viernes, 2 de diciembre de 2022

UN CACHORRO DE LEON Y UN PIANISTA

 

HOMENAJE A 

BORIS DE GREIFF BERNAL

 


"El ajedrez es mi compañía intelectual, mientras tenga un tablero a mi lado nunca me sentiré solo"
Boris De Greiff 
 

León, su padre, era el poeta. Otto, su tío, el músico. Y él, Boris, tal vez el loco. Los tres tienen algo en común, además de su apellido. Son maestros: el primero, maestro del mundo de las letras y de la vida bohemia. El segundo, maestro en cuestiones de música. El tercero, maestro del ajedrez. eltiempo

 

En su libro "JAQUE AL OLVIDO" nuestro homenajeado comenta como se inició su afición por el ajedrez, luego de la llegada de Alkehine a Bogotá en 1939.

 

De Greiff, B. "Jaque al olvido" EL NAVEGANTE EDITORES,
noviembre de 2004, Bogotá-Colombia
    




Jesús Gonzalo González Bayolo

Agradecemos al reconocido periodista
cubano e historiador de ajedrez  Jesus González Bayolo por autorizar la reproducción del siguiente artículo de su autoría, publicado en CubaperidodistasLa Colección de papá se onorgullece de presentar a este amigo cubano, que ha dedicado toda la vida al ajedrez. 
 
 Nació en Camagüey en el año 1952. Es periodista e historiador del ajedrez, toda una autoridad del tema en Cuba.

Su vocación estuvo orientada hacia las humanidades; en particular, las letras y su ejercicio, por lo que estudio Literatura y Periodismo. Estudio en la Escuela de Corresponsales de Juventud Rebelde donde inicio labores en 1970.

En 2018 recibe el Premio Nacional de Periodismo Deportivo, en la categoría especial a la Obra de La Vida.   Bayolo
 
 

UN CACHORRO DE LEON

Jesús G. Bayolo
diciembre 9, 2020 

Célebre es La columna de Segismundo, que durante muchos años apareció en Alfil Dama, la revista insigne del ajedrez colombiano. ¿Quién era Segismundo? Me resultaba evidente que la escribía Boris de Greiff y un día le pregunté el por qué del seudónimo, sabedor de que detrás de cada nombre oculto se esconde también alguna historia.

Me dijo sencillamente que ese era uno de sus cinco nombres… Ahí me enteré de todos, así como de los de su padre León de Greiff y los de su hijo, que identificamos como Akiba.

-¿Cuáles son los nombres de tu padre, el poeta nacional colombiano?

–Francisco de Asís León Bogislao.

-Qué bueno que prevaleció el León. ¿Y cómo te bautizó a ti?

–Luis León Boris Carlos Segismundo.

-¿Continuaste la tradición?

-Sí, mi hijo se nombra Boris Akiba León Valentín… En este caso prevaleció Akiba, un homenaje viviente al gran Rubinstein.

-¿Cómo te presentó Miguel Najdorf en 1956 al campeón mundial Mijail Botvinnik?

-De esta manera: “Es hijo del Pushkin colombiano”, lo cual intrigó e interesó al patriarca de los ajedrecistas soviéticos. Yo iba a fungir como analista del carismático Gran Maestro argentino, a petición del propio Najdorf, en el torneo Memorial Aliojin, en Moscú.

–Me cautivaron estas letras de tu papá: Volver a ver tras haber visto siempre la cosa misma. Volver a ver por si se ve cosa distinta. ¿Cuándo fueron escritas? 
 
León observa a su cachorro

-En 1946, en La columna de Leo.

-¿Era tu padre extranjero? 
 
-Hijo de sueco con alemana, León de Greiff Häusler nació en Medellín el 22 de julio de 1895 y vivió hasta el 11 de julio de 1976. En 1927 se casó con Matilde Bernal Nichols, de cuya unión nacimos Astrid, Boris, Hjalmar y Axel.

-¿Te enseñó el ajedrez?

-Era un admirador del noble juego, pero como sucedió en el caso de Morphy, fue mi tío Otto –célebre musicólogo- más que admirador un apasionado del ajedrez y además de enseñarme los rudimentos del juego me llevó con nueve años en 1939 a un espectáculo inusual que me cautivó: una exhibición de simultáneas del entonces campeón mundial Alexander Aliojin, en el teatro Colón de Bogotá.

-En cambio, según se ha dicho en medios colombianos, León tiene el mérito de haber sido quien enseñó el ajedrez a finales de la década del 40 a un joven que en 1982 recibiría el Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez. ¿Es cierto?

-Pudiera ser. Hay obras suyas en las que se recrea el tema del ajedrez, como El amor en los tiempos del cólera y El General en su laberinto.

-¿Cuándo naciste?

-El 13 de febrero de 1930 en Medellín, capital de Antioquia, en el momento justo para ser protagonista de los primeros acontecimientos del ajedrez colombiano, junto con Luis Augusto Sánchez y Miguel Cuéllar Gacherná. Y para servir de puente con una nueva generación encabezada por Carlos Cuartas, con la cercanía de Juan Minaya y José Salvador Rodríguez.

-¿Pero alternaste con otros?

-Con las generaciones siguientes, en las que resaltan Oscar Castro, José Antonio Gutiérrez, Jorge González, Darío Alzate, Raúl Henao, Antonio Agudelo y los primeros grandes maestros colombianos, Alonso Zapata y Gildardo García.

-Le arrebataste una línea en la cronología de campeones a Sánchez y Cuéllar, quienes se repartían las coronas nacionales indistintamente en las primeras 13 ediciones, entre 1946 y 1962. ¿Cuándo fue?

-Cuando tenía 21 años, en 1951. Ese fue el cuarto campeonato.

-¿Por qué Colombia demoró hasta 1946 para organizar su primer campeonato nacional?

-Porque en Barranquilla se iban a disputar los V Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe, y por iniciativa de Cuba figuró dos veces el jugo ciencia a modo de exhibición en tales citas: Panamá 1938 y Barranquilla 1946 (no hubo en 1942, por la II Guerra Mundial). Para elegir el equipo colombiano se organizó el primer campeonato nacional.

-¿Cómo se explica que Colombia debutara en olimpíadas en sitio tan lejano como Holanda?

-La XI Olimpíada mundial de ajedrez debía efectuarse en 1954 por segunda vez en Buenos Aires, y con el ajedrez ya organizado en casa, Colombia decidió que era el momento del estreno, por lo que se reglamentó que el equipo saldría del campeonato nacional de 1953. Lo ganó Cuéllar y yo fui subcampeón. Pero a menos de dos meses de la cita, Argentina anunció que no podría organizar la olimpíada. Entonces apareció Holanda y en cosa de mes y medio salvó la continuidad histórica.

-¿En cuántas olimpíadas participaste y cuáles fueron tus mayores éxitos?

-Como jugador, en nueve, hasta Buenos Aires 1978. En Niza 1974, la última con eliminatorias y finales, gané la medalla de plata en el quinto tablero, obteniendo el 75 por ciento de los puntos, y en Haifa 1976, primera por Sistema Suizo, me consagré campeón olímpico, el único que ha tenido Colombia, al conquistar el oro igualmente en el quinto tablero, con el 78,6% de los puntos.

-¿Cuándo llegaron los títulos internacionales?

-El de Maestro Internacional en 1957 (tercero de Colombia) y el de Árbitro Internacional en 1978. Como árbitro he estado en el resto de las olimpíadas.

-¿A cuántos campeones mundiales conociste?

-A todos a partir de Aliojin, trabando amistad con algunos, como mi tocayo Spasski.

-Cuando lo visité en su casa de Bogotá me enseñó muchas fotos y le pregunté ¿Cariño especial por alguna?

-Te voy a mostrar la que constituye mi gran orgullo. Fue la portada de la revista Chess (Inglaterra) en junio de 1962. (Es una imagen del I Memorial Capablanca, en la que el joven de 32 años Boris de Greiff batalla frente a Boris Spasski ante la mirada atenta de Ernesto Che Guevara).

-Hombre cultísimo, fue un simpatizante de la Revolución cubana. ¿Cuáles son tus más gratos recuerdos de Cuba?


La foto de su orgullo

-Mis encuentros con Fidel Castro y el Che. Admiraba también el estilo oratorio y de la palabra escrita de Raúl Roa, canciller cubano en la década del 60…

-¿Alguna anécdota?

-En los años 60 estoy en el lobby del hotel Habana Libre viendo por televisión un discurso de Fidel Castro y comento con énfasis: –¡Este Fidel es un berraco! Repito dos o tres veces mi admiración y eso motivó que al rato un par de desconocidos se me acercaran y con amabilidad me convidaran a conversar a solas.

-¿Cómo continuó?

-Alguien había notificado a la Seguridad del Estado las exclamaciones de aquel extranjero y acudieron a averiguar. Cuando me preguntaron, me mantuve en mis trece y se originó un diálogo “de sordos”. Sorprendía a los agentes cubanos que la expresión no se decía con saña, sino con admiración…

-¿Y cómo se aclaró?

– El asunto se aclaró cuando me preguntaron qué cosa era para mí un berraco, y expliqué que un valiente, un tipo duro y otros sinónimos más viriles. Sobre todo en Medellín, se usa mucho la expresión y cuando algo está de maravillas se dice que “¡esto es una berraquera!”

(Por curiosidad para el lector cuidadoso de los términos ortográficos les digo que según mis investigaciones en Colombia, antes el término se escribía lo mismo con uve que con be, hasta que García Márquez escribió berraco, y así se quedó).

El Tiempo, El Espectador, El Colombiano, Cromos, Semana…

Boris de Greiff era un periodista nato. Los periódicos y revistas del subtítulo eran en los que más escribía, sin contar publicaciones especializadas. No pocas veces lo cite en mis crónicas y con sorpresa descubrí una vez que había hecho lo mismo, cuando me enseñó unos ejemplares de la revista Cromos.

Recoger su periodismo diverso daría varios libros. Parafraseando un conocido proverbio, cachorro de león caza ratón, porque la mayor popularidad de Boris de Greiff en el ajedrez fue por lo mucho que escribió sobre el tema, exhibiendo un estilo (a diferencia de León, más complicado) tan culto como sencillo, capaz de atrapar hasta a quienes pasan por jaque al rey durante el enroque.

En la medida que fue disminuyendo su producción periodística, creció la literaria. Ocurrió inspirado en su tío Otto de Greiff, quien le había regalado su numerosa biblioteca, la cual incluía muchos ejemplares adquiridos en Europa. Boris se encargó de enriquecerla y cuenta que cierto día sintió una voz interior que le decía “Dale utilidad a esa biblioteca”.

Gracias a esa “voz” surgieron los libros: Año 2000: Grandes partidas del Siglo XX. 222 páginas. Lo dedicó a la memoria de Otto de Greiff. Año 2002: Las 500 grandes partidas de la historia. 240 páginas. Año 2004: Jaque al olvido (Del café al ajedrez magistral en Colombia). 197 páginas. Año 2006: Mil y una partidas. 542 páginas.

Estrictamente personal

Comencé a conocer a Boris de Greiff, en el XI Memorial Capablanca que tuvo por sede a la ciudad de Camagüey, en 1974. No sospechaba entonces que aquel colombiano se iba a convertir en uno de esos amigos imprescindibles, aunque solo coincidiéramos cada cierto tiempo en Cuba, Colombia o un tercer país.

Tuvo la audacia de invitarme en 1996 a una conferencia científica en Medellín, a efectuarse junto con el mundial juvenil. Me pidió que hablara de algo que él conocía muy bien: Periodismo de ajedrez. Le agradezco el honor de haber compartido cátedra con figuras del ajedrez mundial, entre ellas Judith Polgar.

Cuando concluyó la última partida en la olimpíada de Calviá 2004, con la mejor actuación histórica de Cuba, el amigo Boris me trasmitió una efusiva felicitación, y sin proponérselo me dio el título para mi reporte para Juventud Rebelde.

Me dijo eufórico: -El séptimo es excelente, pero es que Cuba no ha quedado séptima, sino tercera, porque Ucrania, Rusia, Armenia, Estados Unidos e Israel, son todos lo mismo, equipos con jugadores de la ex URSS, de modo que es como si la India hubiera sido plata y Cuba bronce.

Coincidimos por última vez en la olimpíada de Turín 2006. Con 76 años continuaba ágil, de cuerpo y de mente. Las distancias que los más jóvenes solo concebíamos en autobús o taxi, para él eran alegres caminatas. Últimamente se le había despertado una afición desaforada por los sudocus. Continuaba levantándose bien temprano, y con la costumbre de salir a comprar los diarios, en cualquier ciudad del mundo en que estuviera.

Pero ahora más que las noticias priorizaba esos “crucigramas de números”, que ya se le hacían imprescindibles para alternarlos con el desayuno. Me preguntó, entre el café y el lápiz sobre el papel, mi opinión sobre el sudocu. Le dije, sin pensar: – Me parece interesante… Es como el ajedrez. Dejó el café y el lápiz. Me miró fijo, serio. Pensé que iba a regañarme, hasta que su rostro se trocó festivo y explotó en expresión que consideré elogio: –¡Eso mismo dice Anand!

En Turín me habló de Mil y una partidas, su libro a punto de editarse, que me llegó al año siguiente, pero sobre todo platicamos sobre la idea de agregarle otro tomo a Jaque al olvido, ante la gran acogida que había tenido. No sé hasta donde haya avanzado el proyecto. Si sé que para Boris de Greiff no hay olvido.

Fue inscripto en el Libro de oro de la Fide en 2002. Falleció el lunes 31 de octubre de 2011 en su casa de Bogotá, a los 81 años.

La partida suya que les muestro (Ámsterdam, 1954) podría estar entre las 500 mejores de la historia, y si él no la incluyó en su libro, usted y yo, de común acuerdo, podemos darle el número 501.
 
Reproducimos, para ustedes, la partida que Jesús G. Bayolo nos recomienda:

Boris De Greiff vs Brian Patrick Reilly
Amsterdam Olympiad Final-B (1954), Amsterdam NED, rd 8, Sep-20
Caro-Kann Defense: Two Knights Attack. Mindeno Variation Exchange Line (B11)  ·  1-0

 
La Colección de papá

 

 

https://es.chessbase.com/post/elogio-del-ajedrez-desde-la-hamaca-del-general

"La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla."
Gabriel García Márquez


De Greiff era el único colombiano que podía contar que el Nobel García Márquez cubrió para El Espectador las tres partidas que le ganó al pianista vienés Paul Badura Skoda, en casa de Fernando Gómez Agudelo, quien puso el vinillo, los pasabocas y música de Bela Bartok, el preferido del Nobel. La cuarta partida quedó en tablas.

El tío Otto apuntaba las jugadas e incluía a Mozart y a Bach en el menú. Años después, el vienés volvió a Bogotá, tomó desquite de Boris y regresó a las teclas blancas y negras del piano. El piano es un ajedrez acostado que suena.

La larga noche de ajedrez de Paul Badura Skoda”, tituló don Gabo su crónica sobre el match. En reciprocidad, el pianista le regalaría a su contrario la sonata más larga de Beethoven, Hammerklavier.

 

LA NOCHE LARGA DE AJEDREZ DE 

PAUL BADURA SKODA

Gabriel García Márquez
16 mar 1981

A su paso por Bogotá, hace dos semanas, el genial pianista austríaco Paul Badura Skoda sorprendió a un grupo de sus amigos con una pasión más compulsiva que la música: el ajedrez.  Había tenido un concierto muy difícil la noche anterior. A las once de la mañana, después de tres horas de ensayo, se sometió con un rigor asombroso a un programa de televisión de casi cuatro horas, y terminó estragado por la tensión, por las luces y el calor, por las interrupciones y las repeticiones constantes. Pasadas las cuatro de la tarde, sin tiempo para cambiarse de ropa, asistió a un almuerzo con los platos más exquisitos y bárbaros de la cocina criolla, y no sólo comió con un buen apetito de músico, sino que se dejó seducir por los vinos abundantes. Al final, cuando sus anfitriones suponían que estaba al borde del desmayo, preguntó si era posible encontrar a alguien que le hiciera el favor de jugar con él una partida de ajedrez.  La vitalidad de los grandes pianistas es ejemplar. «Tocar una sonata de Mozart es como meter un camión de carga por el ojo de una aguja», me dijo uno de ellos. Hace unos cinco años vi a Arturo Rubinstein en un restaurante de Barcelona, cenando con un grupo de amigos, a las dos de la madrugada, y todavía con el traje de etiqueta del concierto que acababa de ejecutar. Ya había cumplido los 84 años, pero se comió una tortilla de chorizos; con fríjoles blancos, como si tuviera dieciocho, y ayudó a sus compañeros de mesa a despachar seis botellas de champaña.  Paul Badura Skoda, aunque sólo tiene 53; años, parece hecho de la misma materia.  De modo que cuando dijo que quería jugar ajedrez, sus amigos llamaron por teléfono al maestro Boris de Greiff -que es una de las estrellas mayores del mundo- y éste no se hizo repetir dos veces la solicitud.  Eran las cinco de la tarde. Boris de Greiff prometió que a las siete de la noche recogería a Badura Skoda en su hotel.

Cuando el pianista supo cuál era el tamaño de su adversario, pidió que lo dejaran solo en su habitación. Sus amigos pensaron con muy buen sentido que iba a descansar dos horas. Sin embargo, poco después lo llamaron de la empresa de televisión para arreglar las cuentas del programa, y él se negó a ocuparse de un asunto tan trivial. «Ahora no puedo», dijo, «porque estoy preparando una partida de ajedrez». Era cierto. Cuando Boris de Greiff llegó a recogerlo, lo encontró estudiando en un tablero magnético que lleva siempre en su maleta. Las fichas estaban colocadas en la posición final de la última partida inconclusa de la semifinal que jugaron en enero de este año, en Merano (Italia), el alemán Robert Huber y el disidente soviético Víctor Korchnoi.  Esto le dio a Boris de Greiff una idea inquietante de la categoría de su adversario. «Aquella habitación parecía más de un ajedrecista que de un músico», dijo Boris de Greiff. «No había una sola partitura». En cambio, en la mesa había un libro de ajedrez en inglés y otro en alemán. Ambos muy especializados. Y había además muchos recortes de la sección de ajedrez del Times de Londres y del New York Times.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.

Mientras Badura Skoda practicaba en su tablero magnético, los dueños de la casa donde se iba a jugar la partida, previendo que ésta sería rápida y alegre, se fueron a comprar lo necesario para improvisar una cena.  Desde la tienda llamaron a casa para avisar al servicio que tal vez sus invitados iban a llegar antes que ellos, y ordenaron que los atendieran con todos los honores.  Cuando volvieron a la casa, un poco antes de las ocho, encontraron en la puerta un Mercedes radiante con dos antenas de televisión, reflectores rojos y verdes y sirenas de alarma.  En realidad eran los invitados de una fiesta vecina, que se habían equivocado de puerta, pero las criadas los habían recibido de acuerdo con las órdenes de los dueños de casa. Badura Skoda y Boris de Greiff llegaron justo en el momento en que se aclaraba el equívoco, pero estaban tan excitados con la inminencia de la partida, que no se dieron cuenta de nada.

La larga noche empezó a las ocho. Por una cortesía pura con sus anfitriones, Badura Skoda tocó en el plano, sin un punto de inspiración, la tercera partita de Juan Sebastián Bach.  Estaba en un estado de tensión que no había padecido la noche anterior, en el concierto, ni esa mañana, ante las cámaras.  Sólo cuando se sentaron frente al tablero pareció sumergirse en una ciénaga de serenidad.  Boris de Greiff contó que en la Olimpiada mundial de Leipzig, en 1960, no se había usado un timbre como señal de partida, sino el aria para la cuerda de sol de la suite para orquesta número 3, de llach.  A Badura Skodt le parecios bien que se usara eii aquel mornento, y el dueño de casa, que es el más compulsivo fanático de Bach y del sonido electrónico en Colombia, puso el disco a un volumen prudente. Boris de Greiff, jugando con las blancas, abrió con el peón del rey. Badura Skoda le replicó con la defensa siciliana. En ese instante terminó el aria para la cuerda de sol. Y siguió una gavota. L os testigos tuvieron la impresión real de que a Badura Skoda se le pusieron los pelos de punta. «Me gusta mucho Bach y me gusta mucho el ajedrez, pero no los soporto juntos», dijo, con su buena educación exquisita. Entonces quitaron el disco, desconectaron el teléfono y el timbre de la puerta, y encerraron los perros amordazados en el dormitorio.  Los dueños de casa y la esposa de Boris de Greiff se encerraron con una botella de whisky en el comedor vecino, y la casa y el barrio, y la ciudad entera quedaron sumergidos en un silencio sobrenatural.

La guerra duró seis heras. Badura Skoda se concentró hasta el punto de que sólo dijo tres veces la misma palabra en alemán después de tres de sus propias jugadas. Boris de Greiff entendió que decía: «Muy mal». Y, en efecto, lo dijo siempre del pues de las tres jugadas que determinaron su derrota. No levantó la vista del tablero un solo instante, y sólo movió la mano para jugar. «Desde el principio me di cuenta que debía empeñarme a fondo», dice Boris de Greiff, «pues no podía hacer un papelón frente a un jugador tan serio». Aunque De Greiff es un fumador intenso, y fuma siempre mientras juega, esta vez se abstuvo por consideración a la austeridad de su adversario.

Jugaron cuatro partidas. Badura Skoda perdió tres, y la cuarta quedó en tablas. No quedó satisfecho, por supuesto. A las tres de la madrugada se empeñó en analizar las partidas, hasta que Boris de Greiff le ayudó a establecer cuáles fueron sus errores decisivos. Luego, cuando le acompañó al hotel, le pidió que subiera al cuarto para explicarle el sistema especial de notación del redactor de ajedrez del Times, y siguió hablando de ajedrez hasta que la ciudad amaneció en las ventanas. A todos los testigos de esa noche irrecuperable les quedó la impresión de que Badura Skoda -que es uno de los pianistas más notables de nuestro tiempo- es en realidad un ajedrecista que sólo toca el piano para vivir.

Pregunta sin respuesta

El señor Hans Knospe, un lector alemán, me dice lo siguiente en una carta: «Usted dice en la página 239 de Cien años de soledad. "Y cuando llevaba toda su ropa a casa de Petra Cotes, Aurellano Segundo se quitaba cada tres días la ropa que llevaba puesta y esperaba en calzoncillos a que estuviera limpia". Pregunto: ¿Cuándo se cambiaba y lavaba Aurellano Segundo los calzoncillos?».
Copyright Gabriel García Márquez/ACI. 1981.


 

PAUL BADURA SKODA
(1927-2019)

Paul Badura-Skoda nació en Viena en 1927. A pesar de las primeras lecciones de piano recibidas en su infancia, el joven deseaba seguir la carrera de ingeniero. Habiendo escuchado los conciertos dados durante la guerra por Edwin Fischer, Hans Knnapertsbusch y Wilhelm Furtwaengler, Badura-Skoda decidió cambiar su profesión dedicándose a la música. Sin embargo, Badura-Skoda no pudo entrar al Conservatorio de Viena antes del fin de la guerra en 1945 terminando en 1948, con óptimo éxito, sus estudios de pianista y de director de orquesta.

A partir de entonces, su desarrollo artístico quedó determinado por los cursos de perfeccionamiento de Edwin Fischer en Lucerna, los cuales el joven pianista frecuentó regularmente desde

1948, primero como estudiante y luego como asistente de Fischer.

El joven artista fue descubierto en 1949 por Furtwaengler y Karajan quienes lo contrataron inmediatamente como solista. Sucede raras veces que un joven pianista gane tanta fama en todos los continentes dentro de un plazo tan corto, lo que debe atribuírse primordialmente al gran número de discos grabados por Badura-Skoda. Solamente de tal modo fue posible que se agotaran las localidades para su primer concierto realizado en Nueva York en 1953, representando esto una novedad, que se repitió unos años después con motivo de su primer concierto en el Japón. Desde 1952, Badura-Skoda ofrece conciertos en todas las salas del mundo, participando regularmente en los más importantes festivales internacionales, habiendo asimismo tocado con casi todas las más famosas orquestas.

El vasto repertorio de Badura-Skoda, se concentra en las obras de los maestros vieneses de la ópera clásica y abarca también los autores románticos y modernos.
...
En 1970, tuvo un gran éxito ejecutando por primera vez el concierto de piano compuesto para él por Frank Martín. El compositor mismo se dirigió al artista, con las siguientes palabras:

"Tu primera ejecución del concierto representa un acontecimiento extraordiario en la vida del compositor. Tú me has convencido. Esperemos que también otros se dejen convencer". Badura Skoda
 
 
 
Mikhail Tahl vs Boris de Greiff

 
MI Boris de Greiff (1930-2011). Foto de Ernesto Aponte.

 

"JAQUE AL OLVIDO"

 

Alonso Zapata R.* / Especial para El Espectador (5 Nov 2011)

"Simplemente no se puede hablar del ajedrez en Colombia sin mencionar a Boris de Greiff, quien falleció la tarde del lunes, a los 82 años de edad, después de haberle dedicado toda su vida al deporte ciencia." Luis G. Ordóñez

Proveniente de una familia ilustre de ascendencia alemana, hijo del poeta León de Greiff, sobrino del musicólogo y matemático Otto de Greiff, rompió paradigmas al dedicarse al ajedrez. Disciplinado, fue uno de los primeros en estudiar el ajedrez metódicamente. Podía trabajar en muchas cosas y hacerlas bien; gran escritor y periodista.

Junto con los maestros internacionales Luis Augusto Sánchez y Miguel Cuéllar, Boris hace parte inherente de una época gloriosa del ajedrez colombiano.

Dotado de una memoria increíble, recordaba fechas, eventos, libros, sucesos y anécdotas. En el ajedrez, recitaba posiciones de apertura, medio juego y final de manera enciclopédica. Su cultura prodigiosa me producía envidia de la buena. Era un lector voraz, cultivaba el buen español y era un defensor encomiable del buen uso del idioma.

En mi adolescencia recuerdo que salía del colegio y enseguida corría al centro de Bogotá a la Liga de Ajedrez a esperar al maestro Boris. A él le llegaba primero la información. Siempre, por las tardes, aparecía con las últimas revistas de ajedrez o el Informador yugoslavo. Allí se reunían los mejores ajedrecistas de Bogotá. Discutíamos y analizábamos partidas. Al principio no me dejaban meter la mano, pero debo agradecer a mi querido maestro que decía: “Dejen que el pelao muestre sus ideas”. Me dio confianza y esa experiencia fue una gran escuela para mi desarrollo.

Políglota, experto viajero, era uno de los ajedrecistas con mayor participación en las olimpiadas de ajedrez, ya fuera como jugador, árbitro o capitán del equipo colombiano. Disfrutaba viajar y estar junto a él; le aprendí montones. Era ideal tenerlo de analista y acompañante en los campeonatos. Igual hablaba en inglés, francés, alemán o ruso. Un gran caminante, caminaba rápido, un poco acelerado. Era su actividad física favorita. Muchas veces tenía que correr para seguirle el paso.

Estuve con él en muchos lugares; París, Viena, Moscú, Túnez… Era el mejor guía turístico que alguien pueda imaginar. Conocía los recovecos de las ciudades, supermercados, restaurantes, calles, dominaba el transporte público como si viviera allí. Conocía a todos los ajedrecistas de la élite y de la mayoría era amigo personal. Recuerdo su especial amistad con el excampeón mundial Boris Spassky. Incluso varias veces lo trajo a Colombia a realizar exhibiciones.

En uno de los resultados más importantes de mi vida, el Campeonato Mundial Juvenil de 1977, en Innsbruck, Austria, fue mi acompañante y analista. Su optimismo desbordante y gran ayuda, me dieron la seguridad para lograr el inimaginable segundo lugar.

Boris es todo un referente histórico para los ajedrecistas colombianos de todas las generaciones. Fue columnista de El Espectador, El Tiempo y la revista Cromos. Sus tres libros de ajedrez son verdaderas joyas: Jaque al olvido, Las mejores partidas del siglo XX y Mil y una partidas. Por muchos años fue el editor de la revista Alfil Dama.

De una gran generosidad, me acuerdo que hace ya algunos años se desprendió de prácticamente toda su enorme biblioteca —su mayor patrimonio—, para donarla a la liga de Ajedrez de Antioquia. El legado del maestro Boris de Greiff lo hace un personaje trascendental en la historia del deporte colombiano."
 * Por Alonso Zapata Gran Maestro colombiano, múltiple campeón nacional e instructor radicado en Puerto Rico.
 
 
 
Finalmente sobre el viaje de Alekhine a tierras americanas, me parece interesante poner en conocimiento de los amigos, el siguiente posteo en el que se señala que también el Campeón del Mundo visitó Ecuador.  
 
Hasta el dia de hoy no he podido encontrar ninguna información que corrobore tal hecho, que por el momento sólo queda registrado en la intención de puño y letra del propio Alekhine de visitar Guayaquil.  Esta información también consta señalada en el libro editado por el MInisterio del Deporte de Ecuador: "Memorias del Deporte 2 Ajedrez © 2013"


LA GIRA DE ALEKHINE POR SUDAMÉRICA

Actualización de un post anterior (del 07/10/2013) con más detalles sobre el viaje de Alekhine a Bogotá y Lima.

Después de jugar un torneo de entrenamiento en Caracas en febrero de 1939, Alekhine jugó un simulacro a ciegas en la ciudad de Panamá y viajó por mar a Colombia al mes siguiente para jugar dos exhibiciones en Bogotá los días 21 y 23 de marzo, en el foyer del teatro Colón.

El documento publicado a continuación es un par de planes de viaje que Alekhine anotó en uno de sus cuadernos. No se indica qué plan, A o B, era el bueno. Pero sabemos que Alekhine estuvo en Brasil, en Río de Janeiro entre el 25 de mayo y el 8 de junio de 1939, por lo que el plan B parece ser más o menos el definitivo. Según el periódico colombiano El Tiempo, la salida de Alekhine a Guayaquil desde Buenaventura fue el 25 o 26 de marzo.

Según sus propias anotaciones, Alekhine pretendía viajar por mar a Guayaquil (Ecuador, 27 de marzo), Lima (Perú, 12 de abril) y Antofagasta (Chile, 23 de abril) en marzo y abril de 1939 y luego planeaba ir a La Paz (Bolivia, 25-28 de abril), Buenos Aires (Argentina, 3-5 de mayo) y después a Río de Janeiro (19 de mayo). Todos los nombres subrayados a continuación por Alekhine son los barcos de la Grace Line que pensaba tomar con su esposa Grace en su viaje por América Latina. 
 
 
Un mapa de las rutas de Grace Line 
en el continente americano. Cortesía
 de Simplonpc ©
Anotaciones del propio Alekhine sobre 
su viaje por Latinoamérica en uno 
de sus cuadernos. 
 



















 
Alekhine y su esposa llegaron el 19 de marzo al puerto de Buenaventura (Colombia) y viajaron al día siguiente a Bogotá, donde habían sido invitados por el diplomático francés de origen ruso Boris Eliacheff, agregado comercial de la legación francesa en la capital colombiana. Se alojaron en la casa del Sr. Eliacheff durante su estancia en el barrio del Magdalena de Bogotá.

El 21 de marzo, Alekhine jugó un simulacro en 38 tableros (con algunas personas jugando en consulta). Parece ser que este simulacro duró hasta las 4 de la mañana y que Alekhine perdió tres partidas (una de ellas contra una mujer, Ana Caro Tanco) y consiguió un par de tablas según un informe de prensa publicado en portada con foto por el periódico El Tiempo (NB: el registro de la antología Skinner/Verhoeven de las partidas de ajedrez de Alekhine da una puntuación ligeramente diferente de +33 -2 =3).

El 23 de marzo, Alekhine jugó un simulacro a ciegas en 8 tableros contra 16 jugadores en consulta. Sólo perdió en el tablero uno contra Fernando Caro Tanco y José Luis Pardo Umaña y la foto de los dos ganadores se publicó de nuevo en portada en El Tiempo. En ambas exposiciones, este periódico dio los nombres de todos los jugadores pero no publicó ninguna partida. Parece que sólo se conocen dos partidas del primer simulacro. 
 
Nota de La Colección de papá: la versión original de la publicación no se incorporan las fotografías que se exhiben a continuación. 
 
  
"Jaque al olvido" de Greiff.
 
El 24, Alekhine partió hacia Buenaventura para tomar el 26 un barco "Santa Bárbara" de la compañía Grace Line, en ruta hacia Guayaquil (Ecuador). Según El Tiempo (24/03/1939), tenía que hacer una o dos exhibiciones en Quito.

Alekhine viajó de Buenaventura a Guayaquil a bordo de este barco. Cortesía de Simplonpc ©

Como se mencionó en una versión anterior de este post, la revista británica Chess Magazine 1939, página 260, informó de que el Campeón del Mundo también visitó Ecuador y Perú de camino a Argentina (fuente: antología Skinner/Verhoeven de las partidas de ajedrez de Alekhine), pero no se ha encontrado más información sobre sus actividades en estos dos países.

Otro informe de prensa, un despacho de Associated Press, fechado el 13 de abril de 1939, publicado en el periódico brasileño A Noite (NB: el resumen de la noticia está en la mitad de la página) con el titular "Alekhine está en Perú", decía que "Alekhine, el conocido campeón internacional de ajedrez, llegó hoy a Lima para participar en varias exhibiciones con ajedrecistas de esta capital".

http://alekhine-nb.blogspot.com/2013/07/alekhines-tour-in-south-america.html

 

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