martes, 1 de julio de 2025

TABLERO DE AJEDREZ DE ARTESANIA MOLERO



 
 

ORIGEN: GRANADA             AÑO: c. 1950-1960

ESPAÑA                        

     Cuarta generación, representada actualmente
por Jesús Molero Sabador
 

500 x 500 x 16.0 mm

ESCAQUES 48.0 x 48.0 mm




BORDE DE TABLERO Y ESQUINA

PATRÓN DE TARACEA

Greca y motivo central

 

 Fotografía: Sergio Coellar Mideros- Pamplona, 27-30 de junio de 2025


Genoveva Labiano Hualde, esposa de Pepe Leuza recuerda que se conocieron en 1967.  Un año exacto después contraían matrimonio, el 24 de noviembre de 1968. En el viaje de novios, fueron a Valencia y de regreso a Pamplona adquirieron en Zaragoza el tablero de artesanía de taracea granadina y las piezas de ajedrez con las que Pepe diariamente analizaba y resolvía problemas ajedrecísticos y jugaba ocasionalmente con su nieto. 
 
En la cara posterior del tablero se conserva una pegatina que anunciaba el costo del artículo, 765 pesetas del año 1968.  En un local de antigüedades, cercano a la Catedral de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, en cuyo escaparate Pepe logró divisar el tablero e inmediatamente lo adquirió, así como el conjunto Escardibul que ya hemos presentado.  Como dato comparativo del poder económico esas 765 pesetas representarían en la actualidad €345,58 en términos de renta del trabajo  utilizando el  salario medio según el portal measuringworth.
 
Con  700 pesetas se compraba una moderna maquinilla de afeitar Philips, con 999 una cámara fotográfica Kodak, con 990 los mejores regalos en Dia de Reyes, con 60 una entrada para el cine y con 200 una cena en un buen restaurante. 
 
La ubicación del tablero en el escaparate de un anticuario, hace pensar que el mismo era de segunda mano, al menos. Además creemos que el anticuario validaba y quizá conociera el origen de la artesanía, su valor artístico y antigüedad y en consecuencia el costo  de venta, que Pepe pagó.
 
Sin encontrar datos del fabricante en el reverso del tablero a más de la pegatina referida, hemos comparado en fotografías los patrones de taracea granadina de Laguna, Molero y otras artesanías; creemos que el nuestro se corresponde con los fabricados por Artesanía Molero. 
 



 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
"ARTESANIA V. MOLERO, S.A. es una empresa totalmente artesanal que trabaja desde 1888 ininterrumpidamente. En la actualidad está dirigida por Jesús Molero Sabador, bisnieto del fundador, entregado a la tradición familiar.

Su especialidad, los bargueños de los siglos XVI al XVIII, se complementa con todo tipo de mobiliario para la decoración de interiores y restauración de piezas antiguas
En el desarrollo de su labor se siguen utilizando maderas como el ébano, Pau Ferro, caoba, nogal, Madre Perla hueso, etc., es decir, los mismos materiales de antaño, con marqueterías incrustadas y, los grabados son realizados manualmente con buril (lápiz con punta de acero) siguiendo la técnica y motivos tradicionales.

La familia MOLERO, a través de sus cuatro generaciones, ha realizado un gran número de obras maestras que se encuentran repartidas en palacios y mansiones de todo el mundo.

Esta casa ha sido galardonada con más de 25 premios, tanto nacionales como internacionales. Sin embargo, el mejor premio para la firma MOLERO, es el hecho de conservar clientes y proveedores que ya lo eran de sus antepasados.
"  https://www.artesaniamolero.com/nosotros/
 
 
Localizamos a Jesús Molero Sabador, biznieto del fundador de la saga y hemos consultado sobre el origen de nuestro tablero enviado archivos gráficos.  Como veremos a continuación, se ratifica nuestra hipótesis, lo cual nos alegra enormemente y valora aún más la herencia de Pepe, que estuvo en su rincón por 58 años está esta bella artesanía catalogada entre las mejores de Granada, inclusive conocer y difundir  que la Artesania Molero ha sido finalista en los Premios Nacionales de Artesanía 2008 y 2014 


 

Mediante amable comunicación, Ángeles Oscáriz, nos comunica el 28 de junio de 2025: 

"Buenas tardes Sergio,
Efectivamente, ese ajedrez salió del taller de Víctor Molero (tercera generación de la familia) y actualmente, la cuarta dirigida por Jesús Molero, hijo de Víctor.
Le envío reseñada la greca que era hecha por Molero exclusivamente. Después se han imitado muchas gracias y diseños de nuestra taracea.
No sé volvieron a hacer tableros o mesas de ajedrez a partir de la década de los 80.

Agradecemos ver piezas, pequeñas y grandes, que nuestros antecesores han tenido en sus manos.

Un saludo,
 
Compartimos un video tomado del muro de Facebook de Artesanía Molero, publicado el 25 de junio de 2024

Elaboración Sergio Coellar Mideros
Fuente fotografía exposición Independiente de Granada.

Para comprender  los orígenes de la artesanía y conocer el alcance histórico de la taracea, compartimos dos trabajos.
 
  • El primero, es el trabajo de fin de carrera universitaria del Grado en Historia del Arte, realizado por Esmeralda Fernández Vaquero en la Universidad de Valladolid, en el cual "abarcaremos el desarrollo de una de las técnicas decorativas más destacadas del territorio granadino, poniendo en manifiesto todos los elementos que hacen de ella única... y con la pervivencia en la actualidad de talleres que desarrollan esta técnica con los conocimientos transmitidos del pasado a través de las generaciones que han ido transcurriendo", según declara la autora.
 

El reino Nazarí

 

Se debe conocer las razones que llevaron al reino nazarí a mantenerse en la Península durante más de dos siglos, una de las más importantes fue la estratégica localización del territorio (el Mediterráneo y zona de montaña haciendo de barreras naturales) junto con la tolerancia política concedida por el reino de Castilla y los intereses de los Estados islámicos coetáneos. A todo ello se suma la gran política
diplomática que origina alianzas y pactos, una centralización de la administración que a su vez se presentaba plural y heterogéneo por la migración desde diferentes puntos de la Península, la autosuficiencia gracias a los grandes recursos naturales y producciones especializadas, y un marco financiero desarrollado por el comercio exterior.
 
Es así como este territorio aislado, débil y amenazado constantemente por sus enemigos, que no culminan la labor de derrocarlo (los reinos cristianos sufren conflictos internos y el reino nazarí cuenta con la ayuda militar norteafricana; aunque también encontramos inestabilidad por la pérdida de interés magrebí llevando al aislamiento, lo que culminará finalmente en la presión cristiana), consigue dilatar su existencia en el tiempo.
 
El reino nazarí se encontraba entre Castilla (al norte) y los Estados musulmanes magrebíes (al sur). Castilla fue avanzando en la conquista, además de presionar y cobrar impuestos; en cuanto a la presencia magrebí aportó un nuevo componente al complejo marco político que se vivía.
 
Explotará al máximo sus recursos, siendo un claro ejemplo los puertos que emplea
para los principales circuitos comerciales, llevando a cabo pactos bilaterales tanto con Castilla como con los magrebíes.
 
La Batalla de las Navas de Tolosa en 1212 deja al descubierto la decadencia política, militar y económica del poder almohade en el ámbito magrebí y la debilidad interna de al-Andalus por la fragmentación. A comienzos del siglo XIII al-Andalus cae inmerso en una profunda crisis que lleva al avance de los reinos cristianos.
 
En 40 años se pierden importantes territorios como son Córdoba en 1236 o Sevilla en 1248. Las personas que permanecieron en el territorio lo hicieron con su nueva condición de ‘mudéjar’.
 
Fue Muhammad I el que fundó la dinastía nazarí aglutinando los restos de este escenario planteado, siendo también de ayuda las circunstancias favorables que tuvieron lugar a nivel político, geográfico, económico y diplomático.
 
Por lo tanto, el reino nazarí de Granada se originó cuando los habitantes de Arjona proclamaron como sultán/emir a Muhammad I en 1232, amparado por su fama de valiente soldado, su rango social-religioso y sus valores. Logró entrar en Granada en 1238 convirtiéndola en capital del nuevo reino.
 
Tomará, a partir de 1238, importantes territorios para la configuración del reino nazarí: Almería y Málaga. La frontera fue fluctuando dependiendo de la capacidad del monarca de frenar el avance cristiano. Pese a que el emir intentó ejercer autoridad en el territorio, había necesidad de una organización administrativa y revitalización socio-económica.

Desde este momento, la frontera territorial se convirtió también en una barrera ideológica que separaba el mundo cristiano del mundo musulmán, hubo además conflictos y relaciones comerciales siendo un punto de encuentro del que se
enriquecieron ambas culturas. 

  Recomendamos encarecidamente estudiar el trabajo de Fernández Vaquero

https://uvadoc.uva.es/bitstream/handle/10324/42171/TFG_F_2019_5.pdf;jsessionid=6B6455A57CCC905DE7C48D90986AB820?sequence=1

También recomendamos el siguiente texto:

"La taracea: una producción eboraria de lujo en la época de Juana de Castilla"
https://arteysociedad.blogs.uva.es/files/2012/09/23-SILVA.pdf 
 
  •  El segundo, un extraordinario reportaje tomado del Independiente de Granada, un viaje por la historia de la taracea granadina, desde sus origines sirios hasta hoy día, en peligro de desaparecer.
 

LA TARACEA MILENARIA GRANADINA SE MUERE

 Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 13 de Octubre de 2024
¿Quién no tiene una pieza de taracea o la ha regalado como recuerdo de la ciudad? Un extraordinario reportaje de Gabriel Pozo Felguera sobre la historia de un arte, tan granadino como la Alhambra, pero también es un SOS porque está al borde de la desaparición, si las instituciones no deciden apoyar un milenario oficio, que debería estar presente en la candidatura de Granada a la Capitalidad Cultural Europea de 2031. 
 
Cama hecha completamente de taracea por el maestro Inocencio Molero a principios del siglo XX

  • Esta artesanía tan característica de Granada es de origen sirio-musulmán, con momentos de esplendor en los siglos XIV-V, el Barroco y resurgimiento en el XX
  • La fabricación de grandes muebles para clases adineradas ha quedado reducida a piezas medianas-pequeñas que se venden a turistas en un 99%
  • La saga de Artesanía Molero −desde mediados del XIX− dejará pronto de existir; el prestigio del Artesano Molero dio nombre a una calle de Granada 
Venir de turismo a Granada y no llevarse una pieza de taracea de recuerdo era pecado. No se era nadie en Granada si no tenías un bargueño o una mesa de taracea en el salón. No había iglesia ni cofradía que no luciera cajonera o cruz de taracea. Siempre fue así hasta prácticamente finales del siglo XX. La taracea granadina hunde sus raíces en la época zirí, por lo menos. Es una artesanía traída de Siria en el siglo VIII. Este arte, casi circunscrito y característico de Granada, tuvo tres momentos de esplendor: en los siglos XIV-XV, en el Barroco granadino y un fuerte resurgimiento a principios del siglo XX. Precisamente de la mano de Inocencio Molero Puche y su escuela en el Hospital Real; de él aprendieron casi todos los maestros del siglo XX. Pero la crisis económica de 2008 empezó a hacer mella en este importante negocio granadino, del que llegaron a vivir casi dos mil familias en sus mejores tiempos. La prestigiosa y potente saga de los Molero −150 años como líderes del sector− cierra por falta de continuadores. En los últimos años han ido desapareciendo otros talleres más pequeños. Sólo se salvan de la quema los Laguna de la Alhambra y pocos más. El mobiliario de taracea ha dejado de venderse, apenas tiene demanda, sólo se compran piezas menores; el 99% del mercado de taracea granadina sale de España. Este arte milenario de la cultura local enfila su rampa hacia la desaparición… a no ser que alguna administración pública acuda en su ayuda.

La taracea es un trabajo de ebanistería en madera consistente en insertar o engastar piezas de otras maderas nobles, marfil, hueso, nácar, etc. sobre una base previamente rebajada. Es un sistema parecido al mosaico romano que permite adornar muebles, puertas, zócalos y techos con dibujos de todo tipo. Se trata de una técnica originaria de la zona de Siria y extendida posteriormente por Europa. A la Península Ibérica se cree que llegó de la mano de las invasiones de pueblos musulmanes en el siglo VIII. Muy pronto aparecen grandes piezas taraceadas en la Mezquita de Córdoba y en la cultura califal. Su uso se irradió por buena parte de Al-Andalus, asociada a la cultura musulmana. Sobresalieron los artesanos taraceadores en Toledo, Sevilla y Córdoba.

Se trata de una técnica milenaria en estas tierras. En el caso de Granada no han sobrevivido vestigios de taracea anteriores al siglo XIV. Pero es lógico pensar que debió practicarse esta técnica de manera más o menos contemporánea a Córdoba, donde en el siglo XI ya había en el mercado muebles y tableros fabricados con taracea. En la cora emiral granadina se establecieron precisamente varias tribus damascenas que fueron las importadoras del tarsí, un término sirio que da origen a la palabra taracea. Viene a significar incrustación o inserción.

Las piezas más antiguas de taracea que se conservan en Granada están datadas en el siglo XIV. Corresponden al periodo nazarí, ya con una sociedad muy sofisticada y residiendo en grandes palacios y ciudadelas, como eran la Alhambra y la Alcazaba vieja del Albayzín. La sofisticación de las piezas que se exhiben en la colección del Museo de la Alhambra indica con toda claridad que los talleres granadinos de engaste de maderas y materiales nobles (incluso oro y plata) tenían una larga trayectoria, de por lo menos la dinastía zirí (1013-91). Por tanto, el primer gran periodo de máximo esplendor de la taracea acaeció en época nazarí, desde finales del XIII hasta 1492.

Quedaron muchos artesanos y talleres de taraceadores en territorio cristiano a medida que lo iban conquistando los monarcas de Castilla y Aragón, pero fue Granada el reino que se conformó como el epicentro de este tipo de marquetería en madera. Por eso, a partir del siglo XVI se llamó a la taracea de motivos geométricos “a la granadina”.
 
Tablero de ajedrez nazarita. Siglo XIV-XV, en maderas de nogal, abedul y hueso. El marco contiene estrellas entrelazadas de ocho, en tonos verdes. MUSEO DE LA ALHAMBRA.

Jamuga o silla plegable completamente forrada de taracea. 
Siglo XV. MUSEO DE LA ALHAMBRA.


Anverso y reverso de una puerta procedente del palacio de los Infantes, desmontada de la calle de la Cárcel baja en el siglo XIX. Cerraba una alhacena. Es muy similar a otras de la mezquita de Córdoba, periodo califal. Está datada en el siglo XV. MUSEO DE LA ALHAMBRA.
 
 
En Italia, Centroeuropa e incluso en Inglaterra también existió una modalidad de taracear muebles. Pero se trató de técnicas y motivos diferentes, sobre todo referido a los materiales utilizados y los dibujos. La taracea granadina hasta el siglo XV se caracterizaba por presentar dibujos trazados exclusivamente con escuadra, cartabón y compás. Era todo pura geometría sobre carpintería de lo prieto; una variante de los mocárabes y carpintería de lo blanco para construir complicados taujeles.

Fusión de la taracea musulmana con la cartujana

A partir de la Toma de 1492 los carpinteros granadinos que trabajaban la taracea geométrica empezaron a fusionar poco a poco el estilo cartujano. Se llamó así precisamente porque fueron los monjes cartujos los que empezaron a introducir el nuevo estilo. El cartujano yo no se limita a representar dibujos a escuadra y cartabón, sino que incluye la inserción de dibujos vegetales, figuras de animales y humanas. También utiliza el grabado o pintado sobre marfil, hueso y nácar. 

En los siglos XVI y principios del XVII granadinos, con la desaparición de mudéjares y moriscos, se detecta un bajón en las piezas y técnicas utilizadas. Hay bastante limitación de materiales más nobles, de manera que las mesas, puertas y mobiliario presentan combinación de varios tipos de madera, pero no se utilizan otros materiales de procedencia ósea. No sería hasta finales del XVII cuando se volvió a recuperar la utilización de mayor variedad de placas de nogal, abedul, haya, ébano, panferro, palosanto, hueso, madreperla y alguna madera noble más incorporada desde las Indias. Hubo incluso importantes tallistas y escultores que también se adentraron en la técnica de la taracea. 

La artesanía en taracea no gozó nunca de un perfil propio como actividad definida y acotada, independiente como gremio profesional. Hubo muchos vasos comunicantes entre sectores de la construcción; había alarifes que también eran carpinteros y en los inviernos se dedicaban a taracear. Los taraceadores no tuvieron nunca un gremio propio reconocido por el Concejo de Granada; de hecho, su trabajo como tal no es mencionado por las Ordenanzas de oficios de Granada (1552); los trabajadores de la taracea eran casi un apéndice dentro de la carpintería de lo prieto, de los tallistas o entalladores.

Pero existieron en cantidad y calidad a partir del barroco granadino en que se dedicaron a suministrar trabajos de adornos para edificios religiosos y cofradías. No existe ningún convento, iglesia o cofradía que desde el siglo XVII no atesore una cajonera de sacristía forrada de taracea, una cruz de guía, un bargueño, una mesa, un atril e incluso una cruz de paso.
 
Atril procedente de la capilla de San Onofre (Cuesta de Gomérez), 
datado en el siglo XVII. COLECCIÓN PARTICULAR.
 

Mesa y cofre de taracea procedentes del Monasterio de Santa Paula, siglos XVII y XVIII. COLECCIÓN PARTICULAR.
 
En 1752, cuando la taracea granadina y cartujana vivían otro momento de esplendor, el Catastro del Marqués de la Ensenada contabilizó 65 talleres repartidos por toda Granada, en los que había 69 maestros habilitados con título y 142 oficiales. Se puede concluir que la carpintería de la taracea debían practicarla en torno a unas 1.500 personas, ya que cada oficial solía tener a su cargo a una media de diez aprendices. 
 
Proceso totalmente manual y minucioso

El proceso de fabricación de taracea granadina ha evolucionado muy poco desde que los sirios la trajeron hace ya más de mil años. Solamente se han incorporado maquinaria, herramientas, colas y barnices modernos, pero el principio sigue siendo el mismo. Aunque al tratarse de un trabajo manual, cada maestrillo tiene su propio librillo. El encaje de la taracea requiere de un tiempo muy largo de aprendizaje e implica grandes dosis de habilidad, pulso, precisión y paciencia. Máxime cuando median inserciones diminutas que hay que hacerlas con pinzas y lupa.

Se empieza por diseñar el patrón sobre la base de madera, generalmente un mueble o tablero ya prefabricado; se continúa vaciando las superficies que posteriormente se quieren rellenar con incrustaciones de otros materiales; paralelamente, se han ido cortando pequeñas piezas con la forma y contorno que tienen que encajar en el rebaje; después sigue el ensamblado y pegado con colas especiales; el proceso de ajuste se hace por presión hasta secar; después sigue el lijado, pulido y acabado con aceites o barnices para resaltar los colores. La taracea se caracteriza por presentar una superficie suave y muy brillante, como si estuviera plastificada o recubierta de una capa de metacrilato. En los procesos finales de prensado, lijado y pulido sí se ha introducido maquinaria especializada en el siglo XX. Todo lo demás continúa siendo a base de paciencia y maña.

El convulso siglo XIX supuso una involución en la artesanía de la taracea. El encargo de muebles y piezas para regalo siempre ha estado asociado a épocas de bonanza económica. Regalar taracea o tener muebles forrados de taracea en una casa fue siempre signo de distinción. No había boda de aristócratas o burgueses que no recibieran como dote algunos muebles taraceados. Pero las profundas crisis sociales y económicas del XIX hicieron que menguara bastante la actividad; hasta el punto de que el XIX fue la centuria que menos muestras de taracea han dejado en Granada.

No fue hasta la década de los años 1880-90 cuando empezó a recuperarse esta artesanía, propiciada por el boom económico que se estaba experimentando con la introducción del negocio del azúcar. La vieja nobleza granadina y los nuevos ricos pusieron de moda recibir a sus invitados en casa con uno o dos bargueños; un dicho rezaba: taracea en la visión, dinero en el cajón.

Una anécdota: los bargueños eran la oficina de las casas pudientes; sus cajones servían para clasificar papeles importantes, joyero, guardar misales y rosarios. Y lo más importante, todos tienen un cajón secreto donde se guardaba el dinero. La habilidad del maestro carpintero consistía en saber colocarlo y disimularlo, para que sólo el propietario pudiese dar con él.
 
Puertas de taracea de la Cartuja de Granada.
 
El gusto por lo neomudéjar del XIX impulsó el negocio de reproducciones de la Alhambra en todos los rincones del mundo y España. Por supuesto, también en Granada. Con su consiguiente mobiliario. Comenzaba otra época dorada de la taracea. A finales del XIX empezó a recuperarse el viejo oficio, con nuevos diseños y ampliación a variedad muebles y decorados de interiores. Faltaban maestros y un gremio formado. Ahí intervinieron la Sociedad Económica de Amigos del País y la Diputación Provincial; la primera abrió un aula para formar alumnos en diseño y traza del arte musulmán y cartujano; la Diputación, como titular de la Inclusa, tenía la obligación de formar a los niños huérfanos que se apiñaban en el Hospital Real. Los preparaba para cuando los sacara al mercado laboral a partir de los dieciséis años. 

Generaciones formadas por Inocencio Molero

Uno de los talleres que montó la Corporación en el Hospital Real fue para aprendizaje del oficio de carpintería y taraceador. Como maestro y director del taller de taracea contrató al joven Inocencio Molero Puche; era hijo de un alarife, tabernero, carpintero y taraceador que tenía taller en la Carrera del Darro. Inocencio estuvo muchos años enseñando la taracea en el Hospital Real y San Juan de Dios; de las decenas de aprendices y oficiales que formó salieron infinidad de talleres que fueron proliferando por Granada a partir de los años veinte. Y de aquellas primeras hornadas de taraceadores formadas por Inocencio Molero volvieron a ramificarse las generaciones que abundaron como setas en el casi centenar de talleres que llegó a haber en Granada cuando el turismo empezó a llegar en masa.

Entre los años cincuenta y ochenta llegó a haber más de 2.000 taraceadores en los talleres. Y muchos que tenían un simple banco de trabajo en sus casas y recibían encargos o destajos para los talleres con nombre. La mayoría de los talleres ubicados en la zona céntrica también llevaban aparejadas tiendas para la venta de piezas a turistas. El souvenir más habitual para un turista que recalaba en Granada era llevarse una caja, una mesita o un tablero de típica taracea.

En el sector de la taracea ocurría como en el de la caza: había taracea mayor, taracea menor y de furtivos. Es decir, talleres que hacían bargueños, puertas, camas, armarios, etc. Eran los de primera división. Les seguían los que hacían mesitas, jamugas y arcones; luego estaban los que sólo hacían tableros y cajas pequeñas. En un tercer escalafón estuvieron los que dedicaban muchas horas en sus casas a trabajar para otros que los vendían con su sello. También hubo vendedores ambulantes de taracea por la Costa del Sol.

Ha sido un sector muy atomizado, desorganizado y, por lo general, no remunerado suficientemente. Hubo intentos en los años de los sindicatos verticales por organizar una patronal, gremio o sindicato específico. Lo intentó José Luis Pérez-Serrabona cuando ocupaba la vicesecretaría provincial de la Obra Sindical (antes de ser alcalde). Pero ninguna iniciativa cuajó. Como tampoco se materializaron los intentos de normalizar la formación y enseñanza de esta artesanía en la Escuela de Artes y Oficios, en enseñanza de FP e incluso en la Universidad. La única realidad palpable fue la de la Diputación de principios del XX, que duró hasta los años de la II República. 

Siglo y medio de taraceadores Molero

Quizás sea la saga familiar de los Molero la que más ha contribuido a mantener y evolucionar el arte de taracear los muebles desde por lo menos un siglo y medio atrás. En sus talleres aprendieron infinidad de artesanos que después se fueron estableciendo por su cuenta, hasta alcanzar el cénit que la taracea experimentó entre 1945 y 1980 en Granada.

Fue José Molero quien inició, hacia mediado el siglo XIX, el primer taller de carpintería de la familia. Se trató de un emigrante alpujarreño, de Juviles para más señas, que decidió trasladarse a la capital en busca de mejor futuro. Se estableció en una casilla al principio en la zona del camino del Avellano y comienzo de la Cuesta de los Chinos, adonde se accedía a través del puente del Rey Chico. Abrió una tasca en la que tan pronto servía vinos a los transeúntes, como arreglaba una rueda de carro o un mueble. A José Molero le apodaron pronto el tallista Rey Chico. No debió dársele mal el arreglo de muebles y la fabricación de piezas porque ya para 1888 figuraban trabajando su mujer y sus dos hijos pequeños con él, especializados en ebanistería, marquetería y taracea.
 
Exposición de Víctor Molero
cuando la tenía en la Carrera 
del Darro, años sesenta.
 
La siguiente generación de taraceadores de esta familia la encabezó Inocencio Molero Puche. Nació en 1879. Eran las décadas finales del siglo XIX en la que el negocio azucarero y alcoholero hizo ricos de pronto a bastantes familias de Granada. Aquella riqueza demandó mobiliario de calidad y allí estaba Inocencio para proporcionárselo. El neomudejarismo se puso de moda en la arquitectura; los talleres de moldes de la Alhambra de los Contreras funcionaban a todo vapor; la demanda de adornos y mobiliario −tanto para Granada como para fuera− estaban en boga. La Sociedad Económica abrió un aula de dibujo de motivos geométricos inspirados en los azulejos y la carpintería mudéjar. Aquellas trazas eran las mismas que los artesanos de taracea venían reproduciendo desde varios siglos atrás. 

Fue la mencionada Diputación provincial la institución que se interesó por formar maestros en la artesanía de la taracea. La demanda era mucha y la formación escasa. Echó mano de Inocencio Molero para que montase un taller-escuela en el Hospital Real; sus destinatarios eran los niños expósitos que recibían formación de tipo profesional. La inmensa mayoría de los talleres que fueron surgiendo en Granada durante el primer tercio del siglo XX procedían de alumnos del maestro Inocencio Molero. Y las siguientes generaciones fueron hijos o aprendices de los niños de la inclusa.

Inocencio Molero tuvo visión empresarial. Cuando empezó a llegar el turismo masivo a Granada decidió establecerse más en el centro, en la calle Jardines. Fabricaba piezas como souvenirs de turistas que se vendían como rosquillas: joyeros, tableros de ajedrez, espejos, cajas con pañuelos, etc. Esto en cuanto a productos menudos típicamente turísticos granadinos; pero paralelamente la burguesía mantenía también una importante demanda de taracea como signo de distinción. Si había que hacer un regalo, lo habitual era que fuese envuelto en una caja de taracea. El Ayuntamiento obsequiaba a sus visitas con cajas de taracea; cualquier pergamino iba envuelto en taracea; la mayoría de regalos de empresa iban con funda de taracea.
 
 Nota de La Colección de papá:
Como se extrae de la investigación de Pellejero (2012), la ciudad de Granada empieza a popularizarse como destino turístico a mediados del siglo XIX, cuando se incluye Andalucía en el Grand Tour que recorrían los jóvenes aristócratas europeos. Gracias al exotismo que otorgaba la arquitectura islámica, la exuberante vegetación y la particularidad de la población y sus costumbres surge una imagen romántica de la ciudad que evoca la creación de numerosas obras artísticas de diferentes ámbitos que se retroalimentaron con este posicionamiento y los flujos turísticos que atrajo. Granada fue un destino popular en el romanticismo, se incluyeron descripciones de la ciudad en los populares libros de viajeros de la época y la Alhambra fue declarada Monumento Nacional. 
 
Aunque en el siglo XX el turismo de la región sufre un retroceso por el cambio del tipo de turista - que demandaba seguridad e infraestructuras -, como indica Pellejero (2012) en sus investigaciones, Granada se mantenía como una de las localidades más atractivas gracias a su patrimonio monumental. 
 
En 1915 la Alhambra fue el monumento más visitado de España, y los años 20 - debido al interés y la inversión de unas primitivas instituciones turísticas en el desarrollo de la actividad y la infraestructura necesaria - constituyeron una gran década para el turismo en la ciudad.

Las dos siguientes décadas el sector cae por los conflictos bélicos, pero una vez recuperada la estabilidad y gracias al desarrollo tecnológico, sociocultural y económico global, el turismo era la actividad de moda y estaba cada vez al alcance de un mayor número de personas (Gordon, 2002).  El interés de las nuevas instituciones nacionales por la promoción turística y las facilidades que pusieron a los inversores, establece el escenario perfecto para la masificación de este, el boom turístico de los años sesenta en el país afianzó la industria turística como uno de los pilares básicos de la economía nacional, y en especial, de la mayoría de puntos turísticos como ocurre en el caso de estudio (Vasallo,1983). 
ML Artillo Hernández · 2020
 

Estuche encargado por la Obra Sindical a Víctor Molero con que le obsequiaron a Eva Perón durante su visita a Granada en el año 1947. Tiene grabadas las caras de los Reyes Católicos.
Logotipo utilizado por Artesanía Molero desde los años 60 y placa de la calle que le dedicó la ciudad al abuelo Inocencio (1879-1949), el creador de la Escuela de Taracea en el Hospicio.
 
Fue tanto el éxito y la representatividad de la taracea como el souvenir más importante de Granada, e Inocencio el maestro más reconocido, que el Ayuntamiento decidió dedicarle una calle con el nombre de Artesano Molero (1973). Entre sus piezas y reparaciones más importantes figuran las cajoneras del Monasterio de Cartuja, las cruces de la Cofradía del Silencio y del Vía Crucis. E infinidad de los mejores bargueños, trípticos y mesas para las familias pudientes de Granada. 
 
Inocencio Molero diseñó y puso de moda la fabricación de bargueños pareados, a los que llamaba el positivo y el negativo; con los recortes de las placas de materiales óseos hacía un mueble en el que predominaba los tonos claros y el mismo predominando los tonos oscuros. Importaba marfil de elefante y de hipopótamo, hueso de vaca y nácar de Filipinas. De esta manera aprovechaba mejor el caro material de nácar, marfil o hueso. Hizo bastantes juegos gemelos de este tipo, siempre a partir de diseños suyos con láminas trazadas por su propio personal o por él mismo. Para la familia Müller, propietaria del palacete de la Gran Vía (actual Subdelegación del Gobierno) armó una pareja de estos bargueños con decoración de escenas del Quijote, que tomó de la colección de dibujos de Gustavo Doré. 

 
Bargueños gemelos de Inocencio Molero, hacia 1916, con los dibujos en positivo y en negativo. COLECCIÓN DE HEREDEROS DE JUAN MÜLLER.
 
El maestro Inocencio falleció en el año 1949. Dejó abierto otro nuevo taller en la calle Jardines, siempre de pequeñas dimensiones. Continuó la saga su hijo Víctor Molero Martínez, a quien pronto se sumó su esposa Estrella Sabador Roldán como tracista y tallista. Pronto se trasladaron a la calle Lavadero de las Tablas, con algún aprendiz más y ya incorporando también los hijos que les fueron naciendo (Víctor, José y Jesús). Tanto turismo moviéndose por la Carrera del Darro, Albayzín y Sacromonte le llevó a establecerse en el barrio de San Pedro, donde abrieron tres pequeños talleres y una pequeña tienda para la venta directa por debajo del Convento de Zafra. Eran las décadas de los años cincuenta/sesenta en las que el régimen franquista fomentaba mucho los trabajos de artesanía a través de Artespaña e infinidad de ferias nacionales. También varios premios. Víctor, que fue quien se afianzó como continuador de Artesanía Molero, empezó a recibir galardones nacionales a su labor ya desde 1949. Esta casa atesora desde entonces más de una treintena de distinciones de calidad de tipo nacional e internacional. 
 
Víctor Molero en su taller de la calle Lavadero de las Tablas. 

Dos grabados sobre hueso burilados por Estrella, a través de estampas de las Angustias y de un óleo de la Virgen con el Niño y San Juan Bautista. El marco es de taracea hecho por Víctor.
 
Los trabajos de Víctor y Estrella alcanzaron tal nivel de calidad que el gobierno de Siria decidió contratarlos durante seis meses para que se fueran a Damasco. El país de dónde vino la tarsí hace más de un milenio recurría a dos granadinos para que devolviesen la pureza a la forma de trabajar la taracea, enseñaran a los sirios la fusión de la variante cartujana y abriesen una escuela de formación profesional.

En los años setenta estaba muy de moda la compra de taracea granadina. Llegó a haber más de setenta talleres funcionando por la capital y algunos pueblos de los alrededores. También había talleres en muchos lugares de Andalucía, sobre todo Córdoba, Lucena; y principalmente en Valencia. A Artesanía Molero se le quedaron pequeños los talleres de la Carrera del Darro, donde ya trabajaban 48 personas, y decidió buscar un local más grande en el Zaidín, concretamente en la calle Santa Rosalía. Pocos años más tarde (1998) decidieron dar el salto al polígono Juncaril, donde permanecen desde entonces. 
 
Grabando un ave en una feria del mueble de Madrid ante el Mariano Fortuny hijo. Derecha, haciendo una demostración en su tienda.

Retratos de Víctor Molero y Estrella Sabador grabados por Estrella cuando ya eran casi ancianos.

Cambio de concepto, éxito y crisis

Artesanía Víctor Molero la continuó el hijo pequeño, Jesús, a partir de los años ochenta del siglo XX. Empezaba la cuarta generación con este apellido. Él y su mujer, María de los Ángeles Oscáriz, como encargada de la administración, estudios de mercado y ventas, comprendieron que el negocio de fabricar taracea no podía quedar limitado a armar bargueños, mesas y regalos de pequeño formato. Ampliaron sus miras a la especialidad de interiorismo, es decir, decorar espacios completos con la técnica de la taracea. Salones enteros, zócalos, trípticos, puertas, techos, complementos. Incluso también muebles de cocina y fundas para electrodomésticos.

El mercado hubo que ampliarlo enormemente puesto que España se quedaba pequeña. Los Molero empezaron a abrir mercado en países árabes, donde todavía se apreciaba mucho la técnica de la taracea, y encargos más puntuales para Estados Unidos y varios países europeos. El mercado español se limitó prácticamente al 2% de su negocio.

Para aquella internacionalización de su taracea granadina tuvieron la enorme suerte de contar con la colaboración del prestigioso decorador Alberto Pinto (1945-2012). Este hombre les ayudó mucho con sus revistas, sus exposiciones y la tupida red de relaciones con gente pudiente del mundo árabe y norteamericano. Colaboró en el diseño de nuevo mobiliario, amoldado a las necesidades de mansiones de ricos; hicieron grandes bibliotecas, decoraron hoteles y palacios. Los Molero se acostumbraron a asistir cada año a las ferias del mundo árabe y a pasar varios meses montando muebles en esos países.

Los diseños modernos y los encargos a través de arquitectos obligaron a dejar el compás, la escuadra y el cartabón tradicionales para tener que utilizar el programa Autocad. Esto ha permitido atesorar un completo catálogo de nuevas plantillas que se han sumado a las tradicionales a regla y compás. Si el abuelo Inocencio y el padre Víctor dibujaban a mano las figuras del Quijote, después Jesús ha seguido ofreciendo la posibilidad de decorar bargueños y mobiliario con los dibujos exigidos por los compradores: a un cliente cazador le decoró sus marfiles con rehalas de perros en plena montería; a un navegante le grabó veleros; a otro cliente, una colección de elefantes en su ambiente; a otro, diversas láminas del Taj Mahal; incluso hubo un intento (fallido) de decorar los muebles de un dormitorio con posturas del Kama Sutra.
 
Posando delante de un bargueño rematado en hueso, 
nácar y marfil para un palacio real de Marruecos.

Muebles de interior en un palacio de Qatar.

Todavía en los primeros años del siglo XXI la artesanía de la taracea granadina era un negocio boyante. Jesús Molero Sabador estaba de enhorabuena, la Junta de Andalucía le reconoció por ley (Artículo 18 de la Ley de Artesanía de Andalucía,15/2005) el único de Andalucía capacitado como maestro artesano de la taracea. Para ello había que tener más de quince años de trayectoria continuada y someterse a un proceso de homologación. Había muchos artesanos más en Granada, pero no se sometieron a ese examen.

Hasta el año 2008 todavía se encargaban bargueños en España. Pero la crisis económica de aquel año supuso el principio del fin para la demanda de grandes piezas. El mercado se quedó enfocado al extranjero. Seguían llegando pedidos masivos para Disney World de Orlando, para regalos masivos de grandes compañías, pero se detectaba que el gusto por la taracea empezaba a decaer. El sector de la taracea española empezó a hacer aguas; en Lucena (Córdoba) había varias fábricas importantes, también en Valencia; todas ellas cerraron o se reconvirtieron a otro tipo de mueble. La demanda cayó en picado.

Paralelamente a la crisis de demanda se registró una drástica retirada de la taracea manual de las nuevas generaciones de aprendices. La gente joven no quiere este trabajo artesanal. Es prácticamente imposible que un aprendiz continúe hasta hacerse maestro taraceador.

Y, por si fuera poco, la actual guerra en Oriente Próximo ha acabado por perjudicar al negocio de Artesanía Molero. Los costes de enviar las grandes piezas a países del Golfo Pérsico se han duplicado porque los barcos ya no pasan por el Canal de Suez; y remitirlas en avión hace inviables los precios finales. Las últimas semanas, Jesús Molero −sin hijos que le sigan y trabajadores que se hagan cargo de la actividad− está embalando dos grandes bargueños para el rey de Marruecos y media docena de grandes piezas para otros jeques árabes. Ya no está cogiendo grandes encargos a futuro; su próxima jubilación por edad va a suponer también el cese escalonado de la que ha sido la empresa de artesanía más potente de Granada. Aquí va a finalizar la saga de los Molero, con más de 150 años de trayectoria artesanal en la taracea granadina. Sólo le quedarán las piezas de la exposición para ir vendiéndolas los próximos meses. 

Una escuela que no cuajó

Los taraceadores realmente siempre han sido considerados un sector aparte dentro del grupo de trabajos en madera. De hecho, como artesanos reconocidos no lo fueron oficialmente, con catálogo oficial, hasta la ley 5/2005, hace cuatro días. En los años sesenta, en el momento de esplendor de ventas, Víctor Molero formó parte de los delegados de los sindicatos verticales franquistas. Por entonces se intentó organizar un gremio que estaba muy atomizado en Granada, pero que entre talleres reconocidos fiscalmente y economía sumergida daba empleo a más de dos millares de granadinos. El sector estaba desorganizado y un tanto enfrentado por competencia desleal y trabajos en negro; se hacían la competencia entre ellos. Quedaba claro que el sector nunca estuvo unido. 

 
Piezas de los años sesenta con la inserción
de motivos cartujanos mezclados con
trazos musulmanes
La formación de una patronal o sindicato de taraceadores no llegó a cuajar en la etapa franquista. Incluso se llegó a dibujar sobre plano un recinto o polígono donde concentrar los talleres y compartir maquinaria y sinergias. Un rotundo fracaso. Se llegó a plantear la necesidad de incluir el diseño y trabajo de la taracea musulmana y cartujana en la Escuela de Artes y Oficios. Con idéntico resultado negativo. Tampoco las autoridades educativas hicieron caso a propuestas de abrir una especialidad en los institutos de formación profesional. Así es que la única manera de aprender y continuar esta tradición milenaria quedó reducida a empezar de aprendiz en uno de los talleres.

Los pocos intentos que hubo por preservar esta artesanía tan granadina fueron contemplados por la 
.Cámara de Comercio, pero en un encuentro de artesanía hispano-marroquí. Aquella colaboración no llegó a cuajar. Tampoco la Diputación supo revivir su iniciativa para formar una escuela taller o un taller de empleo hace poco más de una década. Menos aún la Consejería de Empleo de la Junta. Las administraciones y sus políticos de paso han sido protagonistas de muchas promesas y ninguna realidad. 
 
El último intento de Jesús Molero por dar a conocer, enseñar y preservar la esencia de esta artesanía milenaria fue montar un máster con la Universidad de Granada, concretamente en la Facultad de Bellas Artes. Pero también se frustró porque le exigieron que él, como director del curso, debía tener formación universitaria para impartirlo. Todo un despropósito. Todo el patrimonio artístico de los taraceadores Molero se perderá en cuanto se jubile el último de la saga. 

El optimismo de los Laguna de la Alhambra

El taller de Miguel Laguna goza de una ventaja competitiva con relación a los demás talleres y tiendas de taracea: su taller central y su exposición están ubicados en la calle Real de la Alhambra. Diríase que forman parte del monumento. A tan solo unas decenas de metros del museo donde se exponen la jamuga y el ajedrez nazarita de los siglos XIV-XV, el turista puede contemplar in situ cómo los artesanos de la casa Laguna trazan una pieza y la van componiendo. Exclusivamente en estilo musulmán granadino, no trabajan lo cartujano.

Esta situación tan privilegiada hace que tengan siempre llena la tienda y vendan muchas piezas pequeñas y medianas, a precios asequibles comerciales, en muchos casos hechos en serie y mediante planchas seriadas. Pero también piezas de verdadero arte. Ya con precios menos asequibles para todos los bolsillos. Son en la actualidad nueve los empleados de esta empresa, repartidos en el taller de la Alhambra y otro auxiliar para operaciones más penosas que precisan más espacio; el barnizado, lijado y prensa los tienen en Juncaril. Porque no sólo hacen tableros y estuches como los que abundan en la exposición; también elaboran mesas de mayor formato, taquillones y algunos arcones de mayor tamaño. Por ahora, auguran futuro a la taracea que ellos elaboran. Incluso admitirían más empleados ya formados. Porque lo de formar aprendices es otro cantar, los quieren ya con experiencia. Pero no los hay. Esta casa de siempre ha tenido a gala pagar sueldos justos y tener a todos sus empleados legales, nada de trabajadores en negro.

El mercado de Laguna Taracea está copado en un 82% por turistas extranjeros; el 17% de fuera de Granada; y sólo el 1% del entorno granadino. Las piezas las preparan de manera que se las puedan llevan en coches particulares, en maletas o sean fáciles de remitir por mensajería. No ofrecen piezas grandes debido al excesivo coste de repartirlas por medio mundo. Y porque no tienen demanda.

Por ahora no se quejan de que el negocio artesano de la taracea musulmana les vaya mal. Varios de sus trabajadores tienen menos de cuarenta años. La buena venta por su excelente escaparate dentro de la Alhambra y la juventud de la plantilla les hacen ver el futuro con optimismo. Están abiertos a contratar a gente con mediana formación.
 
Dos empleados de Laguna Taracea, dentro de la Alhambra.
Trabajan exclusivamente diseños musulmanes de cara al público.

 Los tres de la Cuesta Gomérez

La realidad del resto de talleres de taracea granadina es para llorar. En la Cuesta de Gomérez quedan tres de los cinco talleres que había hace una década. Manuel Morillo tiene 82 años; se dedica exclusivamente a fabricar y vender tableros y cajas de taracea, que elabora ante el público con la tradicional cola de pescado. No vende otra cosa más en su tienda, esquina a calle Ánimas. Dice que les ayudan sus hijos a ratos. Pero el futuro de su actividad no es muy halagüeño por su edad provecta.

Más arriba tiene un pequeño taller Emilio Valdivieso, también con 82 años. Vende lo que fabrica y lo que compra a otros artesanos en sus dos tiendecillas de souvenirs diversos. Hasta que se jubiló tuvo seis empleados en su taller del barrio de la Churra. Hoy está él solo, con un brazo semiparalizado y aguantando hasta que la salud se lo permita. Recuerda que se vendía más taracea cuando la Cuesta de Gomérez estaba abierta al tráfico rodado. Ahora la artesanía granadina no es el principal souvenir que compran los turistas.
 
Manuel Morillo forrando cajitas con placas de taracea y cola caliente.

 Emilio Valdivieso, compás en mano, trazando unas ataujías nazaritas. Los dos tienen ya 82 años y se mantienen activos en la Cuesta de Gomérez.

La terna de tiendas de taracea de este acceso a la Alhambra la cierran las generaciones tercera y cuarta de Antonio González Gil (abierta en 1920). Ya más dedicadas a tienda en general que a la taracea.

Fuera de esta calle tan turística hay que mencionar a los artesanos taraceadores procedentes de la casa Beas Bimbela (en el Zaidín) y la firma Pimentel. Quedan unos poquitos más por libre en sus casas. 

Tienda de taracea menuda para turistas 
en la Plaza de Bibarrambla.
 
 
Para empeorar la situación, no todo es taracea lo que reluce en la tienda del Señor. Están empezando a proliferar las supuestas taraceas hechas en China o a saber dónde; se trata de papel impreso sobre soporte de madera, al que luego se aplica una gruesa capa de metacrilato y da el pego. Los turistas se van tan contentos con una caja por menos de 30 euros o un tablero de ajedrez por 50. Pero eso ya no es taracea tradicional milenaria granadina.
En junio de  2014 visite, con mi familia, La Alahambra.  
 
   La Alhambra - Granada 4 de junio de 2014
Fotografía: Turista anónimo
 
Fotografía: Sergio Coellar Mideros- 
La Alhambra, 4 de junio de 2014
 
scm


"Singular pieza es también un tablero de ajedrez de los siglos XIV- XV realizado en en madera de nogal y de abedul, con metal y hueso en su tono original o tintado en verde. Los laterales de la cara del juego del ajedrez presentan ornamentación con taracea con tres grandes estrellas de ocho en cada lado formadas por dos cuadrados interpolados, en las que se inscriben otras estrellas similares en su interior. En la cara del juego de tabla la labor crea similares estrellas, con un gran nudo central."

"El ajedrez es un juego de carácter militar ya que simula una situación bélica sirviendo para fomentar las habilidades militares. El rey Alfonso conocía las leyendas y la tradición ajedrecista que envolvían a los reyes del mundo árabe, por este motivo se interesó también por este juego.

La obra Libro de ajedrez, dados y tablas de Alfonso X el Sabio se finaliza en 1238, ésta nos permite conocer las posiciones de origen árabe, las cuales de otra forma no hubieran podido llegar a la tradición ajedrecística occidental hasta que no se descubrieran los manuscritos originales en el siglo XIX. 


Las casillas del tablero comienzan a presentarse coloreadas a partir del siglo XII, solían alternar rojas y blancas, será tras el manuscrito de Alfonso cuando se generaliza el empleo del blanco y negro, lo cual aporta a la lírica la analogía blanco-negro con: vida-muerte, noche-día… 


Las piezas se representan en relación a figuras bélicas. El tablero hace referencia al mundo representado mediante un esquema geométrico, siendo las casillas alusiones cósmicas como las estaciones o los signos del zodiaco."
Fernández Vaquero, Esmeralda. "MEMORIA DEL LEGADO ANDALUSI: LA TARACEA", Universidad de Valladolid, 2019 
 
 
¿Cómo se fabrica este arte en madera? 
La fabricación de la taracea implica habilidad, precisión y mucha paciencia. Aunque cada artesano tiene su propio proceso de fabricación, te describimos a continuación los pasos generales para conseguir hacer este arte: 
  1. Diseño de materiales. Primero, se diseña el patrón que se va a realizar en la superficie de madera. Se eligen los materiales a utilizar, como maderas de diferentes tonalidades, marfil, nácar u otros materiales incrustables.
  2. La madera se prepara, lija y se le da la forma y dimensiones requeridas para el proyecto. Puedes hacer un dibujo o tener una plantilla sobre la madera para guiar el proceso de inserción de las piezas.
  3. Corte de las piezas. Los diferentes materiales se cortan en pequeñas piezas según las formas y tamaños necesarios para el diseño. Esto se puede hacer con sierras, cinceles u otras herramientas especializadas.
  4. Ensamblaje. Las piezas se van ensamblando meticulosamente en la superficie de madera, siguiendo el diseño previamente establecido. Para fijar las piezas en su lugar correcto, aconsejamos emplear pegamentos especiales o cera caliente.
  5. Ajustes y pulido. Una vez que todas las piezas están en su sitio, se lija cuidadosamente la superficie para nivelar y suavizar cualquier irregularidad. Luego, se aplica un acabado protector, como barniz o aceite, para resaltar los colores y proteger la madera.
  6. Acabado final. Por último, se realiza un pulido final para obtener un acabado brillante y suave. Se pueden agregar detalles adicionales, como incrustaciones de metal o grabados, para realzar aún más el diseño.
 

"El siguiente procedimiento es uno de los aspectos que identifican propiamente a la artesanía. Este consiste en forrar la pieza de madera con las grecas y las estrellas como si de un puzle se tratase o también denominada en la jerga del oficio "hacer los recorridos". Para incrustar las estrellas y grecas en la madera se emplea cola caliente de piel de conejo mezclada con componentes químicos. La cola se calienta al baño maría con un calentador eléctrico que calienta al agua y a su vez la cola que reposa sobre dicho recipiente. A cada pieza se le aplica cola para pegarla en la madera y se van ensamblando las distintas piezas del dibujo. Para que se acoplen las grecas a la madera se empapa con un poco de agua para que se asiente mejor, se repasa con el formón y se cortan los trozos sobrantes.
Cuando la pieza está forrada se le pone un poco de peso encima para que así se adhieran más rápido y uniformemente todas las pequeñas piezas"

 
 
"Soy nacido y criado en el Nº 6 de la Cuesta Cruz de Arqueros, en la zona baja del barrio del Albayzin. Mi padre Luis Alférez tenía un taller de Taracea con algunos empleados. Estaba considerado por propios y extraños como uno de los mejores maestros del oficio. Aquellos tiempos eran muy complicados y teníamos que trabajar los tres varones, yo entre ellos, de sol a sol. Por ser el más pequeño de los tres siempre estuve pegado a mi padre, que era el que fabricaba todos los materiales necesarios para las diferentes piezas de Taracea. Esa circunstancia hizo que aprendiera el oficio de principio a fin, y he tomado la decisión de publicar todo lo concerniente a la Taracea granadina, mi oficio familiar.
...
En tiempos atrás, todos os juegos de ajedrez se trabajaban con chapa de madera de sicomoro blanco, y la de negro, se teñían con anilina de ese color.
... 
Gran variedad de bandejas de diferentes dibujos geométricos taraceados. El filo exterior es lo que se le llama en el gremio con el nombre de cordón fabricado en madera de moral y también de nogal. las piezas de color blanco se fabricaban en hueso sacado de las patas, ("canillas"),de los toros, nunca de las vacas, por ser muy delgada la canilla. 
...
Hoy en día quedan muy pocos maestros del gremio de la Taracea granadina. Víctor Molero nieto, Isidro y Beas, son los mejores que trabajan en la actualidad, son muy buenos, lo que fabrican está hecho con materiales nobles. Estrellas de herradura y grecas fabricadas por ellos mismos. Hueso, nogal, palisandro, ébano, concha, sicomoro, naranjo y limonero. Víctor Molero es un experto en bargueños que vende por encargo, y exporta al extranjero con gran éxito.
Los únicos supervivientes de un oficio destinado, desgraciadamente, a desaparecer.
 
 
Para finalizar un reportaje de malagahoy.es a Manuel Morillo, granadino que aprendió el arte de la taracea en el taller familiar, afincado en Mijas Pueblo, ayuntamiento  al que llegó apenas cumplida la mayoría de edad y que en la actualidad es el único artesano en su ramo en la provincia de Málaga, como lo reconoce la Asociacion Artesanal de Mijas
 
En amena conversación Manuel me relata que es sobrino de su homónimo Manuel Morillo, mencionado  en el artículo más arriba. 
 
Nos detalla el procedimiento de la artesanía y reconoce ser el único en la provincia y uno de los pocos en toda España.  Nos comenta que luego del artículo que a continuación compartiremos, le promocionaron para dictar clases en la futura escuela de oficios que se proponían crear, cuyo proyecto ya había aprobado por unanimidad ... pero hasta el día de hoy no se ha cumplido ningún ofrecimiento de parte de las autoridades. 


Ver al respecto:  
 
Con mucho agrado compartimos el sitio de Manuel https://www.facebook.com/p/Mijas-Taracea-Morillo-100063607672350/
 
Manuel, muy gentilmente nos envió algunas fotografías de sus trabajos, las que compartimos con los amigos.
 
 
 
 
Fotografías cortesía de Manuel Morillo - 30 de junio de 2025

La taracea, un arte en peligro de extinción

Elisa Moreno 02 de julio 2018 

Manuel Morillo aprendió de su padre el oficio de la taracea, una de las técnicas artesanales nazaríes más minuciosas consistente en la creación de dibujos geométricos de estilo árabe en diferentes maderas que van superponiéndose hasta crear un diseño único. Natural de Granada, cuna de este arte que se inspira en los diseños de la Alhambra,  Morillo aterrizó en Mijas en el año 1978, recién cumplida su mayoría de edad, donde decidió continuar con el negocio familiar. Aunque asegura que es un oficio destinado a desaparecer, trabaja cada día en su taller de Mijas Pueblo por mantener viva esta tradición. "No me gustaría que esto desapareciera y me gustaría que mi hijo lo heredara. Sería una pena que se perdiera porque es un legado que nos dejaron los árabes", comenta este artesano, el único de la provincia de Málaga dedicado al arte de la taracea. 

Manuel Morillo realiza una de sus piezas 
en su taller de Mijas Pueblo. / E. M.
La primera pieza que creó fue una cerillera siendo apenas un adolescente cuando aún vivía en su ciudad natal. "Mi madre la puso en la calle y yo me subí al balcón para ver si alguien la compraba. Se vendió ese mismo día", señala. A partir de ahí empezó a aprender el oficio hasta ayudar a su padre en la tienda. "Mi padre montó su primer taller en Granada con 17 años. Siempre me decía que la primera máquina para cortar las maderas se la hizo él mismo con un eje de bicicleta", relata. "Ahora me toca a mí enseñarle a mi hijo para que siga el oficio, pero es muy difícil, es un trabajo muy laborioso en el que se tarda mucho en hacer las cosas y no a todo el mundo le gusta", agrega.

Por su tienda han pasado todo tipo de clientes, pero los que más demandan este tipo de productos son el turista extranjero, sobre todo el inglés, y el del norte de España. Pero asegura que cada vez son más los clientes de la provincia de Málaga que solicitan muchas de sus piezas previo encargo. Pero entre todos ellos, si alguien ha marcado un antes y un después fue la visita de una princesa de Arabia Saudí en el año 2007. "Entró con todo su séquito. Ella se puso al lado del mostrador sin decir nada y con ella había otras ocho mujeres todas vestidas de negro. En cada puerta un guardaespaldas y dos más en la acera de enfrente. Ella solo señalaba con la mano lo que quería y tal como entró se fue. Una vez ya estaba todo hecho fue otra persona la que me preguntó cuánto era. Se dejaron unos 800 euros. Nunca había visto eso hasta entonces", recuerda.

Su sorpresa fue a más cuando en octubre del año pasado revivió aquella misma escena. Vendió una cifra todavía mayor y prácticamente más de la mitad de los productos que tenía en tienda. Le ha llevado más de seis meses trabajando a destajo reponer todas esas piezas."





 
Sergio Coellar Mideros
Pamplona, 1 de julio de 2025