«Ángeles en la cabeza de un alfiler" Una parábola moderna |
En el año 2000, el FM argentino Ruben Casafús publicaba un interesante artículo con el tema de la presente entrada. Relataba sus vivencias como entrenador de ajedrez y nos hacía conocer una anécdota atribuIda a dos famosos premios Nobel. ¡Tanto la franqueza del autor como la anécdota nos maravillaron!
[Me parece pertinente hacer una pequeña aclaración. No estuve ni estoy vinculado a la enseñanza del ajedrez ni a su juego profesional. Soy un aficionado y coleccionista de trebejos e implementos de ajedrez. Me atrapan las vinculaciones del ajedrez con las ciencias y las artes.]
Hoy en día queda claro el origen y autoría de la famosa anécdota. Inclusive se había llegado a decir que Rutherford o Bohr le contaron la misma a Fermi y éste a su vez a Calandra.
Conviene situar a los personajes mencionados.
Calandra tras obtener su doctorado en 1940 fue asistente de Enrico Fermi en la Universidad de Chicago (en la época en la que Fermi realizó la primera reacción en cadena (explosión) nuclear). Se dice que la anécdota fue contada por Rutherford, quien murió en 1937. La única posibilidad de que Calandra no se inventara la historia sería que Fermi se la contara.
Bohr fue a América, pero de lo que principalmente trató con Einstein fue del informe de Meitner y Frisch. A su llegada a Princeton (el 16 de enero de 1939) habló con Einstein y con J. A. Wheeler, que había sido alumno suyo. Desde Princeton se corrió la voz de lo ocurrido, llegando a oídos de otros físicos, entre ellos Enrico Fermi, que estaba en la Universidad de Columbia. Inmediatamente Fermi y sus colaboradores empezaron sus investigaciones para descubrir el fuerte impulso de ionización que cabía esperar del proceso de fisión y de la subsiguiente liberación de energía.
Antes de acabar sus experimentos, Fermi partió de Columbia para asistir a una conferencia sobre física teórica en la Universidad George Washington (Washington, D. C. ). Allí Fermi y Bohr cambiaron impresiones y discutieron sobre la fisión. Fermi mencionó la posibilidad de que en el proceso de fisión tuviera lugar una emisión de neutrones. En esta conversación fue cuando comenzó a cristalizar en ambos investigadores la idea de la reacción en cadena. la primera pila atómica
Calandra publicó esta anécdota (inventada por él) en su libro «The Teaching of Elementary Science and Mathematics» Washington University Press, St. Louis, 1961. No he encontrado ningún enlace a dicho libro en la web. La anécdota se popularizó tras su aparición en el semanario «The Saturday Review» (p.60, Dec. 21, 1968 ), con el título «Angels on the Head of a Pin. A Modern Parable». El editor hizo algún que otro cambio respecto al libro. Como veis, empieza de la forma más famosa en inglés «Some time ago I received a call from a colleague who asked if I would be the referee on the grading of an examination question.» Francis Naukas
La anécdota, famosísima tanto en inglés como en español, es falsamente atribuida al estudiante Niels Bohr, premio Nobel de Física en 1922. En realidad se trata del invento de un excelente profesor de física llamado Alexander Calandra, fallecido el 8 de marzo de 2006 a los 95 años. Un profesor que trabajó gran parte de su vida en la Universidad de Washington en St. Louis, EE.UU. Calandra está considerado un gran profesor y un gran docente, aunque no destacó como investigador. Trabajó en múltiples comités sobre docencia y recibió múltiples premios por su labor
La anécdota se ha republicado cientos de veces, con multitud de variantes, incluyendo la variante Bohr–Rutherford. A veces sorprende hasta dónde se ha llegado a publicar. Calandra la pone en boca del premio nobel de Química de 1909 y presidente de la Sociedad Real Británica Ernest Rutherford. El ingenioso examen de Niels Bohr
Lo fascinante de la anécdota es la forma de llegar a la conclusión de la misma: Se puede enseñar a pensar y para nuestros fines aplicados a la utilización del ajedrez en ese cometido.
Ruben Casafús, quien es el autor intelectual de este posteo, nos la hacia conocer en el año 2000 de la siguiente manera:
“Porque en la idea del ajedrez y en el desarrollo de la mente ajedrecística tenemos un cuadro de la lucha intelectual de la humanidad” (R. Reti) |
Nota de LaColeccióndepapá (LCP): Casafús-Rodríguez, 1989 |
El Maestro FIDE, Rubén Casafús, en AJEDRECHESS MULTIWEB nos ofrece un interesantísimo artículo sugestivamente titulado. Dada la importancia del contenido del mismo, nos permitimos reproducirlo íntegramente, puesto que nos aporta serias reflexiones para comenzar a entender cómo se debe “enseñar”.
Pablo La Fuente premiado en un torneo. Junto al MF Rubén Casafús.(LCP) |
Por ello, habitualmente, los profesores de ajedrez argentinos somos Maestros de Ajedrez, que por necesidad o elección, nos aventuramos en el escabroso sendero de la docencia ajedrecística sin más bagajes que nuestro conocimiento del juego desde el punto de vista práctico.
Y es debido a nuestro desconocimiento profesional de los secretos de la docencia que, no todos los Maestros, estamos en condiciones de enseñar ajedrez de la mejor manera, si es que acaso alguno conoce tal manera.
Sin embargo, a pesar de nuestros tropiezos técnicos, solemos, con mayor o menor éxito, transmitir los conocimientos que nos dio la practica en vivo, y largas horas de estudio de libros de ajedrez de todo tipo.
Cada uno, a su manera, trata de enseñar lo que considera más importante, tomando en cuenta las características del alumno o del grupo, entre las cuales están la edad, el nivel de juego, la experiencia previa, el talento natural para determinadas posiciones, que libros leyeron, y otros detalles que van presentándose con el transcurso de las clases.
No obstante, no tengo claro que si hacemos una buena autocrítica lleguemos a la conclusión de que nos esforzamos para enseñar a pensar a nuestros alumnos.
Y no me refiero a sí les enseñamos a pensar manejando el tiempo para no quedar apurados; o pensar usando el arbolito de variantes Kotovianas.
Simplemente, me refiero a enseñarles a pensar libremente y con originalidad, motivándolos para que aprendan a disfrutar del ajedrez buscando la mayor cantidad de alternativas; sin que queden atados a las limitaciones del dogma teórico, o perdidos en un laberinto de aperturas.
Tal vez, por los motivos expuestos en el primer párrafo de esta nota, sea vanidoso suponer que podemos enseñar a pensar basados en nuestro deseo de hacerlo.
Pero sería derrotista suponer, sin que antes nos lo demostremos cabalmente, que no podemos intentarlo y tener éxito en la tarea.
Les sugiero leer lo siguiente, que no tiene desperdicio:
Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota:
“Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que éste afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada.
Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo. Leí la pregunta del examen y decía:
"Demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro".
El estudiante había respondido:
"Lleva el barómetro a la azotea del edificio y átale una cuerda muy larga. Descuélgalo hasta la base del edificio, marca y mide. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio".
Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente.
Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de sus de estudios, obtener una nota más alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel.
Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física.
Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunte si deseaba marcharse, pero me contesto que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas. Me excuse por interrumpirle y le rogué que continuara.
En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta:
"Toma el barómetro y lánzalo al suelo desde la azotea del edificio, calcula el tiempo de caída con un cronometro. Después se aplica la formula altura = 0,5 por A por T2. Y así obtenemos la altura del edificio".
En este punto le pregunte a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dio la nota más alta.
Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta.
Bueno, respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, tomas el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.
Perfecto, le dije, ¿y de otra manera?
Sí, contestó; este es un procedimiento muy básico para medir un edificio, pero también sirve. En este método, tomas el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja.
Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas él numera de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por él número de marcas que has hecho y ya tienes la altura. Este es un método muy directo.
Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento más sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla formula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio.
En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su periodo de precisión.
En fin, concluyó, existen otras muchas maneras.
Probablemente, siguió, la mejor sea tomar el barómetro y golpear con él la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle: señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo.
En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares).
Evidentemente, dijo que la conocía, pero que durante sus estudios sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.
El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de Física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica.
Al margen del personaje, lo divertido y curioso de la anécdota, lo esencial de esta historia, es que "Le habían enseñado a pensar".
A los escépticos les menciono que esta historia es verídica.
21 de Noviembre del 2000. “ Hasta aquí el texto de R. Casafús.
https://blog.agirregabiria.net/2007/01/una-clebre-ancdota-aprendiendo-pensar.html |
El ajedrez como herramienta para enseñar a pensar
Este es el título de uno de los estudios «clásicos» y más conocidos realizados sobre el tema ajedrez-enseñanza en niños, y parece ser una buena forma para comenzar a hablar de la cuestión.
La investigación fue llevada a cabo por Dianne Horgan y sus colegas del Departamento de Psicología de la Universidad Estatal de Memphis en 1987, y casi podría decirse que marcó un antes y un después en el conocimiento real de las posibilidades que podría brindar el ajedrez en el desarrollo de ciertas habilidades cognitivas en los niños.
Para empezar, hay que comentar que el título define a la perfección el trabajo realizado: no consiste en aprender a jugar al ajedrez y seguir jugando sin más, sino en emplear las supuestas ventajas que éste puede aportar por sus peculiares características.
En concreto, el constante proceso de toma de decisiones que tiene lugar durante una partida de ajedrez y su posterior análisis puede ser utilizado precisamente para eso: «enseñar a pensar», el tan empleado – y no siempre bien comprendido – término anglosajón «how-to-think».
Traducción: Jorge Barón
Estudiar la mejor forma de pensar de la que los chicos sean capaces y ver cómo desarrollan esas habilidades puede producir valiosas ideas para los educadores.
Ajedrez y Educación
[N.T.: Piaget utilizó diferentes tipos de «tareas» para estudiar la lógica de los niños, mientras estos realizaban operaciones como la seriación, la clasificación y la conservación.]
Investigación del ajedrez con adultos
Niños que juegan al ajedrez
Cómo juegan los niños al ajedrez
La naturaleza de [la técnica] del experto.
Cuando uno progresa hacia la maestría, él o ella:
1) Obtiene un conocimiento superior que llega a estar organizado de formas más eficientes y abstractas,
2) usa procesos que llegan a ser más automáticos (e intuitivos) a través de la experiencia, y
3) adquiere una perspectiva más global (más que una detallada, analítica).
http://ajedrezescolar.es/2009/03/ajedrez-herramienta-para-ensenar-a-pensar-i/
El ajedrez enseña a pensar
En nuestro auxilio acude Leontxo García. En su libro "Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas" (2013), el reconocido autor dedica la segunda parte del mismo, al tema "El ajedrez enseña a pensar". Hila el tema y demuestra la utilidad de enseñar el ajedrez y sus múltiples relaciones con materias escolares, entre otras matemáticas e historia. Describe el aporte de la enseñanza del ajedrez en el desarrollo de la comprensión lectora, de la inteligencia emocional y de otras inteligencias: lingüística, logico-matemática, espacial, intrapersonal, interpersonal, existencial, musical.
Consideramos de suma utilidad que los amigos acompañen a Leontxo García en esta magistral conferencia. (link de YOUTUBE)
La Tercera Edición del Festival de Ajedrez de Salamanca nos presenta la conferencia de Leontxo García: El ajedrez enseña a pensar.