sábado, 14 de enero de 2023

AJEDREZ E INTELIGENCIA ARTIFICIAL (I)



La felicidad más bella del racional
es haber conocido lo cognoscible,
y respetar con serenidad lo incognoscible.
Goethe
Apotegemas en prosa

 
Iniciaremos la presente entrega, sin saber todavía cuantas más sobre el mismo tema se realizaran posteriormente. Al menos tengo proyectadas dos  adicionalmente.

Desde hace siglos, la posibilidad de crear una máquina jugadora de ajedrez ha estimulado la inventiva y la fantasía de los hombres.  Con esta frase se inicia el libro "Ajedrez y computadoras" publicado por Ediciones Martínez Roca en 1982.  
 
Hemos recogido fuentes y datos, recopilando lo que creemos son las mejores exposiciones sobre nuestros invitados en esta primera entrega, la que decurre desde El Turco hasta la genial invención de Leonardo Torres Quevedo  en 1912, El Ajedrecista, la primera máquina de ajedrez.
 
Hace 253 años se inicia esta historia.

 

"EL TURCO"

Por
Daniel Arjona
03/12/2020

El secreto del Turco: el autómata que ganó al ajedrez a Napoleón y fascinó al mundo
Hace 250 años, una máquina asombró a todos llegando a derrotar sobre el tablero al mismísimo emperador


 
ARTEDREZ 2009
"Tal vez ninguna exhibición de esta clase haya llamado tanto la atención general como el jugador de ajedrez de Maelzel. En cualquier parte donde haya sido visto ha sido objeto de gran curiosidad para todas las personas que piensan. Sin embargo, la cuestión de su modus operandi está aún sin aclarar. No se ha escrito nada sobre este tema que pueda considerarse como decisivo; y, de hecho, encontramos en todas partes hombres dotados del genio mecánico, de una gran sutilidad general y de inteligencia discriminativa, que no tienen escrúpulos en afirmar que el autómata es une 'pure machine' cuyos movimientos no tienen relación alguna con la actividad humana, y que, por consiguiente, es incomparablemente el más asombroso de los inventos de la humanidad. Y esto sería indudable si tuvieran razón en lo que suponen".

A Edgar Allan Poe no le engañaban tan fácilmente. Después de asistir a una demostración del Turco en Richmond, Virginia, el escritor publicaría en 1836 un ensayo breve, fascinante y escéptico sobre aquel prodigio mecánico que volvió loco a todo el mundo a lo largo de casi un siglo. En 'El jugador de ajedrez de Maelzel', Poe pasaba revista a otros autómatas célebres, como la carroza mecánica con la que jugaba Luis XIV cuando era niño, el Mago que respondía preguntas de Millardet —una especie de Siri decimonónico que inspiró 'La invención de Hugo Cabret', de Scorsese—, el Pato comedor de trigo de Vaucanson o incluso la máquina calculadora de Babagge —predecesora de nuestros ordenadores—, para dudar a continuación de que el celebérrimo Turco jugase tan asombrosamente bien al ajedrez sin intervención humana.

Reproducción del Turco.

El autor de 'Los crímenes de la calle Morgue' exponía en aquel artículo sus dudas sobre el Turco junto a una brillante y anticipatoria reflexión sobre la inteligencia artificial, con aciertos —como que un juego de cálculo bruto como el ajedrez no sería el más indicado para demostrar que una máquina era capaz de razonar— y también errores —como que los ocasionales fallos del autómata demostraban su 'humanidad'—, pero sin lograr dar con el mecanismo del engaño. Si nadie se escondía dentro del artilugio mecánico como todos podían ver claramente al inicio del espectáculo, ¿cómo demonios jugaba tan bien al ajedrez aquel engendro? Aún pasarían dos décadas para que el Turco desvelara su secreto.

Un regalo para la emperatriz

En la primavera de 1770, hace 250 años, la emperatriz María Teresa recibió en el palacio de Schönbrunn, en Viena, a Wolfgang von Kempelen y a su famoso autómata que jugaba al ajedrez y se había dado a conocer aquel mismo año.

"La figura en cuestión iba vestida de turco, con turbante y ropajes sueltos, y estaba sentada ante una especie de aparador sobre el cual había un tablero de ajedrez. Kempelen abría muy despacio las puertas del aparador y destapaba las ropas del Turco para mostrar los engranajes y mecanismos de su interior y también para probar que no había ninguna persona escondida debajo. Una vez activado, el Turco se ponía a mirar el tablero, daba unas cuantas chupadas a una larga pipa y se invitaba a los cortesanos a probar sus habilidades al ajedrez con él. Se colocaban las piezas sobre el tablero y daba comienzo la primera partida. La concentración de los jugadores y del público solo se interrumpía cuando Kempelen tenía que volver a dar cuerda al Turco. Pero al cabo de unas cuantas jugadas, el autómata había dado jaque mate a su adversario".

Una vez activado, el Turco miraba el tablero, daba unas chupadas a su pipa y se invitaba a los cortesanos a jugar al ajedrez con él.

Aquel ajedrecista mecánico de Kempelen, explica Randy, era una perfecta metáfora de su época en dos sentidos. Por un lado, los autómatas habían dejado de ser un juguete medieval para erigirse en símbolo de una Ilustración en pleno apogeo que clamaba por la conquista humana de la naturaleza y la sujeción del caos del mundo natural al orden racional de la física moderna. Por otro, presentarlo con el atrezo de los turcos mostraba de forma elocuente como los antaño amenazadores y brutales enemigos del imperio oriental, ahora en acelerada decadencia, se empezaban a considerar inofensivos seres exóticos y casi modernos que inspiraban las nuevas modas de Viena donde los nobles vestían a sus sirvientes con caftanes y turbantes.

 
Napoleón hace trampas 

@adrianaluzzia 24 feb. 2022
Aquel diabólico androide de madera y metal parecía invencible. Ganó una partida a Benjamin Franklin, otra al mencionado Chales Baggage y una más en 1809, en el fragor de la batalla de Wagran, a Napoleón Bonaparte quien, desesperado, realizó un movimiento ilegal creyendo poder engañar a la máquina, pero el Turco se dio cuenta y tiró las piezas del tablero de un golpe para después dar mate al emperador. El público asistía a aquellas veladas primero escéptico, después asombrado y por último aterrado ante tan sobrenaturales demostraciones mecánicas. Tras la muerte de Kempelen en 1804, el Turco pasó a manos de un genio del 'marketing' cargado de deudas llamado Johann Maelzel que inició una serie de ambiciosas giras mundiales que le llevarían a Estados Unidos con el fin de exprimir hasta el último dólar. Y allí fue donde lo vio en acción Edgar Allan Poe.

El público asistía primero escéptico, luego asombrado y por último aterrado ante tan sobrenaturales exhibiciones mecánicas

El escritor sabía, como tantos otros, que ninguna máquina de su tiempo estaba por supuesto dotada para vencer al ajedrez a un ser humano, cosa que no ocurriría hasta más de dos siglos después cuando Deep Blue ganó a Kasparov tras una serie de extraños hechos. El estadístico estadounidense Nate Silver que recogió en 'La señal y el ruido' la derrota del jugador soviético, recordaba allí también las dudas de Poe sobre El Turco: "A Poe se le recuerda como el inventor de las historias de detectives, y algunas de las pesquisas que llevó a cabo con tal de desenmascarar el engaño resultaron asombrosas. Así, por ejemplo, le resultaba sospechoso, y con motivo, que hubiera siempre un hombre (al que más adelante se identificó como el maestro de ajedrez alemán William Schlumberger) empaquetando y desempaquetando la máquina, pero que éste desapareciera durante las partidas (porque, ¡tachán! estaba dentro de la caja!)".

¿Dentro de la caja? ¿Pero no hemos quedado en que antes de empezar cada partida se exponía el interior del Turco para mostrar que no había nadie en su interior? Se acerca el final de esta historia, un final dramático y triste, y ha llegado el momento de conocer el exacto funcionamiento del Turco, un mecanismo de relojería tan complejo como falaz.

El secreto del Turco

Lo irónico es que el inquieto Edgar Allan Poe bien pudo ahorrarse sus pesquisas si hubiera estado atento a la noticia publicada anteriormente por la Gaceta de Baltimore donde se informaba que dos jóvenes habían visto precisamente al jugador de ajedrez William Schlumberger saliendo de la máquina. En cualquier caso, los hechos se desencadenarían poco después. La gira del Turco se dirigió a Cuba, el citado 'ayudante' Schulemberg falleció durante la travesía y al desafortunado Maezer no le quedó más remedio que suspender la visita y regresar a EEUU, pero antes de llegar fue hallado muerto, alcoholizado, en su camarote. La gran farsa había llegado a su fin. Un amigo de Maezer adoptó al Turco, pero no tenía su don para el espectáculo y acabó donando el autómata al Museo Peale de Baltimore, donde quedó arrinconado en una de sus salas hasta que el 5 de julio del 1854, durante el gran incendio de Filadelfia, quedó reducido a cenizas.

Los individuos anónimos que se escondían dentro del aparato eran auténticos virtuosos del ajedrez 
 
Tres años después, en 1857, una revista de ajedrez desenmascaraba al Turco tras una investigación. Martin Rady lo cuenta así en 'Los Habsburgo': "El truco era muy astuto. Dentro del aparador había una persona de baja estatura sentada en una silla giratoria. Las puertas del mueble se abrían y se cerraban de una en una, de modo que la silla giraba para ocultar al sujeto escondido y sustituía el asiento por una serie de poleas y ruedas dentadas. Todo lo demás se conseguía por medio de espejos, imanes y una válvula oculta que dejaba escapar el humo de la vela cuya luz necesitaba la persona escondida en el interior. Evidentemente los individuos anónimos que se escondían dentro del aparato eran auténticos virtuosos del ajedrez". 
 
 
El secreto del Turco.

Y así, sucesivos genios del ajedrez -al menos 15, según un libro de Silas Mitchell sobre el fenómeno- sostuvieron el engaño a lo largo de más de un siglo jugando en penumbra en un minúsculo zulo de madera, moviendo además desde el interior, gracias a un intrincado mecanismo, los brazos y los ojos del autómata y aguantando durante horas toses y estornudos comprometedores.

El mecanismo del Turco
 
Gracias a una peculiaridad anatómica, Poe rozó la verdad en su ensayo sobre el Turco: "La circunstancia de que el juego del autómata se realice con la mano izquierda es posible que no tenga relación con las operaciones de la máquina, considerada simplemente como tal. Cualquier mecanismo que pudiera mover el brazo izquierdo de la figura también podría mover de igual modo el derecho. Pero estos principios no pueden aplicarse a la organización humana, donde existe una notable y radical diferencia en la posibilidad de usar su brazo derecho y su brazo izquierdo. Deteniéndonos en este último hecho, hemos de referir, naturalmente, la rara incongruencia del jugador de ajedrez con la peculiaridad de la organización humana. Y así hemos de imaginar alguna inversión, porque el jugador de ajedrez juega precisamente como no lo haría un hombre. Aceptadas estas ideas, hay más que suficiente para sospechar la presencia de un hombre dentro. Unos pocos pasos más, imperceptibles, nos llevarán por fin al resultado".

"El autómata", concluyó, "juega con su brazo izquierdo, pero solo bajo esta circunstancia el hombre escondido puede jugar con su brazo derecho: un desiderátum completamente lógico. Imaginemos, por ejemplo, que el autómata juega con el brazo derecho. Para alcanzar el mecanismo que mueve el brazo, y que, según hemos explicado, queda inmediatamente debajo del hombro, sería imprescindible que el hombre escondido usara de su brazo derecho en una posición excesivamente incómoda (es decir, levantándolo contra su cuerpo muy oprimido entre éste y el costado del autómata), o que utilizara su brazo izquierdo, doblándolo ante el pecho. En ninguno de los dos casos podría actuar fácilmente con la precisión requerida. Contrariamente, desaparecen todas estas dificultades si el autómata juega con el brazo izquierdo. El brazo derecho del hombre escondido está cruzado sobre su pecho, y los dedos de su mano actúan cómodamente sobre el mecanismo del hombro de la figura. Pensamos que no puede objetarse nada razonable contra esta solución que ofrecemos al caso del autómata jugador de ajedrez". 

 

AJEEB

 

Ajeeb fue presentado por primera vez en 1868 por Charles Hooper. Era una imitación de El Turco ya que en su interior se escondía un jugador humano. Compitió contra famosos como Harry Houdini o Theodore Roosevelt y también jugaba a las damas. (AJEEB)


MEPHISTO


Mephisto fue creado por Charles Godfrey Gümpel en 1878 y tenía el aspecto del demonio del folclore alemán del mismo nombre (también llamado Mefistófeles). A diferencia de El Turco no tenía compartimientos donde se pudiese esconder un jugador y no está claro cuál era el truco, pero parece ser que era manejado a través de algún aparato electromecánico. (MEPHISTO)

 

"EL AJEDRECISTA"

 

El trabajo como inventor convirtió a Leonardo Torres Quevedo en una figura de gran proyección. En la imagen, entrevista realizada al ingeniero en la revista ilustrada La esferaen 1914. https://metode.es

 
Un genio español llamado Leonardo Torres Quevedo
 
Había nacido en Santa Cruz de Iruña, Santander, en 1852, y estaba considerado no sólo uno de los precursores de la informática, construyendo las primeras computadoras electrónicas españolas, sino también de la cibernética, gracias a la publicación de su obra Ensayos sobre automática. Su definición. Extensión teórica de sus aplicaciones, en 1913.

Además, aquel prolífico investigador había inventado y construido varios transbordadores, tanto en España como en el extranjero, como el Spanish Aerocar, que todavía funciona en las cataratas del Niágara, en Estados Unidos, sin ningún accidente importante durante toda su historia. Se construyó entre 1914 y 1916, siendo un proyecto español de principio a final: ideado por un español, construido por una empresa española con capital español. 
 
Un genio español
Una placa de bronce, situada sobre un monolito a la entrada de la estación de acceso recuerda este hecho: “Transbordador aéreo español del Niágara. Leonardo Torres Quevedo (1852–1936)”.

También tenía en su haber máquinas de calcular, analógicas y digitales (los aritmómetros). Dirigibles (los Astra-Torres, que fueron adquiridos por los ejércitos francés e inglés a partir de 1913 y empleados luego en la Primera Guerra Mundial en muy diversas tareas, fundamentalmente de protección e inspección naval). El Telekino (un autómata que ejecutaba órdenes transmitidas mediante telegrafía sin hilos, mediante ondas hercianas, que constituyó el primer aparato de radiodirección del mundo). fue un pionero en el campo del mando a distancia, junto a Nikola Tesla.

Y el más llamativo y quizá precursor de la Inteligencia Artificial, los jugadores ajedrecistas (autómatas jugadores de final de partida de ajedrez: se enfrenta el rey y torre blancos “máquina” contra el rey negro “humano”; el resultado “victoria de las blancas” de la partida está determinado algorítmicamente; disponía de un brazo mecánico para mover las piezas y de sensores eléctricos en el tablero para conocer su ubicación).   
 
Torres Quevedo falleció en diciembre de 1936, en Madrid, y en plena Guerra Civil el acontecimiento pasó inadvertido, bien que fuera de nuestras fronteras sí que se lamentó profundamente su desaparición.  (Sergio Parra 3 Diciembre 2009)
 
 
¡La primera máquina de ajedrez jamás construida! 

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Fue construido en 1912 por Leonardo Torres y Quevedo y fue presentado por primera vez en la Exposición Universal de París en 1914.

El Ajedrecista, que fue el primer autómata de estas características en el mundo, se conserva en el Museo Torres Quevedo de la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Universidad Politécnica de Madrid.

La máquina podría jugar el final Rey+Torre contra Rey y dar jaque mate; dado que la programación en ese entonces todavía estaba en su etapa inicial, a veces tomaba más tiempo del debido." (Tomado de @FIDE_chess 31-05-2022)
 
 
 
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El español Leonardo Torres Quevedo creó en 1912 el primer juego de ordenador: El Ajedrecista



 
Como vemos en la imagen era un sistema electromagnético que presentaba un pequeño tablero de ajedrez (en la parte media-baja derecha, casi tapado) y movía las piezas gracias a unos brazos mecánicos horizontales y verticales, que colocaban las piezas como los primeros telefonistas con los jacks. Cada casilla estaba conectada a unos cables con sensores; cuando una pieza se colocaba en una casilla se cerraba el circuito y así se detectaba la posición de la pieza.

El Ajedrecista incluso indicaba con campanas el “Jaque” y el “Jaque mate”. Además, si el oponente intentaba un movimiento ilegal una de tres bombillas se encendía, deteniéndose el juego hasta que se hiciera un movimiento correcto. Después de tres movimientos equivocados la máquina se apagaba (algo similar al famoso ‘Tilt!’ de los pinballs). Había que resetear la máquina para volver a empezar.

Alrededor de 1914 Torres Quevedo publicó un ensayo titulado ‘Essays on Automatics’ partiendo del motor analítico de Babbage (un dispositivo de computación de la época victoriana). Ahí plasmó su idea de un autómata universal que podría ser programado para realizar tareas humanas complejas y tomar decisiones basadas en datos condicionales, de la misma manera que se procesa la sentencia condicional IF y THEN.


En 1920 una segunda versión de El Ajedrecista fue construida por su hijo Gonzalo Torres Quevedo, bajo la dirección de su padre. Era mucho más agradable a la vista ya que los mecanismos estaban más ocultos y contenía varias mejoras. 



 
El juego era idéntico, Rey negro controlado por humano contra Rey y Torre blancos controlados por El Ajedrecista. El tablero se presentaba en horizontal y las figuras se movían por imanes. Mediante una voz fonográfica se avisaba del “Jaque al Rey” y “Mate”. 
 
El ajedrecista y otros inventos pueden ser visitados en el Museo Torres Quevedo, situado en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos de la Universidad Politécnica de Madrid. Como curiosidades podemos comentar que hay una app para jugar a El Ajedrecista, y Leonardo es el protagonista novela científica ‘Los Horrores del Escalpelo’, de Daniel Mares (2011)

4 comentarios:

  1. Felicidades, una magnífica narración que describe acuciosamente el fenómeno del turco de Kempelen, así como las intentonas posteriores de la creación de las versiones primigenias de la inteligencia virtual automática de Torres Quevedo el gran genio. Saludos cordiales y enhorabuena por el excelente trabajo.

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  2. Tomnado de Facebbok- 16-01-2023
    Henry Osorio
    Que buen tema, espero más publicaciones porque Hablar de Ajedrez es muy Inteligente , innovador y de transformación digital

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    1. Gracias Henry. Muy pronto publicaré posteos adicionales del tema. Abrazos fraternos desde Quito.

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