jueves, 2 de septiembre de 2021

LA PIEZA DE LA REINA APARECE EN EL AJEDREZ (4/4)



Difusión por los vikingos, menciones en España y conclusiones 

 

30 abril, 2021ajedrezlatitudsur

Por Sergio Negri


LA REINA COMO IMAGEN EN ANTIGUOS SETS DE PIEZAS EN EUROPA


Al apoyarnos en elementos literarios bien sabemos que se comenzó a hablar de la pieza de la reina en el ajedrez desde fines del siglo X a partir de su mención en Versus de Scachis. Desde entonces, como comprobamos a partir de otras fuentes literarias concomitantes correspondientes a geografías diversas, se puede también asegurar que ese ingreso al juego se habrá de dar en un proceso continental gradual, pero persistente, en aras de su definitiva incorporación sobre el tablero en reemplazo del exótico visir oriental.


El jardín del amor c. 1465. Master E. S. (Alemania), grabado representando el arte profano vinculado al amor cortés (con el ajedrez como testigo) . Actualmente en Berlin, Kupferstichkabinett, L214 (Lehrs II.302.214; Bartsch X.54.31)  
Wichman & Wichman, en su hermoso trabajo, si bien no dejan de consignar referencias a textos escritos, se concentran en presentar imágenes muy representativas en las que exhiben sets de piezas muy antiguas, algunas de las cuales incluyen a la soberana, dando la pauta clara de que, ya desde el siglo XI, existen en territorio europeo.

LA PIEZA DE LA REINA EN EL MAL LLAMADO AJEDREZ DE CARLOMAGNO (SIGLO XI)

Por una parte, ha sido objeto de mucha investigación el caso del mal llamado ajedrez de Carlomagno, cuyos trebejos fueron tallados en marfil de elefante, sobre los que ahora se sabe, con más certeza (aunque no absoluta), que podrían haber sido fabricados en Salerno, Italia, en el siglo XI.

Allí se contempla la respectiva figura femenina. El fundador de la estirpe imperial carolingia, gobernó entre los siglos VIII y comienzos del IX en los que difícilmente el ajedrez hubiera ingresado a sus dominios o, en todo caso, tuviera relevancia en términos de su difusión. La asignación a su linaje del juego tuvo que ver con leyendas y razones políticas de otro orden y no a la absoluta verdad histórica.

Con todo, que esas imágenes sean de comienzos del segundo milenio, no deja de constituir una constatación que da pistas temporales y geográficas sobre la presencia de la reina en territorios italianos en forma temprana. Y ello a pesar de que el algo posterior manuscrito Bonus Socius (producto cultural del norte de la península, a diferencia de la presunta localización oriunda del ajedrez de Carlomagno), como ya indicáramos previamente, siendo un texto didáctico aún no la preveía. 
 
La pieza de la reina en el “ajedrez de Carlomagno” (S. XI)
 

En esta diversidad de situaciones hay un hecho histórico clave que es explicativo: Salerno y los territorios meridionales de la península (sumándose a los continentales la isla de Sicilia), fue invadida en 1076 por los normandos por lo que, las piezas de la reina diseñadas en esa comarca podrían ser adjudicadas a una tradición nórdica, en perfecta sintonía con el hallazgo de las piezas de Lewis, tema al que nos referiremos a continuación .

A la reina del set de Carlomagno se la ve en un plano elevado, dentro de una caja, junto a dos cortesanos que sostienen los cortinados, quienes la asisten y protegen, en una imagen que apela a cierto tono reverencial. 
 
Otra imagen de la pieza de la reina en el “ajedrez de Carlomagno”
 

AUSENCIA DE LA REINA EN LAS PIEZAS DE ÁGER Y EN OTROS SETS DE LA REGIÓN DE LOS PIRINEOS (c. SIGLO XI)


Siendo de la misma centuria que esas piezas que provendrían de Salerno, las de cristal de roca que pertenecen a la ex Colegiata de San Pedro Áger, España, que se las exhibe actualmente en el Museo Diocesano de Lleida en Cataluña y en el Museo Nacional de Kuwait (en este caso a partir de la adquisición de parte del conjunto), respetan perfectamente la imaginería árabe con lo que, por supuesto, no era esperable que hubiera en su conjunto, trebejo alguno con connotación femenina.

No habría que dejar de reparar que el diseño abstracto musulmán, no sólo que no permitía identificar a las figuras por su sexualidad diversa sino que, más integralmente, tampoco debían remitir a personas o animales por motivos profundamente religiosos. 
 
Piezas de Áger (S. XI)
 

Tampoco estaba la pieza de la reina en otros conjuntos de piezas legados a distintos Monasterios en la zona de los Pirineos desde el siglo XI, como las correspondientes al testamento precursor del Conde Ermengol de Urgel, en Cataluña, y otros posteriores de ese linaje y del de otros de la región.

PIEZAS DE LA REINA DEL SIGLO XI EXHIBIDAS EN MUSEOS DE FRANCIA 


A Francia el ajedrez ingresó, fundamentalmente, por el lado de los Pirineos. Pero ya hemos visto que la prolongada estadía árabe en territorios de la península ibérica hicieron que la aparición de la pieza de la reina no estuviera en ese territorio de origen en tiempos pioneros. En esas condiciones: ¿cómo explicar que existen sets de piezas del siglo XI que ya la incluyen correspondiendo a territorios galos?

Podríamos especular que ello hubiera podido, alternativamente, ocurrir por intercesión de los pueblos del norte. Los vikingos merodearon no sólo por Inglaterra, sino que con los normandos irán al sur de Italia y a Sicilia (donde los musulmanes ya habían introducido su proto-ajedrez) y, también lo aportarán en el norte del continente, por el lado de los Países Bajos y en la propia Francia: mucho se recuerda el asedio vikingo a París en el siglo IX, y que, desde ese mismo instante, se estableció en el noroeste de ese espacio un dominio, que será la región de Normandía, desde donde precisamente operó la conquista de Inglaterra por ese pueblo.

El ajedrez, ya sabemos, era parte de las alforjas de las vías del comercio y de las conquistas. Ese es un punto de vinculación fuerte que explica que Francia tuviera la pieza de la reina que era idiosincrásica con origen en los pueblos del norte y no en la vecina España.

Quizás influida por este proceso, vemos que en el Museo Nacional de la Edad Media o Museo Cluny, París, se exhibe una bella imagen del siglo XI, confeccionada en marfil, que procede de la Catedral de Reims. No habría que olvidarse que Reims fue asediada por los normandos, razón por la cual sus habitantes construyeron murallas defensivas en el siglo IX. 
 
Pieza de marfil (S. XI) en el Museo de Cluy, París, Francia (arriba, anverso)

En este caso se la presenta a la reina en una escena que la vincula a Jesucristo, por lo que podría adscribirse a un culto mariano tan en boga en la zona y en ese tiempo. Por ende, se la podría excluir, en principio, de toda influencia vikinga. 
 
 

Contrariamente, hay dos piezas de la reina que son de fines del siglo XI, también de marfil, que tendrían una génesis de la porción meridional de Italia (Salerno o Amalfi), por lo cual la influencia normanda en ese caso sí debió existir. Se las expone en el Cabinet des Médailles (Département des Monnaies, médailles et antiques) de la Biblioteca Nacional de Francia en París. A la soberana la asisten dos personas que corren los velos del cortinado que pudiera ocultarla. 
 
Pieza de la reina del sur de Italia (S. XI), Cabinet des Médailles, París, Francia
 
 

UNA PIEZA DE LA REINA EN ALEMANIA CON PROBABLE ALUSIÓN A MATILDE DE CANOSSA (S. XII)


Una imagen muy antigua de marfil, ya que sería de la primera mitad de esa centuria, se puede apreciar dentro de la Colección de Esculturas del Museo Estatal de Berlín, Alemania. Es originaria de la porción meridional de Italia, muy probablemente de nuevo de Salerno. Allí se ve a la soberana sentada en su trono en forma muy confortable.

Para Yalom esta figura podría remitir a la noble toscana Matilde de Canossa (1046-1115), una de las mujeres más influyentes de la Edad Media, que era de Toscana, quien estableció alianzas con el papa Gregorio VII (1020-1085) en su polémica con el emperador romano-germánico Enrique IV (1050-1106). Una mujer poderosa fortaleciendo la viabilidad de la existencia de una pieza de la reina en el ajedrez. 
 
Pieza de la reina (S. XII) en el Museo del Estado de Berlín, Alemania
 
 

PIEZAS DE LA REINA EN LA CULTURA NÓRDICA


Es notable que la mayoría de las piezas de la reina que se han hallado correspondientes a tiempos pioneros pertenecen a la cultura nórdica. Ya vimos que, en el caso del ajedrez de Carlomagno, la manufactura correspondería a una Salerno en tiempos en que los normandos ocuparon ese territorio.

No se sabe a ciencia cierta cómo ingresó el ajedrez a esos territorios septentrionales del continente europeo, pudiendo haber ello ocurrido por dos vías lógicas, dada la proximidad: desde Alemania a Dinamarca o, complementariamente, por una ruta con inicio en Rusia, pasando desde allí directamente a lo que será el Reino de Noruega y la actual Suecia. También se ha especulado que podría haber sido la vía de contacto inicial Bizancio, habida cuenta de que en el siglo IX solían haber guardias noruegos en esos territorios. Lo cierto es que el poderoso rey Canuto II (995-1035) de Dinamarca, fue un reconocido aficionado al ajedrez (aunque algunos entienden que el pasatiempo en cuestión era el hnafatfl, otro juego de tablero, de origen nórdico y muy antiguo), dando cuenta de un episodio temprano sobre el juego en esos territorios escandinavos.

De lo que hay absoluta certeza es cómo los vikingos (es decir los nórdicos que se orientaban a ultramar), en el marco de sus conquistas (emulando al pueblo musulmán que hiciera lo propio en tiempos previos), en sus excursiones llevarán el ajedrez, contribuyendo a su difusión o directamente siendo los responsables de su ingreso, en territorios tan distantes que van del sur de Italia a Inglaterra, pasando por Francia y los Países Bajos. La aún más lejana Islandia es otro caso prototípico aunque, claro está, esa isla fue colonizada por ese pueblo desde el siglo IX.

Otra contribución importante de la cultura nórdica es que, como reflejo de una sociedad que en muchos sentidos era más igualitaria desde la perspectiva del género (sus mujeres participaban en las batallas sin demasiados remilgos, aunque de todos modos regían los valores patriarcales), la pieza de la reina en el ajedrez habría aparecido plenamente desde los inicios, a diferencia de lo acontecido en otras geografías en donde se dio un proceso lento por la transición desde el visir oriental. Sobre el punto resultan notables que, por ejemplo, en los relatos islandeses, las mujeres más representativas tiendan a ser fuertes, independientes y agresivas, como se muestra en la antigua saga (sería del siglo XI) Heiðarvíga.

En este contexto, no habrá de extrañar que muchos de los hallazgos de piezas de la reina del ajedrez correspondan a este origen. De hecho se han hallado numerosas imágenes representativas que son del siglo XII, de Escandinavia (incluyendo Islandia) a Groenlandia. Por supuesto que, en este marco, el principal hallazgo corresponde a las denominadas “piezas de Lewis”, tema que abordaremos seguidamente.

LA REINA INCLUIDA DENTRO DEL CONJUNTO DE PIEZAS DE LEWIS (S. XII)

Dentro de las evidencias relativamente tempranas registrando la aparición en el ajedrez de una pieza con rostro de mujer, teme sobre el que no procuramos ser exhaustivos sino, como en el caso de las referencias literarias, dar pistas de los elementos más representativos, sin dudas que el hallazgo más importante es el de las denominadas piezas de Lewis, descubiertas en el siglo XIX.

En esa isla, integrante de las Hébridas, al oeste de Escocia, en el Mar homónimo (brazo del Océano Atlántico), se descubrió un conjunto de 14 tableros y 93 piezas (82 se exhiben en el Museo Británico y 11 en el Museo Nacional de Escocia; 78 son figuras y 14 son discos planos), que serían de la segunda mitad del siglo XII, entre las cuales hay 8 que corresponden a la reina del ajedrez.

A estas se las aprecia entronizadas en sillas ornamentadas (similares a las de los reyes) y coronadas en forma simple, llevando un velo sobre el pelo, que cae sobre los hombros. En todos los casos visten una túnica, con mangas cortas por debajo, usando adornos similares a bandas en las muñecas. La mano derecha, que se apoya en la mejilla, en una expresión que se considera de sorpresa, es muy emblemática, y recuerda un dibujo hallado en las ruinas de un palacio noruego en Nidaros (la entonces capital del reino).

La conexión cultural con la metrópoli es clara habida cuenta de que Lewis formó parte, entre 1079 y 1266, del Reino de Mann y las Islas, desde que fueran incorporadas a sus dominios por los vikingos. 
 
 


El diseño de las piezas es románico, siendo la mayoría de material de marfil de morsa, probablemente procedente de Groenlandia (otras son de dientes de ballena). Se habrían tallado en Noruega, en la ciudad de Trondheim (por entonces se la denominaba Nidaros). Hay una hipótesis alternativa, desde luego controversial, que pone el origen de este conjunto en Islandia. En cualquier caso, su origen nórdico está fuera de discusión.
Reyes y reinas (abajo) y la asombrada reina (arriba) del conjunto de piezas de Lewis

Formato de la pieza de la reina en el conjunto hallado en la isla de Lewis
 
Tres reinas con expresión de asombro y un rey circunspecto y con una espada que impone respeto, en el conjunto de las piezas de Lewis

¿UNA PIEZA DE LA REINA DEL SIGLO XII DE ORIGEN ESPAÑOL?


Ya hemos visto, al reparar en las referencias literarias, que la pieza de la reina aparece en la tradición hispánica en forma algo tardía respecto de lo sucedido en otras geografías europeas, incluso en la vecina Francia. Se ha argumentado, y no sin parcial razón, que el hecho de que aparecieran trebejos con rostro de mujer en tallas no necesariamente implicaba que se jugara con ella. Siempre existe la posibilidad de que su presencia obedeciera a su condición de meros objetos de ornamentación y, en algunos casos, de reverencia hacia soberanas reales máxime que, en muchos casos, esa clase de objetos podían ser donados y exhibidos en Monasterios u otros lugares de interés en mérito a su valor.

Igualmente, esta teoría cede, al menos en su expresión absoluta, si se aprecia la presencia clara y consistente de la pieza de la reina, al menos en la tradición nórdica. El conjunto de las piezas de Lewis es conclusivo en este aspecto ya que, en ese contexto, junto a ocho reyes aparecen ocho reinas. El visir, había dejado definitivamente su lugar a la soberana, como se demuestran en las estatuillas que la representan, no solo en ese caso sino en tantos otros, incluidas las halladas en la porción meridional de Italia bajo influencia normanda.

En esta búsqueda de hallazgos históricos, aparece un caso muy interesante, el de la pieza de la reina del siglo XII que se exhibe en el Walters Art Museum de Baltimore, EE. UU., la cual, siendo de estilo románico, con influencias bizantinas, se cree que es de origen español.

La constatación de su procedencia merecería una investigación más profunda ya que ese hallazgo, de tener aquella fuente, es de carácter excepcional y, a su manera, pone en tela de juicio la idea de que la pieza de la reina hubiera aparecido en la península ibérica en tiempos posteriores (como refleja su literatura o, para un mejor decir, la ausencia de ella en cuanto a referencias sobre la pieza de la reina en tiempos previos al siglo XIV) .

Apuntalando la hipótesis, se destaca que lleva un tocado al estilo de las reinas y damas españolas de ese momento: una capucha apretada que rodea la cara la que es sostenida por una diadema. Ese es un elemento que lo vincula con la cultura hispánica aunque, también se ha sostenido (con menos fuerza), que por el hecho de haber sido construida con marfil de morsa, podría tener un origen alternativo, quizás germano. 
 
Pieza de la reina ¿española? (siglo XII) en el Museo de Arte Walters de Baltimore, EE. UU
 
 

OTRAS PIEZAS DE LA REINA EN LA TRADICIÓN NÓRDICA (SIGLO XIII)


Pasando al siglo XIII, dentro del origen nórdico y con una tipología consistente respecto de previos descubrimientos de ese origen, tenemos el caso de otras figuras con rostro de mujer, por caso sendas de hueso de morsa (en una de ellas la soberana está montada en un caballo), que se muestran en el Museo Nacional de Dinamarca en Copenhague. También en ese espacio museístico hay otra de marfil, con la mujer sobre el equino, aunque en este caso sería del siglo XIV. 
 
Pieza de la reina de hueso (siglo XIII) en el Museo Nacional de Copenhague, Dinamarca
 
 

Otra pieza de la reina de hueso (siglo XIII) 
en el Museo Nacional de Copenhague, Dinamarca
 
 
Pieza en marfil (siglo XIV) en el Museo Nacional de Copenhague, Dinamarca
  
 
Otra pieza interesante, siempre de origen nórdico y de marfil, y con la reina sobre el corcel, se aprecia en la colección del Museo Metropolitan de Nueva York. 
 
 

Para finalizar la recorrida, mencionemos a otra pieza de la reina, confeccionada en hueso, que sería de fines del siglo XIII, la que se exhibe en el Kunstgewerbemuseum (Museo de Arte Decorativo) de Colonia, Alemania. 
 
Pieza de la reina (S. XIII) en el Museo de Arte Decorativo de Colonia, Alemania
 
 
Como regla general hay que decir que, en todos los conjuntos de piezas analizados, en una cuestión que resulta del todo lógico en el marco de sociedades jerárquicas (y el ajedrez fue el mejor espejo de la sociedad medieval), el tamaño de los trebejos no es uniforme. A fin de representar el distinto poderío en las cortes, la pieza del rey era diseñada con la máxima altura relativa e, inmediatamente después, aparecía, en orden de estatura la pieza de la reina, por delante de todas las restantes, en inequívoca señal de poder (dentro y fuera del tablero).

Este detalle es muy relevante ya que, más allá de la mayor o restringida posibilidad de movimiento de la pieza de la reina en el juego, al menos en el diseño de las estatuillas se le asignaba un mayor valor respecto de todas las otras piezas, con la clara excepción de un rey, ese que nunca podría ser capturado, al menos dentro del espacio ajedrezado.

A MODO DE CONCLUSIÓN


Desde Versus de Scachis de fines del siglo X, con el influyente texto de Cessole de unos 300 años más tarde, podríamos contemplar que se dio un progresivo proceso de aparición en Europa de la pieza de la reina, desplazando al visir oriental, del que heredó la primera forma de movilizarse (la que luego evolucionaría) y el espacio ubicándose al lado del rey.

A partir de la constatación de la inclusión de la pieza respectiva en textos literarios de esos tiempos medievales, se podría conformar una suerte de cuadrilátero, integrado por los territorios de influencia de las actuales Alemania, Inglaterra, Francia e Italia, en donde la pieza de la reina hubo de aparecer en el ajedrez, posicionándonos desde la primera mitad del siglo XIV y mirando desde allí hacia el pasado.

Por supuesto que para arribar a esta conclusión, se consultaron textos que no son específicamente de divulgación, aunque los de Neckam y Cessole podrían aspirar a ser tomados en cuenta, más allá de sus aspiraciones más extendidas, dentro de ese rubro.

Como en esos tiempos el ajedrez se jugaba fundamentalmente en las cortes, que aparezcan referencias literarias significativas que hablaran de la inclusión en el juego de una pieza con rostro de mujer, está lejos de ser un dato menor. Es que la literatura cumple una doble función: retrata la realidad y la anticipa. Bajo cualquiera de esas posibilidades, que en importantes textos medievales se hable de la existencia de esa clase de trebejo, tiene no solo un impacto social sino que, desde la cultura, llega inexorablemente, más temprano que tarde, a la práctica cotidiana.

Bajo esta perspectiva, la presencia de la figura de la reina en el ajedrez se habría dado en primera medida en el corazón de Europa (Alemania/Suiza, tomando las referencias nacionales actuales), siguiendo luego fuertemente en Inglaterra y la región nórdica, con especial predicamento en su divulgación del pueblo vikingo en el marco de sus conquistas.

Para fundamentar este último agregado, la apoyatura deviene no ya de la literatura, sino de las poderosas imágenes de las piezas de ajedrez halladas en diversos sitios (desde las de la isla escocesa de Lewis a las de la zona de Salerno en Italia) que incluían, siempre, a la reina junto al rey.

Y ese aporte nórdico tiene otra fuerza explicativa en el caso inglés ya que, como es bien sabido, desde Guillermo el Conquistador (c. 1028-1087) los normandos hicieron baza en la isla (viniendo desde territorios de una Francia conquistada antes) y, si no se ingresó el ajedrez en la isla por entonces como se suele suponer, al menos en ese tiempo se contribuyó a su difusión.

Francia exhibe cierta atipicidad ya que la introducción de la reina podría tener allí un origen probablemente mixto: al mentado por influjo de la influencia normanda, se le agrega una impronta local, del todo idiosincrásica, ya que la pieza de la reina no remite tanto a las soberanas de la corte sino, adquiriendo una connotación mística, sino por su advocación al culto mariano.

El último lado del cuadrilátero, el de Italia, muestra que en su parte septentrional (ya en la meridional habían hecho su aporte también los normandos), con el influyente texto de Cessole, se termina por consagrar en ese territorio la reina en el ajedrez. Para más, como ese trabajo tuvo gran difusión, a partir de la aparición en muchos puntos del continente de manuscritos (y algo más tarde, con la imprenta, de libros), ya fue del todo irreversible que la reina, para el siglo XIV en toda Europa (salvo en Rusia), desplazara al exótico visir.

Un caso algo atípico lo representa España que, al menos desde la constatación de las fuentes literarias, quedó algo rezagada en este proceso, lo que es del todo comprensible por el amplio (desde lo territorial) y extenso (desde lo temporal) dominio musulmán, que se prolongó hasta fines del siglo XV. Es lógico, en esas circunstancias, que siguiera predominando en ese espacio el modelo árabe de juego (el del shatranj) el cual, como bien lo sabemos, no contemplaba pieza alguna con rostro de mujer.

Sin embargo también creemos que podría haber una tensión en la población local a que se reconociera a la reina, como tal vez lo demuestra, y en forma particularmente temprana, la pieza que se exhibe en el Museo de Arte Walters de Baltimore, EE. UU., que podría tener origen en la península ibérica, la que está datada en el siglo XII. En cualquier caso, contrasta esa situación con el hecho de que, conforme nos ilumina el investigador español José Antonio Garzón Roger, quizás la primera vez que se nombre a la pieza de la reina en la península en textos escritos haya sido en las traducciones al catalán del texto de Cessole.

En efecto, en la primera recepción de ese texto a ese idioma, que está en un manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid, fechado en 1385, se emplea la grafía regina. En las siguientes traducciones, de los primeros años del siglo XV, encontramos también regina y, en algún caso, también reyna. Este término es igualmente el que figura en la versión catalana de ese libro que se conserva en la Biblioteca Vaticana que corresponde a la primera mitad del siglo XV.

Si en esta incorporación de una figura con rostro de mujer en el ajedrez España aparece en forma tardía, ya tendrá oportunidad de reivindicación, y con creces, cuando en el siglo XV, al influjo de la poderosa Isabel I de Castilla (1451-1504), vayan a aparecer en el último cuarto de esa centuria los textos emblemáticos que contemplen a la pieza de la reina con todo el poderío posible, es decir moviéndose como torre y los dos alfiles.

Ello habrá de connotar la aparición de la escuela moderna del ajedrez (con aportes que provendrán fundamentalmente desde Valencia y Salamanca), juego que, claramente, a partir de ese momento, tomará distancias definitivas respecto del que en algún momento había ingresado junto a la invasión árabe por el sur, y al que con Alfonso X se logró metamorfosear, solo en parte, al cambiar a la pieza del visir por la del alferza.

En estas condiciones, a partir de ahora, se distinguirá el ajedrez viejo del axedrez de la dama (en España), o eschés de la dame o eschés de la dame enragée (en Francia), o scacchi della donna o alla rabiosa (en Italia) o, en definitiva, al ajedrez moderno. Pero esa es otra historia. Sólo por el momento agreguemos que la idea de furiosa que se connota en las dos últimas expresiones apelan claramente al movimiento ampliado de la reina y, culturalmente, deja de paso sentado cierto temor de los varones de perder poder frente a lo que podía convertirse en un, a su juicio peligroso, avance del ginocentrismo.

Si en España fue preponderante para la aparición de la reina del ajedrez el papel desempeñado por Isabel la Católica, algo relativamente equivalente sucederá en Rusia con la zarina Catalina II (1729-1796). Es que, recién con Catalina La Grande la pieza de la reina, y del todo tardíamente, tendrá estado de presencia en un territorio en el que el ajedrez ingresó sin embargo en forma muy temprana, adquiriendo gran predicamento en su población, pero sin contar con trebejo alguno con rostro de mujer por demasiado tiempo.

En esa geografía, si bien en material fílmico se puede apreciar a Iván IV el Terrible (1530-1584), otro cultor del juego, jugando en un tablero en el que aparecía la figura de la reina, fundamentalmente en el trabajo que le dedicara a esa controvertida figura histórica el eximio cineasta soviético (letón) Serguéi Eisenstein (1898-1948), ello no se ajustaría a la verdad histórica. Este retraso en admitir a la pieza de la reina, en el caso de Rusia, puede estar más asociado a una demora en su proceso de modernización que se dio recién desde Pedro I el Grande (1798-1834), por lo que, en el marco de tradiciones más rígidas, los cambios, en todos los planos, necesariamente debieran ser más tardíos.

Para que la reina aparezca en el juego del ajedrez había que estar a la altura de los nuevos valores de la que, con el tiempo, se denominará Edad Moderna. Por lo pronto es notable que, aún en el siglo XVIII, se pudieran hallar juegos de ajedrez en Rusia que continuaban presentando al visir (y no a la reina), lo que era impensable para cualquier otro punto europeo de la época. Y que en esa gran nación, al aludirse a la pieza respectiva, se lo hace con el término ferz (Ферзь), es decir connotando al visir oriental. Sin embargo, en forma coloquial, desde el siglo XVII se pueden emplear otras alternativas: korolevna (hija del rey); tsaritsa (zarina), y baba o boyarina (mujer anciana); y también los de koroleva o krala (directamente reina), en línea con la expresión polaca krôlwa.

Como en cualquier sitio y tiempo, los fenómenos profundos vinculados al ajedrez, en tanto juego, quedan vinculados con las claves de cada contexto cultural, social y político, que lo trascienden. Ya dijimos que la pieza de la reina fue heredera del visir, cuya movilidad era muy restringida (solo un paso en diagonal), lo que tenía toda lógica: su función era defensiva y de protección al rey, por lo que debía acompañarlo, casi como si de un escudero se tratase.

La reina, entonces, comienza con esa forma de desplazamiento pero, con el curso del tiempo, habrá de sufrir un intrínseco proceso de transformación que la llevará a ser la figura más potente de todas (a pesar de una femineidad que en principio remite al recato y la cautela), convirtiéndose en un ariete ofensivo de cada bando en pugna. Esto habrá de suceder desde fines del siglo XV, con lo que el ajedrez sufrirá una transformación decisiva, haciéndolo más dinámico y atractivo y, desde luego, dando el merecido espacio en su seno a una figura con rostro de mujer.

Por supuesto que la mujer siempre había estado presente desde los propios orígenes del ajedrez, como jugadora o espectadora (incluso en la tradición oriental) y siendo parte de algunas leyendas sobre la creación o evolución del juego. Y, para más, la deidad del ajedrez es femenina: Caissa, originalmente una ninfa devenida en Diosa. Pero recién en Europa, desde el siglo X, tendrá también presencia en la dinámica del juego.

Concluyendo, puede asegurarse que, pese a las realidades diferenciales según el territorio nacional que se tome como punto de referencia inicial para el análisis, no habría que dejar de constatar que, ya desde los comienzos del segundo milenio, se iría dando en la experiencia europea el hecho de que un trebejo con rostro femenino aparezca en escena.

En principio, ello sucederá heredando posición y movilidad del antiguo visir oriental, por lo que esa presencia no implicará cambio alguno en la forma de practicar el juego. Esa circunstancia no puede obnubilar un hecho del todo relevante: desde una mirada cultural, por primera vez, y eso es una transformación copernicana, una pieza con rostro de mujer comenzaba a hacerse visible en el milenario juego.

Es que, ver a una figura femenina que comienza a tener arraigo dentro del tablero, aún sin modificar su práctica intrínseca, es del todo importante y excepcional. Por primera vez se le reconocerá una relevancia dentro del ajedrez, permitiendo que, en definitiva, el pasatiempo pudiera ser una mejor y más perfecta representación de la sociedad medieval europea.

Ese será un paso gigantesco, pero aún incipiente, en espera de la transformación definitiva que se dará en el siglo XV cuando, a partir de la movilidad ampliada de la reina (y también del alfil), y el cambio progresivo que venía sucediendo en la imaginería de las piezas (para occidentalizarlas), quedaran sólo vestigios de los orientales shatranj, del chatrang y del chaturanga, de los que con todo el ajedrez es un digno heredero. Será el tiempo de la Edad Moderna, por lo que el juego se dinamizará, adquirirá formato renovado, se universalizará y comenzarán las competencias y los viajes de los ajedrecistas desde un punto al otro del continente.

A partir de ahora habrá, por cierto, un cambio radical en la forma de jugarse el principal pasatiempo de tablero de la Europa medieval. Con una figura femenina absolutamente empoderada, dando cuenta que iba pasando de una homosociabilidad extrema a una mayor heterosociabilidad, en sintonía con la existencia de reinas más influyentes y poderosas.

Una nómina de personalidades egregias pudieron ser inspiradoras. Entre ellas sobresalieron, por su vínculo con el ajedrez, las emperatrices Adelaida de Italia (912-973), la bizantina Teófano Skleraina (960-991) y la doble reina de Francia e Inglaterra Leonor de Aquitania (1122-1204), quien habría sido afecta al pasatiempo, el que pudo haber traído luego de su excursión por Bizancio. Y, en años próximos, se seguirá con tantas otras, como Isabel la Católica, Isabel I de Inglaterra (1533-1603) y, más tarde, Catalina La Grande. Saliendo del plano cortesano, no hay que olvidarse de dos figuras femeninas potentes adicionales: la francesa Juana de Arco (1412-1431) y la celestial y eterna Virgen María.

También hay que decir que la idea de dama (y la de donna en italiano y dame en francés), que se comenzará a usar en vez de la voz de reina, aunque en forma algo posterior al espacio temporal en el que se concentra este estudio, proviene del latín, al reconocerse el caso de la esposa del señor o dominus.

Por otro lado sabemos que era mejor evitar equívocos ya que la coronación de los peones y su transformación en reina, además de una extraña transexualización, podía generar la presencia de varias reinas en juego, con una poligamia indeseada en tanto modelo de las cortes reales. Por eso la dama, en particular en espacios latinos, podrá ser llamada dama. Por eso en Inglaterra, al peón que coronaba, se lo siguió llamando por mucho tiempo fers, en busca de diferenciación.

Reina en la corte, dama en los dominios medievales. Mujeres ambas. La Reina de los Cielos. Juana de Arco. Y tantas otras mujeres que podrían ser mencionadas…Mujeres que debían tener su espacio en el mundo del ajedrez.

¿Cómo el arquetípico ajedrez se iba a privar de reconocer en su interior a una pieza que tuviera rostro de mujer?

Para ir concluyendo digamos que, si la figura con rostro de mujer tardó en aparecer, primero lo hará tímidamente (vistiendo con ropajes femeninos al reemplazar al antiguo visir) para, tiempo después, al adquirir movilidad ampliada, revolucionar al juego como un todo.

En ese tránsito, dejará de ser una tímida acompañante del rey para, por el contrario, salir a la lucha franca en campo enemigo, jugándose la vida a cada paso, aunque siempre al servicio de la figura varonil, en el contexto de los valores de una sociedad patriarcal.

Vienen a la mente, las palabras del filósofo argentino Ezequiel Martínez Estrada (1895-1964) quien, al referirse a la pieza de la dama, la caracterizó por ser un factor de violencia y, a la vez, una figura protectiva, para agregar (no sin cierto paternalismo): “es difícil de manejar, de someter, de medir”.

Consideró, además que, más que base estructural de una posición, tiene el don de ser un sostén que elabora la victoria, la que prefiere definir por sí misma. Dijo que es la pieza genial, la de la discordia, la de la tensión, la de la subversión, apreciando que una partida sin damas: “da la impresión de una vida de viudo”.

El poeta terminó expresando que la dama, como mujer, en ella descansa la responsabilidad de la bondad; y que los demás extraen de su figura fuerzas para luchar y consuelo para morir. En una bella expresión, finaliza diciendo: “Por el rey se mata, por ella se muere”.

En algún lugar de la ruta de la seda, en un tiempo indeterminado, surgió el proto-ajedrez que derivó en el juego que tanto amamos. Ingresará a Europa por caminos diversos, y en tiempos sucesivos, para aclimatarse, adaptarse y tomar definitiva forma, antes de su definitiva universalización. En ese marco el continente de ingreso le dará un formato moderno y diverso, guardando la esencialidad de los lazos que lo une a las prácticas previas, pero con una nueva impronta. Y con ella, la mujer, tendrá un espacio de reivindicación, al aparecer a pleno, y con creciente poderío, en un juego que terminará por transformarse.

Desde el punto de vista técnico habrá una revolución, el juego ya no será el mismo. La mujer, con la pieza de la reina (de la dama), tardó en aparecer mas, cuando lo hizo, ¡no pasará inadvertida!

Por su parte, desde el punto de vista cultural, su presencia vino a cubrir una carencia que ya resultaba inadmisible y, a partir de su incorporación, permitió que el juego sea la más perfecta representación de la sociedad medieval occidental.

Y, a partir de ese momento, se podrán alcanzar nuevas cumbres metafóricas ya que, la literatura en particular, y el arte en general, al ver a un ajedrez con presencia femenina, podía imaginar escenarios más completos y complejos, retratando situaciones, inventando leyendas y recreando mitos, elevando las plegarias, cantando los juglares, barruntando poemas, sabiendo que la mujer, ella también, desde ahora, era parte intrínseca de un juego milenario que no podía darse el lujo de dejarla de lado.

Finalicemos concluyendo planteando el registro histórico de que, para que una figura con rostro de mujer pudiera aparecer en el ajedrez, habrán de pasar más de 500 años desde su incierto momento de invención/descubrimiento. Y que transcurrirá un lapso de más de un milenio, respecto de aquel momento fundacional e iniciático, para que se empodere el nuevo trebejo.

Esa situación actúa de perfecta parábola de lo que históricamente ha sucedido, y por momentos sigue ocurriendo, fuera del espacio escaqueado, en cuanto a la ausencia, el relegamiento y la necesidad de dotar a la mujer de un sentido de equidad abandonando caducos cánones patriarcales.

Una parábola que nos interpela hoy, como siempre, en el sentido de que las profundas transformaciones, no sólo son posibles sino imprescindibles, como evidencia la evolución de un juego de normas tan estrictas que se consolidó en su diseño primario al convertirse en un emblema consagrado en diversos sitios y en todo tiempo, lo que no le impidió evolucionar distando de ser un modelo sacralizado.

Un lapso profundo de espera que apela a un término que debe ser apropiado más desde el sentido de esperanza que de paciencia y aguardo.

El ajedrez, en esto, como en casi todo, evidencia una vez más que es una profunda imagen especular de la cultura de los pueblos. 
 
 
 
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA


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A History of chess, From Chaturanga to the present day; Averbaj, Yuri;Russian National Public Library for Science and Technology, 2012.

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De Naturis Rerum Libri Duo; Neckman, Alexandri; Longman Green, Londres, 1863.

El ajedrez medieval, El juego de la guerra en la Cataluña del siglo XI; Oliver Vergés i Pons, Roda da Fortuna, Revista Eletrônica sobre Antiguidade e Medievo, Reche Ontillera, Alberto; Souza, Guilherme Queiroz de; Vianna, Luciano José (Eds.), Volume 1, Número 2, pp. 80-91, 2012.

El poema de Ben Ezra;Antonio Gude, en El Cubo de Rubik, blog del autor, 31 de marzo de 2017.

En pos del incunable perdido; Garzón, José A., Biblioteca Valenciana, Colección Bibliofilia, Generalitat Valenciana, 2001.

Gesta Romanorum; versión de Charles Swan, 1824, en https://en.wikisource.org/wiki/Gesta_Romanorum_Vol._I_(1871).

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Historical Remarks on the introduction of the game of chess in Europe, and on the Ancient chess-men discovered in the Isle of Lewis; Madden, Sir Frederick; en The chess player´s chronicle, Londres, 1841.

Ibn Ezra y el ajedrez;Sergio Negri, en el sitio de ChessBase, 22 de octubre de 2020.

Les Eschéz d’Amours, A Critical Edition of the Poem and its Latin Glosses; editado por Gregory Heyworth, Daniel E. O’Sullivan con Frank Coulson, Leiden, Boston, 2013.

Libro de los Juegos: Acedrez, Dados e Tablas; Alfonso X El Sabio, Biblioteca Castro, Fundación José Antonio De Castro, Madrid, 2007.

Los libros de acedrex dados e tablas: Historical, artistic and methaphysical dimension of Alfonso X ´s book of games; Golladay, Sonja Musser, ProQuest, The University of Arizona, 2007.

Nuevo Ensayo de Bibliografía Española de Ajedrez (NEBEA), de José Antonio Garzón Roger, Josep Alió y Miquel Artigas, ROM Editors, Valencia, 2012.

Nuevos datos sobre la temprana difusión del ajedrez en los Pirineos y una reflexión sobre las piezas de Áger; por Joan Duran-Porta, Universitat Autònoma de Barcelona, 2016.

Power Play: The Literature and Politics of Chess in the Late Middle Ages; Adams, Jenny, University of Pennsylvania Press, 2006.

Scachs d´amor: Describing the rules of chess; by Sergio Negri, en el sitio ChessBase en inglés, 30 de marzo de 2020.

Scachs d´amor: The poem that first portrayed the modern rules of chess; by Sergio Negri, en el sitio ChessBase en inglés, 16 de marzo de 2020.

Sobre Ezequiel Martínez Estrada, trabajo de Sergio Negri, en el sitio Ajedrez12, publicación del 11 de marzo de 2016, http://ajedrez12.com/2016/11/03/capitulo-completo-del-libro-de-sergio-negri-sobre-ezequiel-martinez-estrada/.

The Book of Chess by Jacob de Cessolis, traducido y editado por H. L. Williams; Italica Press, Nueva York, 2008.

The Earliest Evidence of Chess in Western Literature: The Einsiedeln Verses; Helena Gamer, Speculum, vol. 29, no. 4, 1954, pp. 734–750. JSTOR, www.jstor.org/stable/2847098. Accessed 16 Feb. 2021.


 
©ALS, 2021.

miércoles, 1 de septiembre de 2021

LA PIEZA DE LA REINA APARECE EN EL AJEDREZ (3/4)

 


Importancia del texto de Cessole 

 
Juego de ajedrez, de Francesco di Giorgio Martini, siglo XV

CONSAGRACIÓN DEL INGRESO DE LA PIEZA DE LA REINA EN EL AJEDREZ CON EL TEXTO DE CESSOLE


Libellus de moribus hominum et officiis nobilium ac populum super ludo scacchorum (trascendió con su título abreviado de Ludus scacchorum), es un célebre y extremadamente difundido escrito en latín en el que se consignaron los sermones que, a fines del siglo XIII, diera el monje dominico Iacopo da Cessole (muerto en 1322).

Lo más probable que se los hubiera recopilado a comienzos del siglo siguiente pero, lo relevante a nuestros efectos, es el entorno temporal en que se verificó, y no la precisión exacta en cuanto a su datación. Y en cuanto a su localización geográfica, recordemos que el monje terminó sus días en Génova, donde residió buena parte de su vida y que su nombre, el de Cessole, debe seguramente aludir al nombre de una muy pequeña comuna ubicada al noroeste del territorio italiano en donde nació. 
 
Ludus Scacchorum de Cessole

Habrá diversos manuscritos de ese magno texto, que surgirán en diferentes puntos del continente. El original fue traducido a varias lenguas romances (y habrá traducciones de traducciones), siendo posteriormente uno de los primeros libros en ser impresos, como en el caso de William Caxton (c. 1415-1492) quien lo presentará en Inglaterra en 1474. Todo este proceso y reconocimiento a su relevancia haría que el ajedrez tome una difusión espectacular en ese tiempo. 
 
La reina y el rey en el trabajo de Cessole
 
Por su contenido bien puede considerarse, a pesar de su evidente estirpe moralizante que atraviesa todas sus páginas, para lo cual se usó al juego, a las piezas y al tablero como parábola (respectivamente, de las relaciones sociales, sus integrantes -en sus cualidades y defectos que debían evitarse- y a la polis en la que residen), en su adicional calidad de virtual reglamento ajedrecístico.

Es que allí se habla, tras especularse sobre su origen, respecto de un juego con tanto esmero que, a cada trebejo, se le dedica un capítulo específico. Y eso será, por cierto, lo que suceda con el trebejo de la reina.

A ella se le asigna una movilidad ampliada en la primera jugada, momento en el que puede adquirir el movimiento de la torre o del alfil (anciano o juez, conforme se denomina a ese trebejo en el texto). En efecto, desde la posición inicial, la reina se mueve en diagonal a la derecha hasta la casilla delante del peón alfil de lado del rey, o a la izquierda delante del caballo del lado de la reina (de d1 a f3 o b3; lo propio simétricamente desde la perspectiva de la reina del rival). La casilla de destino debe estar vacante. Además, a partir de la casilla original, puede moverse como la torre a dos casillas, ocupando el lugar del alfil del rey o del caballo de la reina, o delante del peón propio (de d1 a f1 o b1 o d3; concordantemente puede actuar la reina contraria en su propio campo).

Todo esto es posible, asegura el autor, ya que la sabiduría de la soberana es similar a la de los ancianos, y su poder es comparable al de las torres. Pero no moverá como los caballos ya que, la naturaleza de estos, es peleadora y guerrera. Una energía más típicamente varonil.

Sin embargo, esta cuestión de la movilidad ampliada se agota para la primera ocasión: luego deberá moverse la reina de casilla en vez, en diagonal, para adelante o atrás, por lo que siempre conservará el color del escaque de origen. Es que se considera que no debe alejarse demasiado ya que, en casa (al menos para la sociedad medieval), tiene la reina mayor libertad y, si quiere permanecer casta y pura, no debe sentarse en las puertas de los jardines, evitar aventurarse por las calles y no olvidarse de sus modales de dama. Insistimos, siempre desde la perspectiva de la época (aunque no sólo de ella).

En cuanto a la posición inicial, en la ilustración original del libro impreso de Cessole en Inglaterra, figura la casilla extrema a la derecha de color blanco como es el canon definitivo (mas en esa época no era todavía una convención).

Se dice que los caballos ubicados a la derecha deben estar en el mismo color que el rey (al que se lo ubica en la cuarta casilla, aunque no se expresa si eso debe mensurarse desde la izquierda o la derecha, lo que cambiaría las cosas), por lo que la torre y el anciano de ese lado tendrán el mismo color que la reina.

Para que se cumplan con esas condiciones, necesariamente en línea vertical, cada rey estará enfrentado por rayos X a la reina, y no al otro monarca, como es la norma que impera en el ajedrez moderno. Es decir, si tomáramos la notación de tiempos posteriores, y la perspectiva de las piezas blancas, el rey de este color en Cessole estará en e1 y la reina en d1, estando el rey negro en d8 y la reina negra en e8. 
 
 
Versión en español del libro de Cessole
Sobre la reina se asegura que, como el rey, cumple funciones honoríficas, y que “tiene por gracia lo que el rey tiene naturalmente”. Está dotada de cuatro virtudes: la de comportarse en forma madura, con impecables maneras (modesta y pensativa, pero no audaz); la de ser pura y casta (siendo de ese modo el espejo en el que se reflejen las conductas de las demás mujeres); la de ser reservada (hablando cuidadosamente y siendo capaz de guardar los secretos) y, como era esperable para el Medioevo (con repercusiones futuras), la de ocuparse en educar a los hijos (en el camino de la virtud, las buenas maneras y la pureza).

Como el de Cessole es un trabajo producido en la porción septentrional de la península italiana podemos en principio presuponer que, también en ese territorio, como ya hemos visto sucedía en los germanos, ingleses y franceses, la pieza de la reina, al menos para el siglo XIV. En este caso pudo mucho tener que ver la existencia de un Sacro Imperio Romano-Germánico, que pudo haber ejercido su influencia en que se extendiera la aceptación de la pieza de la reina en los territorios del sur de una entidad política que se extendió por casi diez siglos, en cuyo entorno había aparecido, en la décima centuria, la primera mención de la pieza de la reina en Versus de Scachis.

UN CASO ESPECIAL: EN ESPAÑA EN EL SIGLO XIII SE HABLABA DEL MASCULINO ALFERZA Y NO AÚN DE LA PIEZA DE LA REINA DEL AJEDREZ 

 

Cuando Alfonso X de Castilla, el Sabio (1221-1284) hubo ofrecido el precioso Juegos diversos de Axedrez, dados, y tablas con sus explicaciones, ordenados por mandado del Rey don Alfonso el sabio, al codificarse el estado de situación de los juegos a esa época, entre ellos y con particular interés al ajedrez, en ningún momento se alude a la existencia de una pieza de la reina.

Allí se habla del alferza, es decir un nombre emparentado fonéticamente con al-firzān, el visir árabe, expresión que deriva a su vez del farzin persa la cual, en árabe andaluz, era al-farza y, en catalán, será alfersa, aludiendo al portador del estandarte real.

Al agregarle la vocal a final a aquella palabra connotativa, y no utilizarse la del más evidentemente masculino alférez, podría intuirse un rasgo de mutación hacia una forma femenina. Sin embargo, a la pieza del alferza se la debe considerar que alude a una figura varonil. De hecho, en el texto de Alfonso X, cuando se lo presenta, se dice: “Ell alferza anda a una casa en sosquino, e esto es por aguardar al rey e no sen partir d´él…”. 
 
Juegos diversos de Axedrez, dados, y tablas con sus explicaciones, ordenados por mandado del Rey don Alfonso el sabio)

Sobre su forma de moverse se agrega (previéndose la posibilidad de salto inicial): “…puede la primera vez saltar a tercera casa o en derecho o en sosquino, e aunque esté otro trebejo en medio…”. Se postula una disposición especial, la de “alferzada”, que se da cuando un peón corona, momento en el que puede dar el salto de dos casillas, pero luego sólo podía marchar oblicuamente hacia adelante o atrás, pero de a un sólo paso.

En el texto, cuando se lo describe, se dice: “Ell alferza debe ser fecha a manera del alférez mayor del rey que lieva la seña de las señales del rey cuando an a entrar en las batallas”.

Pero siempre es posible tomar la postura de la ambigüedad, en este caso para suponer un primer atisbo de consagración de una figura femenina en el ajedrez español; y allí se posiciona Yalom. Aún en ese hipotético caso de creen en cierta femineidad del alferza, lo que no es para nada verosímil leyendo la obra de Alfonso X, se podría contrastar este eventual caso de duda de la experiencia española para el siglo XIII, con lo que sucedía en casi todas las restantes geografías europeas, particularmente en el centro y norte del continente, e incluso en la vecina Francia, en donde se hablaba, pacífica y claramente, de que la reina era ya parte del juego del ajedrez. Allí hay un punto de divergencia entre naciones muy próximas, al menos temporalmente.

Habrá que aguardar al siglo XV cuando España, relegada relativamente en cuanto a la admisión de la pieza de la reina en el ajedrez, hará historia al convertirse en pionera en la materia, cuando aparezcan, en su última década los libros específicos de divulgación primeros de la modalidad moderna: el perdido de Vicent en idioma valenciano y el de Lucena aparecido en Salamanca sabiéndose, en un caso a ciencia cierta, y en el otro con muchos elementos para presuponerlo, que la reina aparece y con plena movilidad, dando el estirpe definitivo a la práctica ulterior del milenario juego .

Aún más, con el poema también en idioma valenciano, Hobra intitulada scachs d’amor feta per don Franci de Castellvi e Narcis Vinyoles e Mossen Fenollar o Scachs d´ Amor, al que se le ha asignado una datación probable del año 1475, ya esa pieza es presentada y con la forma de desplazarse moderna (como torre y alfiles).

Adicionalmente, allí es la primera vez que se emplea el término dama, como sinónimo de reyna, por ejemplo al expresarse: Juga lo roch del rey en la casa de la dama. La partida aludida puede ser vista desde el siguiente enlace: https://en.chessbase.com/post/scachs-damor-poem-part-2.

En esa obra, de autoría de Francesc de Castellví y Vic (c. 1435-1506), Narcis de Vinyoles (c.1442-1517) y Mossén (Bernat de) Fenollar (1438-1516), a la reina del primer jugador se la adscribe a los valores de la Voluntad, asegurándose que se trata de una pieza de “gran potencia”; por su parte, la del rival, connotará el Honor y la Belleza.

Si bien excede el marco de este trabajo, como se está ahora hablando del proceso de modernización del ajedrez que se dio en España a fines del siglo XV, en este punto no habría que olvidar lo que sucedía en igual sentido en Italia para épocas próximas, particularmente con el surgimiento de De ludo scachorum, un texto de Luca Pacioli (1447-1517) en el que se dan señales claras de que ya regía la forma moderna de jugar al ajedrez, aunque conviviendo muy probablemente con la antigua. Y, en un dato que le asigna un especial valor a ese trabajo, conmueve saber que en esa obra aparecen imágenes ajedrecísticas muy hermosas de Leonardo da Vinci (1452-1519), con lo que el ajedrez queda íntimamente vinculado a uno de los mayores genios que ha dado la Humanidad. 
 
 
©ALS, 2021

sábado, 28 de agosto de 2021

LA PIEZA DE LA REINA APARECE EN EL AJEDREZ (2/4)

 


Primeras menciones en Inglaterra, Francia y en el centro de Europa

 

12 marzo, 2021ajedrezlatitudsur

Por Sergio Negri 

 

Manuscrito medieval (comienzos del siglo XV)
 

REFERENCIAS DEL SIGLO XII: DUDAS SOBRE IBN EZRA; MENCIÓN INDUBITABLE EN EL CASO DE DOS TEXTOS INGLESES Y EN ELEGIA DE LUDO SCACHORUM


Habrá que aguardar dos siglos, desde Versus de Scachis, para que aparezcan otras referencias a la pieza de la reina en escritos europeos, y habrá que tener cierto cuidado ya que no siempre los testimonios serán incontrovertibles en cuanto a su grado de aplicabilidad al caso.

En principio, hay que hablar del rabí Abraham ben Meir ibn Ezra (c. 1092-1167), un intelectual judío andalusí, nacido de Tudela (España) quien, en un poema escrito en hebreo, conforme fuentes diversas, habría usado la palabra shegel o shegal (reina) para referirse al trebejo que acompañaba al rey en el juego de ajedrez.

Sin embargo hoy se sabe, con mayor certeza, que el texto en el que esa expresión efectivamente se incluye, sería posterior a la vida de ibn Ezra, más precisamente de mediados del siglo XV (cuando ya la reina tenía andadura en el continente). Y que su autor sería otro rabí, Bonsenior b. Hahya, sobre el que poco se sabe.

En ese texto se indica que la reina está a la derecha del rey y que en la movida inicial podía ir dos o tres casillas en cualquier dirección para, después, sólo poder hacerlo de una por vez.

Cuando Ezra se refiera específicamente al juego en Maadanne Melech (Delicias del rey), trabajo que fue titulado en español como El poema del ajedrez, ese que comienza con la clásica referencia “Voy a cantar un poema sobre una batalla en regla”, no habla de la pieza de la reina sino del masculino férez (pherez). Sus 73 versos son considerados, por su tono descriptivo, un auténtico reglamento ajedrecístico temprano.

Por lo que remite al ferzia oriental que es un general de la batalla. Las otras piezas que menciona el rabí son el rey (mélej), el peón (ragli), el elefante (alfil), el caballo (sus) y la torre o roque (ruj). Murray apunta que al férez se le permite la ampliación de movida en la primera jugada saltando hasta la tercera casilla, siempre conservando el color del escaque original.

Con todo Yalom insiste en que en un poema que podría ser de ibn Ezra correspondiente a una época posterior a su salida de Toledo (y habría que recordar que el rabí fue un viajero impenitente, una sinagoga famosa de Cairo lleva su nombre, la que fue adquirida con dineros de su peculio en su estadía en el sitio), se presenta a la shegel ubicándola en el juego al lado del rey. Puede ser un equívoco: hay traducciones al inglés de The Song of Chess (incluido en Songs of Exile) en donde al pherez se lo extrapola en queen (reina)

El hecho de que ibn Ezra eventualmente hubiera consignado a la pieza de la reina en el juego, merecería un estudio puntual más profundo, basado en el análisis de textos originales. En ese marco no hay que dejar de considerar la complejidad de la cuestión, atenta su vasta obra, escrita en diversas latitudes y originalmente en dos idiomas (hebreo y árabe), con traducciones a numerosas lenguas en el Medioevo, un tiempo en el que ese autor cimentó su prestigio. 
 
Ibn Ezra

Ya sin duda alguna, en cuanto a la referencia a la pieza de la reina, se puede continuar la línea de investigación yendo a Inglaterra, con el llamado Poema de Winchester, escrito no más allá del año 1150, que consta de 36 líneas escritas en latín, cuyo título original es De Shahiludio: Poema tempore Saxonum exaratum, rescatado del olvido por el orientalista Thomas Hyde (1636-1703) en el siglo XVII.

Al hablar del tema Harold Murray (1868-1955), el gran historiador del ajedrez universal, señala que en este poema se usa el término regina para la pieza original y el de ferzia (que remite al fers o al firzan árabe, es decir al consejero real) para denominar al peón coronado con la fuerza de aquella.

En el primer caso las menciones específicas, siempre en latín, son: “Regina possideat” y “Nam regina non nalebit”. Y en el segundo se consigna: “Appelletur ferzia” para apelar al nombre al que muta el peón al arribar a la octava fila y, por ende, acceder a la coronación. Este, en ese momento, logrará la movilidad de la reina: “Eius ínterin regine”. A esta se la alude también, ahora junto al rey, al presentarse la idea conjunta de dos monarcas: “Duos Tabularum Reges ponat per planitiem”.

La última expresión es una clara señal de que el tablero era, crecientemente, un espejo de la forma de gobierno de las cortes europeas en las que la soberana participaba, con mayor relevancia, a diferencia de lo que acontecía en las cortes orientales de dónde provino originalmente el juego. En Occidente el poder real era compartido, con ciertos límites desde luego, por la reina con su cónyuge.

Es interesante decir que, al comienzo de la partida, la reina se ubicaba a la derecha (“dextrum latus”) del rey (rex). En cuanto a su movilidad hay cierta ambigüedad ya que se dice que se desplaza dos casillas en diagonal, aunque pareciera que más que sostenerse que tuviera un radio de acción más amplio que el hasta el momento era conocido, en realidad lo que se quería significar era que, en la posición del comienzo, sólo tiene dos opciones (a izquierda o derecha), pero solo dando un paso, a la usanza tradicional por entonces.

Las restantes piezas se las denomina en el texto: rochus (torre); equestris o caballarius (caballos); calvus (alfil, la calvicie es señal de vejez y, por ende de la sabiduría a la que va remitiendo ese trebejo metafóricamente), y pedestris o pedes (peones).

En De Scaccis el filósofo Alexander Neckam (1157-1217), un habitante de la propia ciudad de Winchester, menciona también a la pieza de la reina. Al tratarse de un texto de divulgación incluido en su célebre De naturis rerum et in Ecclesiasten, datado hacia el año 1180, esta contemplación es particularmente importante. 
 
De naturis rerum de Alexander Neckam
Allí, además de atribuirse a Ulises la invención del juego (al que se denomina scaccorum ludo), se describen las piezas, entre las que ya aparecía la reina (reginae) y la figura de un calvo (barren) o viejo (senex), siendo ambas denominaciones previas a la que luego se impondría en la isla, la de obispo, para remitir al previo elefante.

La línea específica sobre la reina dice así: “Reginae geminat cursum, gressum obliquans, tanquam insidiator”, indicando la forma oblicua en la que se desenvuelve sobre el tablero. 
 

Existe otro trabajo incluso anterior, el cual sería del siglo XII (o incluso previo), en donde se menciona la figura femenina. Se trata de otro texto en latín, Elegia (“Qui cupit”) de Ludo Scachorum (no confundir con el casi anónimo texto de posterior de Luca Pacioli), del que hay diversos manuscritos. Murray conocía la existencia de varios de ellos, pero seguramente se basó en el MS Digby 53, que está en Oxford. Otros se ubican en Múnich, Wolfenbüttel, Reims, Nápoles y Florencia. En su tiempo, equivocadamente, se lo atribuyó al poeta romano Ovidio (43 a. de C.-17 d. de C.).

No se conoce su procedencia geográfica exacta, ni datación, ni autoría original. En él se habla del rey y de su cónyuge en estos términos: “Rex manet incaptus, subtracta coniuge solus, / Coniuge subtracta, nil ualet in tabula” (El rey permanece sin ser capturado / su esposa en cambio puede serlo. / Si eso sucede, nada tiene valor sobre el tablero de ajedrez”). 
 
Elegia de Ludo Scachorum, manuscrito: MS Clm 14836, MS Mun. Emeram K 6

Además el peón ya es presentado con la posibilidad de convertirse en reina: “Et si quando datur tabule sibi tangere summa, / Regine solitum preripit officium. / Vir factus mulier regi ferus arbiter heret, / Imperat et regnat, hinc capit, inde labat” (“Y si alguna vez {un peón} llega al extremo del tablero de ajedrez, / toma para sí los deberes habituales de la reina, / El hombre hecho mujer, como árbitro feroz se mantiene cerca del rey, / Mandatos y reglas, aquí se apodera, allá produce”).

De esos parágrafos se desprende una idea conmovedora: la reina puede ser eliminada, pero si ello ocurriera, la desolación invadiría el espacio escaqueado. Claro que la coronación del peón puede remediar, al menos en parte, ese estado de cosas.

DEBATE MORAL GENERADO POR LA INTRODUCCIÓN DE LA PIEZA DE LA REINA


La introducción de la pieza de la reina no estará exenta de polémicas, en un tiempo en que imperaban fuertes valores religiosos, con un Cristianismo que exhibía un poder que excedía el campo de lo espiritual para atravesar a la sociedad como un todo.

Hubo dos cuestiones morales que puso en escena su inclusión. Por un lado, era del todo extraña la posibilidad de transexualización, hecho que se daba cuando un masculino peón alcanzaba el estatus de reina al arribar a la octava fila y coronar (una cuestión que antes no sucedía ya que, en ese supuesto, la humilde figura devenía en el masculino visir). Esa situación la expuso especialmente el influyente Neckam.

Por el otro se podía generarse que, tras la coronación simple o múltiple, hubiera más de una reina en escena, con las indeseadas imágenes de bigamia o poligamia que se suscitaran sobre el tablero (y el impacto emocional en los jugadores y espectadores), lo que contradecía la moral y también la verdad histórica (los reyes, y también las reinas, podían tener amantes, pero nunca se podía romper el modelo de pareja, al menos a los ojos de la corte y de la sociedad).

Estas cuestiones fueron planteadas fundamentalmente en la experiencia inglesa y, como se ve en el Poema de Winchester, se resolvieron dándosele un nombre distinto al peón que coronaba: fers y no regina. Así se solucionaban adecuadamente ambas cuestiones: la de la transexualización y la de la poligamia.

REFERENCIAS EN LOS SIGLOS XIII Y XIV EN INGLATERRA, ALEMANIA Y, VINCULÁNDOLA AL CULTO MARIANO, EN FRANCIA. OMISIÓN EN BONUS SOCIUS


También de Inglaterra, mas ahora en el siglo XIII, tenemos a Quaedam Moralitas de Scaccario (Moralidad en ajedrez), trabajo atribuido en su tiempo al papa Inocencio III (1160-1216) aunque, ahora, se asume que su autoría es del monje franciscano Juan de Gales (fallecido en 1285). Allí se menciona a la pieza de la reina en el contexto de un texto de claro perfil moralizante en donde se sostiene que cada persona/trebejo debe comportarse alejado del mundo de los pecados.

Habida cuenta de lo expuesto: ¿Cómo habría que entender una mención que se incluye en el texto en cuanto a que todo movimiento horizontal o vertical es virtuoso, mientras que uno oblicuo es inmoral? No habría que olvidarse que, en ese tiempo, la reina se desplazaba en diagonal.

Más amablemente, en esa obra se acuña la famosa y hermosa sentencia en cuanto a que “El mundo es un tablero de ajedrez” (“Mundus iste totus quoddam Schacharium est”).

Con esta mención, y las anteriormente consignadas, queda claro que la pieza de la reina está pacíficamente incluida en el juego del ajedrez en territorios británicos desde el siglo XII en adelante, lo que es una primera importante conclusión. Y ello, ya lo veremos, es coherente con la existencia de sets de piezas previendo a la figura femenina. Veamos ahora, siempre apoyándonos en textos literarios, el caso germano.

Por un descubrimiento de comienzos del siglo XIX se descubrió la existencia de Carmina Burana o Códex Buranus, una colección de cantos goliardos de los siglos XII y XIII reunidos en el manuscrito encontrado en Benediktbeuern, Baviera, Alemania, que son una insustituible fuente cultural medieval.

Dentro del extenso poemario se habla del ajedrez y, en cuanto a las piezas, se menciona ya a la de la reina (las otras son pedes; roch; eques; senex, y rex) la cual, curiosamente, tiene tres denominaciones: femina, para aludir a su primera aparición; regina, cuando surge producto de la coronación de un peón, y conjunx, cuando es capturada.

Si bien el trebejo femenino puede ser puesto en circulación del juego lejos del punto de origen, dado a su natural apego al rey se dice que aquella situación le genera a su esposo la posibilidad de una pérdida irreparable, según la mirada del poeta. 
 
Carmina Burana

En el caso de Francia, una mención muy antigua a la pieza de la reina es la que hace el monje Gautier de Coincy (1177-1236) quien, recogiendo viejas leyendas marianas, escribe desde 1217 un poema de unos 30.000 versos, llamado Les Miracles de Nostre Dame (Milagros de la Santa Virgen). Allí se presenta al nuevo trebejo en tanto Virgen.

En tiempos de auge del culto mariano se aprecia una partida de ajedrez entre Dios y el Diablo, siendo la Virgen feroz (fierce), además de virgen (vierge), presentándosela ocupando el rol que antes ocupaba el visir en el tablero. Al cabo de todo, será ella quien aseste el respectivo jaque mate al Maligno, denotando su relevancia, y su ferocidad, a la hora de defender los valores del Bien.

Por la forma en que se la presenta, y por ese desenlace en el que juega un rol tan relevante, aunque no es posible afirmarlo a ciencia cierta, da la impresión de que la forma de desplazarse del trebejo respectivo es más importante que la convencional. De hecho, se distingue a la Virgen respecto de otros fers (Autres fierces) que sólo se desplazan con un radio de acción de una casilla.

En Les Miracles de Nostre Dame se presentan, asimismo, todos las figuras del juego, a saber: roi (rey); chevalier (caballo o, más precisamente, caballero); roc (torre), aufin (alfil), poon (peón), y la mencionada fierce, pieza que es la única que connota femineidad, por lo que corresponde a la reina o, más específicamente, a la Reina de los Cielos. La respectiva enumeración se trasunta en el siguiente parágrafo:

“Mais toz ces trais fist il en vain, / Car Diex une tel fierce fist / Qui le mata et desconfist. / Quant li douz Diex vit vers la fin / Qu’il n’avoit triue nes d’aufin / Et qu’anemis par son desroi / Chevalier, roc, fierce ne roi / Nes poon n’i voloit laissier, / Au giu se daigna abaisier” (Versos: 216-224). 
 
Les Miracles de Nostre Dame
 
Esta idea, la de vincular a la pieza de la reina con el culto mariano, la retomará más tarde, entre otros, el monje dominico Johannes Ingold (1400-1465) en la zona de Estrasburgo, quien produjo en 1432 Das Guldin Spil, una obra sobre los siete pecados capitales en la cual la Virgen María es presentada nuevamente en tanto Reina.

Estando siempre en territorios galos y en el siglo XIII, conocemos otro texto en latín, De vetula (La vieja dama), que se cree se le debe al filósofo y trovador francés Richard de Fournival (1201-1260) en el cual, al explicarse el movimiento de las piezas del ajedrez, la reina hace asimismo acto de presencia, con su movimiento oblicuo por entonces convencional. 
 
Imagen medieval de Ovidio

En un trabajo que en la Edad Media se le llegó a atribuir al poeta romano Ovidio (vivió en años entre fines y comienzos de la era cristiana), a esa pieza se la asocia al planeta Venus (el rey es el Sol, los peones remiten a Saturno y así, por vez, se adjudica un planeta a cada trebejo) y se la denomina virgo, aunque se cuestiona ese carácter y se la aleja de toda connotación religiosa ya que, si bien se la tilda de agradable y amorosa, también se la aprecia orgullosa y sensual. 
 
Basándonos en una traducción del texto al francés, la cuestión se presenta del siguiente modo:

“La dama a la cual llamamos orgullosa (fier) / Toma su nombre de Venus, no siendo entonces virgen (vierge) / Ella es agradable y cariñosa (amoureuse) / Elegante y apenas orgullosa (orgueilleuse)”

Al reparar en los versos en latín original, en el segmento en que se presentan las piezas, entre ellas la de la reina, se afirma:

“Sex species saltus exercent, sex quoque scaci, / Miles, et alphinus, roccus, rex, virgo, pedesque / In campum primum de sex istis saliunt tres, / Rex, pedes, et virgo: Pedes in rectum salit, atque / Virgo per obliquum, Rex saltu gaudet utroque.”

Siempre en Francia, aunque algo más tarde, cuando a fines del siglo XV se presente en Le Jeu des Esches de la dame moralisé, un manuscrito anónimo en el que se debatirá el conflicto entre la Virtud versus el Vicio, cuando se hable de la pieza de la reina los valores antitéticos que la caractericen serán los de la Humildad y la Ambición.

Un punto muy relevante sería el de saber desde cuándo se comienza a hablar del movimiento más amplio de la reina. Ello pareciera haber ocurrido, siempre basándonos en el terreno de la literatura, con Gesta Romanorum, un muy popular texto escrito en latín de fines del siglo XIII, o comienzos del XIV, aunque los primeros relatos que contiene esa magna obra provienen de la primera mitad de aquella centuria. Se trata de una recopilación de autoría y procedencia difusas, pudiendo provenir de Inglaterra, Alemania o Francia. Pero de inmensa popularidad, lo que contribuirá a la difusión continental de su visión del juego.

Aquí, cuando se habla de la forma de desplazarse las piezas de ajedrez, se describe que la reina puede acceder por primera vez a casillas de ambos colores (y la inicial era la oscura), con lo que se podría deducir que ya no tan solo se desplaza en diagonal como otrora. Pero el párrafo no es conclusivo ni claro ya que, más tarde, se asegura contradictoriamente a lo expuesto que sólo se puede mover en sentido diagonal (lo que implica que no pueda alterarse la coloratura asumida en el escaque asignado al comienzo de la partida).

El pasaje en cuestión es el siguiente: “Quintus, qui in isto scacario ludit et nominatur, est regina, cujus progressus est de albo in nigrum, et ponitur juxta regem; et quando recedit a rege, capitur. Que cum mota fuerit de proprio quadro nigro, ubi primo fuit locata, non potest procedere, nisi a quadro in quadrum unum, et hoc angulariter, sive procedat, sive retrocedat, sive capiat, sive capiatur” (“La quinta pieza del juego es la reina; se mueve de blanco a negro y se ubica junto al rey; y, cuando se aleja de él, es capturada. Cuando se mueve de la casilla negra donde está al inicio, no puede moverse excepto desde un cuadro a otro y en diagonal, sea que avance o retroceda, sea que capture o sea (amenazada de serlo) capturada”.

En Gesta Romanorum la figura del rey es asumida por Jesucristo (que es el Rey de Reyes, tanto en el Cielo como en la Tierra), mientras que la de la reina le corresponde a la Virgen María, a quien se la define en su característica y espíritu de ser misericordiosa con todos. 
 
Imagen inspirada en Gesta Romanorum

A territorios de la futura Italia le debemos el primer texto integral estrictamente de divulgación surgido en Europa, el de Boncompagno da Siena (con dataciones natal y muerte imprecisas, en años que irían de los siglos XII y XIII). Se trata de Bonus Socius, escrito en latín, el que será traducido a varias lenguas romances (tuvo gran influencia especialmente en Francia en donde habría arribado para el siglo XIV).

Se trata de un compendio de problemas de ajedrez (también de tablas y del juego del molino), muchos de ellos tomados de la tradición árabe, los que fueron presentados con sus respectivos diagramas. En las respectivas ilustraciones, se indicaba la sigla del nombre de las piezas (y no se dibujaba aún su imagen). 
 
Bonus Socius
 
Al mencionárselas, en lo que respecta a la que luego le corresponderá a la ubicación de la reina, se la sigue llamando fers o fercia, por lo que remite al visir oriental. Se mueve una casilla en diagonal, con lo que no podía cambiar el color del escaque durante la partida, como era una tradición en ese periodo primero. A esa calidad de trebejo podía acceder también el peón cuando arribe a la octava fila y corone.

Sobre ese desplazamiento había una salvedad ya que, en la primera movida del fercia, o cuando este hubiera surgido producto de la coronación, podía desenvolverse no sólo en la forma convencional sino, asimismo, sumando otra casilla en diagonal, aunque volteando de posición (es decir no alejándose): por ejemplo, de d1 a d3 (pero no a b3 o a f3).

Mientras que el rey aparece en la respectiva imagen girado, entallado con una banda central en relieve y con una flor de lis central en la parte superior, el fercia, siendo de formato similar, se lo presenta más pequeño, despojado de esa banda y exhibiendo en su testa una bola redonda.
Imagen de las piezas en Bonus Socius
 
La escuela lombarda, de la que ese texto es pionero (a la que tributará también en tiempo posterior otro llamado Civis Bononiae y el propio Cessole con su obra), prescribía que, para ambos trebejos, en la primera jugada se podía hacer un salto, con lo que se podía acceder, en cada caso, a diversas casillas: b1, b3, d3, f1 y f3, en el caso de la reina (el rey podía acceder a otras, incluyendo las que se podían alcanzar con el salto de caballo). Este “salto de la dama” y el “salto de la alegría” del rey implicaron que el fercia fuera mutando gradualmente hacia la movilidad definitiva que habrá de tener la reina y, en el caso de su consorte, que nos aproximáramos a la idea ulterior del enroque.

Por supuesto no hubo sincronía absoluta en cuanto a la aparición de la pieza de la reina y el reconocimiento de su movilidad crecientemente ampliada, en territorio continental. Distintos puntos europeos, en un mismo tiempo, jugaban al ajedrez de forma diversa y podían, o no, ya tener incorporada a la reina. Su antecedente del fercia, podía tener una forma de desplazamiento no equivalente, si estuviéramos en una misma cen centuria en Italia o en Inglaterra, por caso.

Aquí hay un importante punto de adaptación: por razones literarias, muchos compiladores ulteriores del texto original de Bonus Socius, a la hora de redactar sus propias versiones del texto (en Italia, pero también en otras geografías, particularmente en Francia y Alemania), al hablar del fers o fercia, comenzaron a utilizar la expresión reina. La transmutación se iba haciendo por ende cada vez más poderosa.

Este fue un importante momento de transición ya que ahora, y no solo en la literatura general, sino en la que provenía de una fuente especializada, esa fundacional de la escuela lombarda, la pieza con rostro femenino comenzaba a tener presencia, por supuesto como heredera del antiguo visir y tomando su posición y movilidad restringida.

Desde luego que una recorrida más minuciosa podría agregar otros textos, además de los ya consignados, en los cuales la pieza de la reina irrumpe con creciente protagonismo. No es sin embargo la intención de este documento ser del todo exhaustivos. No procuramos trazar un inventario sino la de trazar episodios emblemáticos y tendencias, en aras de reflejar fenómenos globales poniendo el acento en aportes culturales tempranos y representativos que marquen la presencia de una figura femenina en un juego que, en su diseño original, no la incluía.

Con todo, no podemos finalizar esta mirada con eje en lo literario sin referirnos a un libro muy importante, aunque algo posterior, que sirve para zanjar toda duda sobre la presencia de la pieza de la reina en el ajedrez, en el sentido de que es bastante anterior respecto de su ulterior presencia en el marco del proceso de modernización que se dará recién a fines del siglo XV. Nos referimos al ya anunciado de Cessole, al que se le dedicará el próximo capítulo. 
 
©ALS, 2021.


jueves, 26 de agosto de 2021

LA PIEZA DE LA REINA APARECE EN EL AJEDREZ (1/4)


"El estudio de la Historia del Ajedrez constituye una tarea loable,
merecedora de nuestra estima."

Anatoli Karpov
 
 

AJEDREZ LATITUD SUR y COLECCIÓN DE PAPÁ han hermanado los blogs con el objetivo de compartir material en nuestros espacios.
 
Con la presente entrega iniciamos la divulgación de este enorme y fundamental trabajo desarrallado por nuestro querido amigo Sergio Ernesto Negri, que orienta al aparecimiento de la reina sobre el tablero escaqueado y según sus propias palabras procura respoder a una pregunta decisiva:
 
"Desde siempre los historiadores se han preguntado cuándo específicamente surgió este trebejo con rostro de mujer, bajo qué circunstancia, en qué momento, en qué sitio específico. Una pregunta que no tiene aún, y tal vez nunca la tendrá, una respuesta de índole conclusiva. Lo que no impide que se procure responderla."


Versus de Scachis abre el camino

5 marzo, 2021ajedrezlatitudsur

Por Sergio Negri

La pieza de la reina del ajedrez en la mirada del pintor ítalo-argentino Vito Campanella (1932-2014)
 

INTRODUCCIÓN 

 

Es bien sabido que en los diversos proto-ajedrez de la India, Persia y del mundo musulmán, esos que fueron modélicos del ajedrez definitivo, no estaba incluida pieza alguna que remitiera al universo de la mujer. En ellos era el visir quien acompañaba al rey en la posición inicial, al que debía proteger. Por cierto ese consejero del monarca era prototípico de la cultura oriental.

También es conocido que el shatranj árabe y el čatrang persa ingresaron a Europa desde los extremos (por el Imperio Bizantino y la penínsulas ibérica), por Italia (especialmente a través de la isla de Sicilia, aunque también desde su porción meridional continental), y surcando en Rusia el río Volga (en sentido sur-norte). Desde esos puntos, en forma de abanico, seguirá expandiéndose en forma progresiva, por toda Europa, donde adquirirá su formato definitivo.

En ese proceso de difusión, asimilación y modernización tendrá un decisivo cariz la aparición de la figura de la reina en un juego que originalmente no la contemplaba y, más tarde, postulando la ampliación de su capacidad de movimiento sobre el tablero (cosa que también aconteció con el alfil), momento desde el cual el ajedrez adoptará su perfil definitivo.

Desde siempre los historiadores se han preguntado cuándo específicamente surgió este trebejo con rostro de mujer, bajo qué circunstancia, en qué momento, en qué sitio específico. Una pregunta que no tiene aún, y tal vez nunca la tendrá, una respuesta de índole conclusiva. Lo que no impide que se procure responderla.

Para más, a la hora de investigarse el tema, así como cuando se analiza simétricamente el origen del ajedrez, suele advertirse la presencia de tendencias a la fascinación nacional o a la respuesta unívoca, dificultando ver la problemática más holísticamente. A nuestro juicio, en ambos casos, y casi siempre, más que apostarse a miradas excluyentes que conducen los respectivos procesos de génesis hacia hechos puntuales, se debe concebir el fenómeno en tanto proceso. Con lo que debe imperar la búsqueda sistemática, el reconocimiento a los aportes de fuentes diversas, en fin, a la humildad y no a las respuestas fáciles o sacralizadas.

Por supuesto que, desde la perspectiva de la investigación, es más difícil, y menos atrapable una verdad histórica que reporte a efectos acumulativos, graduales, con influencias y aportes sucesivos, en vez de ir a la respuesta usualmente más sencilla de atribuir todo a un ente en particular ubicándolo en un momento y en un lugar dados.

Por nuestro lado, y ese será en todo caso el sesgo asumido y la propia deformación conceptual, siempre se apostará a una visión general que entiende que la Humanidad llega a sus descubrimientos por aportes civilizatorios coincidentes y complementarios.

De todos modos, si esta concepción puede eventualmente ser falible cuando se analiza un fenómeno cultural puntual, de ninguna manera fracasa al verse la difusión a lo largo del tiempo de ese evento creado. Concretamente: ¿de qué serviría que a alguien se le ocurriera crear la figura de la reina del ajedrez si, después, ese invento, ese elemento consagratorio, no es generalizadamente aceptado por quienes practican el juego ulteriormente y por la cultura en un todo?

En cualquier caso, hay que basarse en fuentes que luzcan lo más confiables posibles (aún en la convicción de que el conocimiento es una construcción colectiva y falible), y no en sensaciones.

Se trata de fenómenos complejos y difíciles de aprehender y de reconocer, y de la posibilidad de que esas mismas fuentes pudieran estar contaminadas de errores o de miopía en la perspectiva en su origen. Pero valdrá el intento de hacerlo, para no caer en el simple plano de las opiniones o de las percepciones acríticas.

En este sentido, nos basaremos en la presente investigación en las referencias a expresiones provenientes de la literatura, no necesariamente la especializada (que es de aparición posterior y que en todo caso es complementaria pero nunca excluyente), y de la constatación de imágenes muy antiguas que remiten a la pieza de la reina.

Sobre esos ejes se construirá el presente documento con el que intentamos aproximarnos a dar una respuesta a ese interrogante sobre el momento en que apareció la pieza de la reina en el milenario juego.

IDEA PRELIMINAR SOBRE LA APARICIÓN 

DE LA PIEZA DE LA REINA EN EUROPA


En abstracto, y antes de recorrer los elementos concretos de análisis, hubiera sido muy plausible suponer que en los actuales territorios de España e Italia (por las influencia árabe, en particular en el primer caso ya que la dominación musulmana se extendió bastante en el tiempo), o de Grecia (por resabios de la cultura bizantina), o en Rusia (por aquella línea de ingreso del juego siguiendo el curso de uno de sus principales ríos), hubieran aparecido las primeras señales de que el viejo visir oriental, tan poco idiosincrásico para los europeos, se transformase en la más plausible pieza de la reina.

Sin embargo, ya lo veremos en detalle, se dará la curiosidad de que serán piezas de origen nórdico las que primen en la datación en cuanto a presencia femenina. Y las que corresponden al sur de Italia, asimismo muy antiguas, también tienen puntos de contacto estrechos con la cultura normanda. Y recalando en la literatura será en el corazón europeo donde por vez primera se mencione a la reina dentro del ajedrez, lo que sucede en el marco del Sacro Imperio Romano Germánico, a partir de un poema de fines del siglo X, que se conserva en el que sería su lugar de origen, un Monasterio ubicado en territorios de la actual Suiza.

En este caso, y en cualquier otro, hay que tener en cuenta que la literatura puede tanto reflejar una realidad como crearla. Por ende, la inclusión de esa referencia temprana al trebejo femenino, si bien no es conclusiva sobre si registraba un hecho que se venía sucediendo, al menos anticipa otro que iría por acontecer.

Con todo, su importancia está dada por ser el primer registro cultural de una situación que se habrá de profundizar ulteriormente: el fenómeno de inclusión de la reina del ajedrez en sustitución del visir oriental. Que quede claro, se trata de un reemplazo y de ninguna manera de una evolución.

Este cambio se corresponderá a un contexto cultural en el que, gradual y sistemáticamente, se podía observar la presencia de reinas y otras figuras femeninas de creciente protagonismo y poderío. Su aparición en el juego, en esas condiciones, debía inevitablemente suceder, para que en su interior se reflejara adecuadamente una sociedad más compleja en la que, desde luego, la mujer ocupaba su rol, que era notablemente más relevante, desde la perspectiva social y política, de lo que acontecía en Oriente. Si aquí el visir era una figura central y no existía directamente la idea de una soberana; en Occidente iría a ocurrir exactamente el fenómeno contrario.

Saquemos una conclusión inequívoca primaria, dando de paso entidad al proceso multicultural del que el juego milenario es tan idiosincrásico y se nutre: el ajedrez proviene de Oriente; y su versión modernizada, con la prototípica figura de la reina (dama), le corresponde a Occidente. Así, con aportes acumulativos, se fue consagrando el juego de tablero más fascinante que haya dado la Humanidad.

VERSUS DE SCACHIS, EL PRIMER TEXTO (SIGLO X) EN EL QUE SE MENCIONA A LA PIEZA DE LA REINA


La pieza de la reina (regina), como se aludiera previamente, aparece mencionada por vez primera en el poema Versus de Scachis o Poema de Einsiedeln. Einsiedeln es una localidad del actual cantón suizo de Schwytz, que supo ser en el Medioevo un puesto de peregrinación hacia y desde Italia, teniendo como punto de referencia la antigua diócesis alemana de Constanza.

Se trata de sendos manuscritos escritos en latín (el M. 319 y el M. 365) que se hallan en la Abadía ubicada en ese sitio, cuya datación estimada (no contiene fecha formal de escritura) sería de fines del siglo X, correspondiendo a territorios del por entonces Sacro Imperio Romano Germánico. 


Abadía de Einsiedeln (Suiza)


Las menciones específicas en el texto son las siguientes: In quorum medio rex et regina locantur y Nam sic concordant: obliquo tramite, desit Ut si regina, hic quod et illa queat.

Queda claro que es la reina acompaña al rey y que su movilidad se da en forma oblicua a la casilla inmediata adyacente, es decir, como lo venía haciendo el visir oriental, del que hereda la posición en el tablero y la forma de desplazarse.

La investigadora norteamericana Marilyn Yalom (quien estudió este tema como pocas personas y a quien seguiremos en buena parte de esta recorrida) al respecto especula, muy convincentemente, que la incorporación de esta figura femenina puede constituir un homenaje a alguna de las protectoras de ese monasterio benedictino, Adelaida de Italia (931-999) o la bizantina Teófano Skleraina (960-991), esposas respectivas de los emperadores Otón I (912-973) y Otón II (955-983).

Adelaida fue emperatriz del Sacro Imperio Romano Germánico y, en diversos momentos, llegó a ejercer la regencia de ese poderoso estado. Será, desde luego, la madre de Otón II, ejerciendo gran influencia hasta que la esposa de este, Skleraina, logró que se la apartara de las riendas del poder, habiendo sido incluso expulsada de la corte, pero luego recuperará posición, primero al ser nombrada virrey (en ese tiempo no se hablaba aún de virreina) de Italia y, tras obligársele a abdicar, tiempo después será de nuevo la regente de su nieto con lo que evidenciará su vigencia a lo largo del tiempo. Está claro que ambas emperatrices ejercieron notorio predicamento por lo que, su inclusión dentro del esquema del ajedrez, tenía mucho más que ver que si se seguía contemplando un exótico visir que nada decía a la lógica medieval europea. 

Estatua de Adelaida de Italia, en Seltz (Francia)


Podría trazarse, si fuera la segunda de las mencionadas el arquetipo tenido a la vista, la hipótesis de una influencia bizantina sobre territorio central europeo, con lo que cabría hacerse también la pregunta adicional de, si en esa otra cultura, ya no se contaba con la pieza de la reina en su formato, por influencia de grandes personalidades del pasado, como la de Irene de Atenas (c. 752-803).

Esta, conforme una leyenda (no comprobada históricamente), le habría regalado a Carlomagno (c. 742-814) un juego de ajedrez que ya tenía a la pieza de la reina en su interior y que, por el poderoso movimiento que se le asignaba en el formato, habría motivado que el emperador carolingio no aceptara el convite de casamiento para unir los Imperios Romanos de Occidente y de Oriente que alentaba el Papado. 

Irene de Atenas, la emperatriz bizantina

Teófano, en línea con ese espíritu legendario, dentro de la dote por la boda imperial, incluyó precisamente piezas de ajedrez, juego que se conocía en Bizancio desde al menos el siglo VIII y comienzos del IX, conforme la famosa carta del emperador Nicéforo I (758-829), el sucesor de Irene, a Harún al Rashid (766-809), en donde aquel recordaba que la emperatriz se consideraba un peón mientras que, al califa, se le reconocía una calidad superior, al ser comparado con la torre.

Sin embargo, seguramente el juego ingresó antes a esa porción europea oriental, donde se lo denominó zatrikión, habida cuenta de las intensas relaciones entre persas y bizantinos durante el imperio sasánida y, ya sabemos, en el siglo VI ingresó a Ctesifonte, su capital, el proto-ajedrez proveniente de la India, dando continuidad al vector de difusión decisivo del pasatiempo, ahora desde territorios persas y, ulteriormente, por mediación árabe.

Lo que queda claro, con el Poema de Einsiedeln, es que ya comenzaban a adecuarse las denominaciones de las piezas orientales a las necesidades requeridas en Europa, lo que era del todo lógico en aras de que el juego pudiera ser aceptado, progresivamente, como parábola de la sociedad medieval occidental.

En algunos casos el proceso de adaptación fue apenas formal, como al pasarse del rajá o del sha al obvio rey, o al asimilarse los peones con la infantería requerida en cada batalla o con la posición social más humilde. Otra historia será la del caballo que, o bien podrá mantenerse como tal, como en la tradición hispana o, mínimamente, será transformado en caballero, conforme es regla en el tratamiento anglosajón, pasándose del animal al jinete.

Para las demás piezas no será tan fácil el proceso de apropiación cultural. Del carro (o navío indio), hubo de mutarse en definitiva en la fortificación de la torre, construcción tan típica del Medioevo. El extraño para Occidente elefante (usado en batallas en la India y que en árabe se dice literalmente al-fil, es decir el-elefante), tendría más variabilidad, pudiendo ser el obispo en el norte del continente, el corredor alemán, el bufón francés o el banderillero en Italia.

Claro que, la metamorfosis más profunda se da precisamente en el caso de la pieza de la reina, la que heredará el sitial y en principio la forma de movilizarse del visir. De hecho, en el poema del cantón suizo se dice que el color de los casilleros que ocupará siempre será el mismo: At via reginæ facili racione patescit: / Obliquus cursus huic, color unus erit, habida cuenta de su movilidad en diagonal (y de un paso por vez), como su antecedente oriental.

En Versus de Scachis los trebejos son denominados de este modo: rex (rey); regina (reina); curvus o count (anciano, para remitir al alfil; y lo de curvus es por la espalda inclinada por el paso de los años); eques (caballo); rochus o margrave (torre); pedes (peones).

Esta temprana mención a la pieza de la reina le hace especular a Yalom que el juego ya la incluía, por lo pronto en territorios germanos e italianos septentrionales próximos a la localización del Monasterio. Podría, alternativamente, pensarse que esa incorporación tuvo una intención que tiene una índole más bien reverencial y simbólica para saludar y agradecer el madrinazgo de alguna de las mentadas emperatrices, y no tanto como práctica concreta.

Nosotros, en principio, estamos más tentados a inclinarnos por esta segunda hipótesis, aunque ello no obsta a que se considere de suma relevancia que, por primera vez en la historia, en un texto aparezca mencionada claramente la pieza de la reina.

En todo caso, lo que es realmente importante, y más allá de si ya para el siglo X se jugaba o no con un trebejo femenino es que, estando a poco más de un siglo del segundo milenio, existía una iniciática tensión (habría que agregar: una vocación; una necesidad), a fin de que un trebejo que apelara a la femineidad fuera a ser incorporado al juego.

Versus de Scachis queda instalado como el preciso y precioso momento, a fines del siglo X, y en el corazón de Europa, en que irrumpe, como era de esperarse, como debía ser, una pieza con rostro de mujer en el milenario ajedrez… 

Relieve en marfil que representa a Otón II y Teófano/Theofania coronados por Cristo (Museo Cluny, París, Francia)

 

Versus de scachis

Autor: Sine Nomine


Si fas est ludos abiectis ducere curis
Est aliquid, mentem quo recreare queas.
Quem si scire uelis, huc cordis dirige gressum,
Inter complacitos hic tibi primus erit.
Non dolus ullus inest, non sunt periuria fraudis,
Non laceras corpus membra vel ulla tui.
Non solvis quicquam nec quemquam solvere cogis;
Certator nullus insidiosus erit.
Quicquid damnoso perfecerit alea ludo
Hic refugit totum simplicitate sui.
Tetragonum primo certaminis æquor habetur
Multiplicis tabulæ per sua damna ferax.
Quamlibet octonos in partem ducito calles,
Rursus in oblicum tot memor adde vias.
Mox cernes tabulas æqui discriminis octo,
Octies ut repleas æquoris omne solum.
Sunt quibus has placuit duplicis fucare colore,
Grata sit ut species et magis apta duplex
Dum color unus erit, non sic racionis imago
Discitur: alternus omne repandit iter.
Illic digeritur populus regumque duorum
Agmina: partitur singula quisque loca.
Quorum quo numerus ludenti rite patescat,
Post bis quindenos noverit esse duos.
Non species eadem, nomen non omnibus unum,
Quam racio varia, sic neque nomen idem.
Nec color unus erit divisis partibus æquis:
Pars hæc si candet, illa rubore nitet.
Non diversa tamen populorum causa duorum:
Certamen semper par in utroque manet.
Sufficit unius partis dinoscere causas,
Ambarum species cursus et unus erit.
Ordo quidem primus tabulas divisus in octo
Præfati ruris agmina prima tenet,
In quorum medio rex et regina locantur,
Consimiles specie, non racione tamen.
Post hos acclini comites, hic inde locati,
Auribus ut dominum conscia uerba ferant.
Tertius a primis æques est hinc inde paratus
Debita transverso carpere calle loca.
Extremos retinet fines invectus uterque
Bigis seu rochus, marchio sive magis.
Hos qui precedit (retinet quis ordo secundus
Æquoris), effigies omnibus una manet:
Et racione pari pedites armantur in hostem
Proceduntque prius bella gerenda pati.
Liquerit istorum tabulam dum quisque priorem
Recte, quæ sequitur, mox erit hospes ea.
Impediat cursum veniens ex hostibus alter,
obvius ipse pedes prœlia prima gerit.
Nam dum sic uni veniens fit proximus alter,
Dissimiles capiat ut color unus eos
Fingenti fuerit cui primum lata facultas,
Mittit in obliquum uulnera sæua parem.
Obvius ex reliquis dum sic fit, quisque ruina
Hac præter regem præcipitatus erit.
Quilibet hic ruerit, non ultra fugere fas est:
Tollitur e medio, vulnere dumque cadit.
Solus rex capitur nec ab æquore tollitur ictus,
Irruit, ut sternat, nec tamen ipse ruit.
Hic quia prima tenens consistit in æquore semper
Circa se est cursus quæque tabella sibi.
At via reginæ facili racione patescit:
Obliquus cursus huic, color unus erit.
Candida si sedes fuerit sibi prima tabella,
Non color alterius hanc aliquando capit.
Hoc iter est peditis, si quando pergit in hostem,
Ordinis ad finem cumque meare potest.
Nam sic concordant: obliquo tramite, desit
Ut si regina, hic quod et illa queat.
Ast quos vicinos dominis curvosque notavi,
Transverso cursu sat loca pauca petunt.
Istorum fuerit positus quo quisque colore,
Primo dissimilem non aliquando pete.
Post primam tabulam mox fit sibi tercia sedes,
Qua fit reginæ dissonus ille uiæ.
Preterea cursus æquites girosque facessunt,
Sunt quibus obliqui multiplicesque gradus:
Dum primam sedem quisquis contempnit eorum,
Discolor a prima tercia carpit eum
Sic alternatim tenet hunc illumque colorem,
Quælibet ut cursus esse tabella queat.
At rochus semper procedit tramite recto,
Utque datur racio, porrigit ille gradum.
Quattuor in partes gressum distendere fas est
Atque uno cursu tota meare loca.
Hic certamen habent æquitesque per horrida bella,
Ut, si defuerint, prœlia pene cadant.
In quibus et reliquis extat custodia sollers,
Inconsultus enim prœlia nemo petit.
Cuique datur custos, ne incautum vulnera sternant,
Solus, heu, facile, si petat arva, ruit.
Cum vero cuncti certatim prœlia densant,
Hostis in hostilem fit celer ire necem.
Hanc rex devitat, hac numquam sternitur ille,
Hoc facto reliquis amplius ipse potest.
Dum tamen hunc hostis cogit protendere gressum,
Si conclusus erit, prœlia tota ruunt.

 

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©ALS, 2021