrez con una desnuda
(Eve Babitz), 1963, Retrospectiva Duchamp, Museo de Arte de Pasadena, EE.UU.
(Fuente: https://www.artsy.net/artwork/)


De todas los relatos culturales que podríamos mentar que unen el ajedrez con la mujer en el siglo XX, finalizaremos mencionando dos correspondientes a autores argentinos. El escritor Abelardo Castillo (1935-2017) tituló uno de sus cuentos con mención expresa a una variante ajedrecística en la cual la pieza principal es la reina, La cuestión de la dama en el Max Lange, planteando en la trama el crimen de la esposa de un ajedrecista, mientras que la poeta Alejandra Pizarnik (1936-1972) brindó un algo hermético poema que llevará por nombre Ajedrez31, tal como los famosos sonetos de Borges.

A esta altura, podría decirse que en el siglo XXI, aunque no uniformemente en todas las culturas y circunstancias, por lo que siempre estamos inmersos en el análisis con un sesgo centrado en lo que sucede en el mundo occidental; la mujer puede, al menos bastante más libremente que antes estudiar, votar, trabajar, expresarse, pensar, decidir su destino, amar, disfrutar de su sexualidad, opinar y tomar decisiones sobre su vida y su entorno. Posee los mismos derechos que el varón, a pesar de no ser siempre igualmente reconocida, y no hay que olvidar que también ejerce iguales responsabilidades y obligaciones, debido a lo cual este estado de cosas presupone una profunda transformación del orden sociocultural, absolutamente impensado en tiempos previos (y nada lejanos).

Se modifican las conductas, las percepciones e, incluso, por momentos, el lenguaje, adoptando rasgos exagerados y grotescos, buscando contemplar los géneros con un grado de mayor paridad. Se habla de "deconstrucción masculina", que puede ser más factible para las nuevas generaciones que para aquellos varones educados en tiempos previos. Sin embargo, también hay que decirlo, a veces por momentos los discursos son más potentes que las acciones concretas en términos de equidad real y la problemática del segundo sexo refuerza un enfoque binario que también puede ser puesto tela de juicio (aunque por diversas razones en la aparición del fenómeno de la fluidez de género), así como algunas conductas reivindicativas a veces se tornan en ocasiones ofensivas, agresivas y excluyentes, aunque en sentido contrario del que fuera tradicional.

Pero lo cierto es que las cosas están cambiando. Venimos de un escenario en el que la que la mujer supo ser partícipe central en la práctica del ajedrez en las cortes europeas medievales, para quedar luego de lado desde la Edad Moderna hasta mucho después y resurgir sólo tímidamente durante el siglo XIX para renacer con creciente enjundia en el XX, y con toda la fuerza de la reivindicación en el presente. Hoy la mujer es y quiere ser protagonista de un juego como el ajedrez que, en su estructura intrínseca, la ignoró durante demasiado tiempo, hasta que apareció y se empoderó. U mismo fenómeno que, afortunadamente, se está ocurriendo ahora fuera de los tableros escaqueados. Una mujer que está presente y potente y que deja atrás así un largo tiempo en el que padeció el mal de la ausencia.


NOTAS

1 Este episodio legendario fue mencionado en el Shāhnāma ("Libro de los reyes") obra del poeta persa Ferdowsi (935-1020), siendo años después evocado por los historiadores ingleses, desde Thomas Hyde (1636-1703) hasta Harold Murray (1868-1955).

2 Harold Murray menciona por caso otra otra historia que tiene como protagonista al emperador mongol Shah Jahan (gobernador de la India en el siglo XVII, el mismo que ordenó la construcción del Taj Mahal en Agra), que es aconsejado por sus cuatro esposas sobre cómo desenvolverse en un juego similar, una de las cuales lleva por nombre, precisamente Dilaram.

3 Este relato apareció en la revista Les Cahiers del'echiquier français, noviembre-diciembre de 1936. Siendo autor, tanto del texto cuanto del dibujo de la Fig. 3 V. Barthe

4 Sobre el fin de la Edad Media aparece Le jeu des ésches de la dame moralisé, de autor incierto, obra en la cual, en línea contrastante con la anterior, se aprecia a una dama jugando al ajedrez contra el diablo. Su alma es apostada una y otra vez, jugada tras jugada. Se juega su alma una y otra vez, jugada tras jugada. El diablo, por su parte, se encarga de tentarla en cada oportunidad, en busca de que caiga en el pecado. Virtud contra vicio: eterno dilema de la humanidad.

5 ¡Y Kaissa sería la primera computadora rusa en ganar un campeonato del mundo en 1974!

6 La poesía de Jones comienza "De ejércitos en escaqueados campos de batalla dispuestos, / y guerra sin culpas agradablemente se halla; / Cuando dos reyes audaces confrontan con vanas alarmas, / Este con armas de marfil, ese con ébano; / Cantad, criadas juguetonas,/ Que el sagrado cerro de Pindo rondan...". La hermosa Caissa es, precisamente, una de esas "”criadas juguetonas”

7 Los versos respectivos dicen: "La reina que llamamos fierge / Se parece a Venus, que no es virgen (vierge) / Es simpática y cariñosa (amoureuse) / Debonair y poco orgullosa (orgueilleuse)".

8 Si se analizan los juegos que son antecedentes directos del ajedrez, no sólo los más clásicos como el chaturanga indio, el chatrang persa y el shatranj árabe, sino también el xiangqi chino y otros de origen oriental, y extendiendo ese estudio incluso a las primeras versiones medievales generadas en Europa, podrán aparecer, además de las clásicas figuras del rey, el caballo y el elefante (que devendrá en alfil), del que alude a la condición de fuerza de la infantería (el peón posterior), del carro o barco (futura torre), otras como: el cañón; el general; el gobernador; el consejero; el anciano; el loco; el juez, y algunos otros; pero, en ningún caso, las piezas harán de remitir la mujer. Cabe interpretar que, al tratarse de un juego a imagen de una batalla, en el que las mujeres no participaban, al menos en forma directa, su exclusión del juego respondía a esa lógica.

9 "El libro del axedrez dados et tablas". Recopilación precisa de los juegos más populares de su tiempo.

10 Esta obra representa al emperador Otón IV (1175-1218) jugando al ajedrez con una mujer.

11 Por ejemplo, en el Perceval o "El cuento del Grial" de Chrétien de Troyes (1135-1183), pero también en textos alemanes y, más tarde, en Il Filocolo de Boccaccio.

12 “Empezó a jugar conmigo al ajedrez. Con sus movimientos falsos y hotiles me robo y se llevó a mi reina. Cuando vía mi reina ausente, ¡ay! No pude jugar durante más tiempo y dihe: “¡Adios cariño!; y seguramente ¡adios a todo para siempre”, así reza un pasaje muy ilustrativo y angustiante del texto.

(655/656), según el texto original en lengua inglesa de la época. Fers alude a la reina y el pasaje muestra claramente el lamento de su amante por su pérdida.

13 Liber de moribus hominum et de officiis nobilium super ludum scacchorum, es su nombre completo.

14 Dentro del tono prescriptivo de esta obra, se reconocen específicamente cuatro virtudes para la reina: en primer lugar, debe comportarse de forma madura y con modales impecables (modesta y reflexiva, pero no atrevida); en segundo lugar, debe ser pura y casta; en tercer lugar, tiene que ser reservada, hablar con cuidado y ser capaz de guardar sus secretos y, por último, debía educar a sus hijos en la virtud, los buenos modales y la castidad.

15 En el "Poema de Winchester", de autor anónimo inglés, compuesto en Inglaterra no más allá del año 1150, ya se puede apreciar que la mutación de visir en reina se estaba dandoc, onforme los siguientes versos escritos en latín: "Rex paratus ad pugnandum, prim tun locum teneat, Ejus atque dextrum latus Regina possideat. ..", describiendo la posición de la reina junto al rey y en "pedester usque summam venerit ad tabulam, / Nomen eius tunc mutetur; appelletur ferzia; / Eius interim regine gratiam obtineat...", atribuyendo el nombre de ferzia al peón coronado.

16 Otra situación no deseada se presenta en Eracle, texto del trovador flamenco Gautier d'Arras (fallecido en 1185), donde se hace mención al adulterio de una reina considerándose que el rey, ante esa infidelidad, ha recibido el correspondiente "jaque mate".

17 En la misma dirección lingüística se adscriben el alfersa catalán y fercia o fersa italianos. De este último modo se menciona a la pieza en el Bonus Socius y en Civis Bononie, textos unificados que se le atribuyen a Buoncompagno de Siena (c. 1165/1175-1240), en los que se incluyen numerosos problemas ajedrecísticos, cuya mayoría eran de origen musulmán; pero sin connotación femenina en esos casos.

18 Se trata de Llibre dels jochs partits dels schacs en nombre de 100 ("Libro de los juegos de ajedrez y partidas en número de 100"), sobre el que se especula, no sin fundamento, que sería el primer texto donde se presenta con detalle la forma moderna de jugar al ajedrez.

19 Lucena hijo del muy sapientissimo doctor y reuerendo prothonotario don Johan remirez de Lucena embaxador y del consejo delos reyes nuestros senores studiando en el preclarissimo studio dela muy noble ciudad de Salamanca, es como recuerda Antonio Gude, en castellano, que se describe el autor en la obra (en https://antoniogude.com/lucena/).

20 "Repetición de amores y arte de ajedrez, con 150 juegos de partido", título en castellano, editado en Salamanca, España, del que trascendieron en el tiempo varios ejemplares.

21 "Aquí Próspero descubre a Fernando y Miranda jugando al ajedrez" es uno de los epígrafes de esa última obra.

22 Valga comparar con el prestigioso Manhattan Chess Club de Nueva York, que recién las incorpora a partir de 1938.

23 En una sesión de partidas simultáneas, Rudge conseguirá derrotar al campeón del mundo, el prusiano Emanuel Lasker.

24 Más conocida como la señora de Thomas Rowland. Es que, en muchos casos, las mujeres de ese tiempo ni siquiera conservaban la identidad de su apellido, ya eran identificadas por el nombre de sus respectivos maridos.

25 También en los años 80 del siglo XIX llegaría a escribir varios libros.

26 Quien luego contraería enlace con Vera Menchik.

27 Su nombre completo era Grace Norton Eisler Peeke Freeman Bromley Alekhine.

28 Una de las tantas ediciones de este libro, más precisamente, en la sexta, aparecida en Londres debida a Jacques and Son (en la que se agrega la obra de Benjamin Franklin Morals of Chess), se aclara, inmediatamente después de aparecer el título: "By a Lady", por lo que no hay duda alguna de su autoría femenina. En la presentación la autora afirma: "Me gustaría ver en mi país a hombres y mujeres de todas las clases sociales jugar al ajedrez, como sucede en muchas ciudades de Alemania".

29 "Así juega una mujer" (1941), Buenos Aires: Editorial Sudamericana y "Yo soy Susann" (1946), Buenos Aires Aires: Editorial Piatti.

30 No ahondaremos en este ensayo en esta cuestión, que merece un abordaje muy delicado, y por parte de especialistas apoyados en estudios científicos y académicos, particularmente en la mayor especialización de los hemisferios cerebrales que podrían en cierta manera diferenciar a los integrantes de cada sexo, y en el hecho de cómo influye de forma diversa durante la pubertad el desarrollo de estrógenos y testosterona. Por ahora, baste decir que la escuela china de ajedrez está dando señales de que no existe diferencia alguna en la capacidad de entendimiento y en el rendimiento de los jugadores, con independencia de su sexo, cuando lse verifica el reclutamiento de los talentos se produce a edades tempranas.

31 "Todavía la enclítica no destruye / los peones reverentes ante él / millares de montañas / revientan exquisitas / delante del sol rojo / (no sol amarillo) / pensar innato en moldeadas rejas / torta trashumeante de vela sin fogón / quisiera ser masa lingüística para cortarle la barba / ondas en preciosa lumbre / alzar bandera gratuita / kilómetros de nueces / y golpes en relevante torniquete. ", Así reza el poema



Bibliografía

Beauvoir, Simone de (1977). El Segundo Sexo, colección Hechos y mitos. Buenos Aires, Siglo veinte.

Cessolis, Jacob de (2008). El libro del Ajedrez, traducido y editado por H. L. Williams. Nueva York, Italica Press.

Chaucer, Geoffrey (2005). El Parlamento de los Pájaros y Otras Visiones del Sueño (incluye el Libro de la Duquesa). Madrid, Siruela.

Komnenos, Anna (1989). La Alexiada, traducción de Emilio Díaz Rolando. Sevilla, Universidad de Sevilla.

e treit, acques y ngel, orbert ( ). eu d echecs et sciences humaines. París, Payot.

Duby, Georges y Perrot, Michelle (1993). Historia de las mujeres, volumen 5, El siglo XX. España Taurus minor.

Fine, Reuben (1974). Psicología del jugador de ajedrez. Colección Escaques. Barcelona, Edición Martínez Roca.

García, Leontxo (2013). Ajedrez y ciencia, pasiones encontradas. Madrid, Revista.

Gautier de Coinci (2020). Los milagros de Nuestra Señora. París, Jean-Michel Berger.

Grieve, Patricia (2006). Floire and Blancheflor' and the European Romance. Cambridge, Cambridge University Press.

Negri, Sergio: serie sobre la aparición de la pieza de la reina y otros artículos, en el sitio Ajedrez Latitud Sur. Consultado en: (https://ajedrezlatitudsur.wordpress.com/ [consultado el 25 de mayo de 2023].

O'Shea, Regina (2010). Queening: Chess and Women in Medieval and Renaissance France. Provo Brigham Young University.

O'Sullivan, Daniel (2012). Chess in the Middle Ages and Early Modern Age (incluye obra de Mark Taylor). Boston y Berlín, De Gruyter.

Sloan, Sam (1985). The Origin of Chess. Consultado en: http://www.anusha.com/origin.htm [consultado el 25 de mayo de 2023]. Wichmann Hans & Siegfried (1964). Chess: The Story of Chesspieces from Antiquity to Modern Times. Londres, Crown Publishers.

Yalom, Marilyn (2005). Birth of the Chess Queen. Londres, Harper Perennial.