ORIGEN: GRANADA AÑO: c. 1950-1960
ESPAÑA
Cuarta generación, representada actualmente
por Jesús Molero Sabador
500 x 500 x 16.0 mm
ESCAQUES 48.0 x 48.0 mm
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BORDE DE TABLERO Y ESQUINA |
Su especialidad, los bargueños de los siglos XVI al XVIII, se complementa con todo tipo de mobiliario para la decoración de interiores y restauración de piezas antiguasEn el desarrollo de su labor se siguen utilizando maderas como el ébano, Pau Ferro, caoba, nogal, Madre Perla hueso, etc., es decir, los mismos materiales de antaño, con marqueterías incrustadas y, los grabados son realizados manualmente con buril (lápiz con punta de acero) siguiendo la técnica y motivos tradicionales.
La familia MOLERO, a través de sus cuatro generaciones, ha realizado un gran número de obras maestras que se encuentran repartidas en palacios y mansiones de todo el mundo.
Esta casa ha sido galardonada con más de 25 premios, tanto nacionales como internacionales. Sin embargo, el mejor premio para la firma MOLERO, es el hecho de conservar clientes y proveedores que ya lo eran de sus antepasados." https://www.artesaniamolero.com/nosotros/
"Buenas tardes Sergio,
Efectivamente, ese ajedrez salió del taller de Víctor Molero (tercera generación de la familia) y actualmente, la cuarta dirigida por Jesús Molero, hijo de Víctor.
Le envío reseñada la greca que era hecha por Molero exclusivamente. Después se han imitado muchas gracias y diseños de nuestra taracea.
No sé volvieron a hacer tableros o mesas de ajedrez a partir de la década de los 80.
Agradecemos ver piezas, pequeñas y grandes, que nuestros antecesores han tenido en sus manos.
Un saludo,
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Elaboración Sergio Coellar Mideros Fuente fotografía exposición Independiente de Granada. |
- El primero, es el trabajo de fin de carrera universitaria del Grado en Historia del Arte, realizado por Esmeralda Fernández Vaquero en la Universidad de Valladolid, en el cual "abarcaremos el desarrollo de una de las técnicas decorativas más destacadas del territorio granadino, poniendo en manifiesto todos los elementos que hacen de ella única... y con la pervivencia en la actualidad de talleres que desarrollan esta técnica con los conocimientos transmitidos del pasado a través de las generaciones que han ido transcurriendo", según declara la autora.
El reino Nazarí
diplomática que origina alianzas y pactos, una centralización de la administración que a su vez se presentaba plural y heterogéneo por la migración desde diferentes puntos de la Península, la autosuficiencia gracias a los grandes recursos naturales y producciones especializadas, y un marco financiero desarrollado por el comercio exterior.
Es así como este territorio aislado, débil y amenazado constantemente por sus enemigos, que no culminan la labor de derrocarlo (los reinos cristianos sufren conflictos internos y el reino nazarí cuenta con la ayuda militar norteafricana; aunque también encontramos inestabilidad por la pérdida de interés magrebí llevando al aislamiento, lo que culminará finalmente en la presión cristiana), consigue dilatar su existencia en el tiempo.
El reino nazarí se encontraba entre Castilla (al norte) y los Estados musulmanes magrebíes (al sur). Castilla fue avanzando en la conquista, además de presionar y cobrar impuestos; en cuanto a la presencia magrebí aportó un nuevo componente al complejo marco político que se vivía.
Explotará al máximo sus recursos, siendo un claro ejemplo los puertos que emplea
para los principales circuitos comerciales, llevando a cabo pactos bilaterales tanto con Castilla como con los magrebíes.
En 40 años se pierden importantes territorios como son Córdoba en 1236 o Sevilla en 1248. Las personas que permanecieron en el territorio lo hicieron con su nueva condición de ‘mudéjar’.
Fue Muhammad I el que fundó la dinastía nazarí aglutinando los restos de este escenario planteado, siendo también de ayuda las circunstancias favorables que tuvieron lugar a nivel político, geográfico, económico y diplomático.
Por lo tanto, el reino nazarí de Granada se originó cuando los habitantes de Arjona proclamaron como sultán/emir a Muhammad I en 1232, amparado por su fama de valiente soldado, su rango social-religioso y sus valores. Logró entrar en Granada en 1238 convirtiéndola en capital del nuevo reino.
Tomará, a partir de 1238, importantes territorios para la configuración del reino nazarí: Almería y Málaga. La frontera fue fluctuando dependiendo de la capacidad del monarca de frenar el avance cristiano. Pese a que el emir intentó ejercer autoridad en el territorio, había necesidad de una organización administrativa y revitalización socio-económica.
Desde este momento, la frontera territorial se convirtió también en una barrera ideológica que separaba el mundo cristiano del mundo musulmán, hubo además conflictos y relaciones comerciales siendo un punto de encuentro del que se
enriquecieron ambas culturas.
Recomendamos encarecidamente estudiar el trabajo de Fernández Vaquero
También recomendamos el siguiente texto:
https://arteysociedad.blogs.uva.es/files/2012/09/23-SILVA.pdf
- El segundo, un extraordinario reportaje tomado del Independiente de Granada, un viaje por la historia de la taracea granadina, desde sus origines sirios hasta hoy día, en peligro de desaparecer.
LA TARACEA MILENARIA GRANADINA SE MUERE
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Cama hecha completamente de taracea por el maestro Inocencio Molero a principios del siglo XX |
- Esta artesanía tan característica de Granada es de origen sirio-musulmán, con momentos de esplendor en los siglos XIV-V, el Barroco y resurgimiento en el XX
- La fabricación de grandes muebles para clases adineradas ha quedado reducida a piezas medianas-pequeñas que se venden a turistas en un 99%
- La saga de Artesanía Molero −desde mediados del XIX− dejará pronto de existir; el prestigio del Artesano Molero dio nombre a una calle de Granada
Se trata de una técnica milenaria en estas tierras. En el caso de Granada no han sobrevivido vestigios de taracea anteriores al siglo XIV. Pero es lógico pensar que debió practicarse esta técnica de manera más o menos contemporánea a Córdoba, donde en el siglo XI ya había en el mercado muebles y tableros fabricados con taracea. En la cora emiral granadina se establecieron precisamente varias tribus damascenas que fueron las importadoras del tarsí, un término sirio que da origen a la palabra taracea. Viene a significar incrustación o inserción.
Las piezas más antiguas de taracea que se conservan en Granada están datadas en el siglo XIV. Corresponden al periodo nazarí, ya con una sociedad muy sofisticada y residiendo en grandes palacios y ciudadelas, como eran la Alhambra y la Alcazaba vieja del Albayzín. La sofisticación de las piezas que se exhiben en la colección del Museo de la Alhambra indica con toda claridad que los talleres granadinos de engaste de maderas y materiales nobles (incluso oro y plata) tenían una larga trayectoria, de por lo menos la dinastía zirí (1013-91). Por tanto, el primer gran periodo de máximo esplendor de la taracea acaeció en época nazarí, desde finales del XIII hasta 1492.
Quedaron muchos artesanos y talleres de taraceadores en territorio cristiano a medida que lo iban conquistando los monarcas de Castilla y Aragón, pero fue Granada el reino que se conformó como el epicentro de este tipo de marquetería en madera. Por eso, a partir del siglo XVI se llamó a la taracea de motivos geométricos “a la granadina”.
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Tablero de ajedrez nazarita. Siglo XIV-XV, en maderas de nogal, abedul y hueso. El marco contiene estrellas entrelazadas de ocho, en tonos verdes. MUSEO DE LA ALHAMBRA. |
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Jamuga o silla plegable completamente forrada de taracea. Siglo XV. MUSEO DE LA ALHAMBRA. |
A partir de la Toma de 1492 los carpinteros granadinos que trabajaban la taracea geométrica empezaron a fusionar poco a poco el estilo cartujano. Se llamó así precisamente porque fueron los monjes cartujos los que empezaron a introducir el nuevo estilo. El cartujano yo no se limita a representar dibujos a escuadra y cartabón, sino que incluye la inserción de dibujos vegetales, figuras de animales y humanas. También utiliza el grabado o pintado sobre marfil, hueso y nácar.
En los siglos XVI y principios del XVII granadinos, con la desaparición de mudéjares y moriscos, se detecta un bajón en las piezas y técnicas utilizadas. Hay bastante limitación de materiales más nobles, de manera que las mesas, puertas y mobiliario presentan combinación de varios tipos de madera, pero no se utilizan otros materiales de procedencia ósea. No sería hasta finales del XVII cuando se volvió a recuperar la utilización de mayor variedad de placas de nogal, abedul, haya, ébano, panferro, palosanto, hueso, madreperla y alguna madera noble más incorporada desde las Indias. Hubo incluso importantes tallistas y escultores que también se adentraron en la técnica de la taracea.
La artesanía en taracea no gozó nunca de un perfil propio como actividad definida y acotada, independiente como gremio profesional. Hubo muchos vasos comunicantes entre sectores de la construcción; había alarifes que también eran carpinteros y en los inviernos se dedicaban a taracear. Los taraceadores no tuvieron nunca un gremio propio reconocido por el Concejo de Granada; de hecho, su trabajo como tal no es mencionado por las Ordenanzas de oficios de Granada (1552); los trabajadores de la taracea eran casi un apéndice dentro de la carpintería de lo prieto, de los tallistas o entalladores.
Pero existieron en cantidad y calidad a partir del barroco granadino en que se dedicaron a suministrar trabajos de adornos para edificios religiosos y cofradías. No existe ningún convento, iglesia o cofradía que desde el siglo XVII no atesore una cajonera de sacristía forrada de taracea, una cruz de guía, un bargueño, una mesa, un atril e incluso una cruz de paso.
Proceso totalmente manual y minucioso
El proceso de fabricación de taracea granadina ha evolucionado muy poco desde que los sirios la trajeron hace ya más de mil años. Solamente se han incorporado maquinaria, herramientas, colas y barnices modernos, pero el principio sigue siendo el mismo. Aunque al tratarse de un trabajo manual, cada maestrillo tiene su propio librillo. El encaje de la taracea requiere de un tiempo muy largo de aprendizaje e implica grandes dosis de habilidad, pulso, precisión y paciencia. Máxime cuando median inserciones diminutas que hay que hacerlas con pinzas y lupa.
Se empieza por diseñar el patrón sobre la base de madera, generalmente un mueble o tablero ya prefabricado; se continúa vaciando las superficies que posteriormente se quieren rellenar con incrustaciones de otros materiales; paralelamente, se han ido cortando pequeñas piezas con la forma y contorno que tienen que encajar en el rebaje; después sigue el ensamblado y pegado con colas especiales; el proceso de ajuste se hace por presión hasta secar; después sigue el lijado, pulido y acabado con aceites o barnices para resaltar los colores. La taracea se caracteriza por presentar una superficie suave y muy brillante, como si estuviera plastificada o recubierta de una capa de metacrilato. En los procesos finales de prensado, lijado y pulido sí se ha introducido maquinaria especializada en el siglo XX. Todo lo demás continúa siendo a base de paciencia y maña.
El convulso siglo XIX supuso una involución en la artesanía de la taracea. El encargo de muebles y piezas para regalo siempre ha estado asociado a épocas de bonanza económica. Regalar taracea o tener muebles forrados de taracea en una casa fue siempre signo de distinción. No había boda de aristócratas o burgueses que no recibieran como dote algunos muebles taraceados. Pero las profundas crisis sociales y económicas del XIX hicieron que menguara bastante la actividad; hasta el punto de que el XIX fue la centuria que menos muestras de taracea han dejado en Granada.
No fue hasta la década de los años 1880-90 cuando empezó a recuperarse esta artesanía, propiciada por el boom económico que se estaba experimentando con la introducción del negocio del azúcar. La vieja nobleza granadina y los nuevos ricos pusieron de moda recibir a sus invitados en casa con uno o dos bargueños; un dicho rezaba: taracea en la visión, dinero en el cajón.
Una anécdota: los bargueños eran la oficina de las casas pudientes; sus cajones servían para clasificar papeles importantes, joyero, guardar misales y rosarios. Y lo más importante, todos tienen un cajón secreto donde se guardaba el dinero. La habilidad del maestro carpintero consistía en saber colocarlo y disimularlo, para que sólo el propietario pudiese dar con él.
Generaciones formadas por Inocencio Molero
Uno de los talleres que montó la Corporación en el Hospital Real fue para aprendizaje del oficio de carpintería y taraceador. Como maestro y director del taller de taracea contrató al joven Inocencio Molero Puche; era hijo de un alarife, tabernero, carpintero y taraceador que tenía taller en la Carrera del Darro. Inocencio estuvo muchos años enseñando la taracea en el Hospital Real y San Juan de Dios; de las decenas de aprendices y oficiales que formó salieron infinidad de talleres que fueron proliferando por Granada a partir de los años veinte. Y de aquellas primeras hornadas de taraceadores formadas por Inocencio Molero volvieron a ramificarse las generaciones que abundaron como setas en el casi centenar de talleres que llegó a haber en Granada cuando el turismo empezó a llegar en masa.
Entre los años cincuenta y ochenta llegó a haber más de 2.000 taraceadores en los talleres. Y muchos que tenían un simple banco de trabajo en sus casas y recibían encargos o destajos para los talleres con nombre. La mayoría de los talleres ubicados en la zona céntrica también llevaban aparejadas tiendas para la venta de piezas a turistas. El souvenir más habitual para un turista que recalaba en Granada era llevarse una caja, una mesita o un tablero de típica taracea.
En el sector de la taracea ocurría como en el de la caza: había taracea mayor, taracea menor y de furtivos. Es decir, talleres que hacían bargueños, puertas, camas, armarios, etc. Eran los de primera división. Les seguían los que hacían mesitas, jamugas y arcones; luego estaban los que sólo hacían tableros y cajas pequeñas. En un tercer escalafón estuvieron los que dedicaban muchas horas en sus casas a trabajar para otros que los vendían con su sello. También hubo vendedores ambulantes de taracea por la Costa del Sol.
Ha sido un sector muy atomizado, desorganizado y, por lo general, no remunerado suficientemente. Hubo intentos en los años de los sindicatos verticales por organizar una patronal, gremio o sindicato específico. Lo intentó José Luis Pérez-Serrabona cuando ocupaba la vicesecretaría provincial de la Obra Sindical (antes de ser alcalde). Pero ninguna iniciativa cuajó. Como tampoco se materializaron los intentos de normalizar la formación y enseñanza de esta artesanía en la Escuela de Artes y Oficios, en enseñanza de FP e incluso en la Universidad. La única realidad palpable fue la de la Diputación de principios del XX, que duró hasta los años de la II República.
Siglo y medio de taraceadores Molero
Quizás sea la saga familiar de los Molero la que más ha contribuido a mantener y evolucionar el arte de taracear los muebles desde por lo menos un siglo y medio atrás. En sus talleres aprendieron infinidad de artesanos que después se fueron estableciendo por su cuenta, hasta alcanzar el cénit que la taracea experimentó entre 1945 y 1980 en Granada.
Fue José Molero quien inició, hacia mediado el siglo XIX, el primer taller de carpintería de la familia. Se trató de un emigrante alpujarreño, de Juviles para más señas, que decidió trasladarse a la capital en busca de mejor futuro. Se estableció en una casilla al principio en la zona del camino del Avellano y comienzo de la Cuesta de los Chinos, adonde se accedía a través del puente del Rey Chico. Abrió una tasca en la que tan pronto servía vinos a los transeúntes, como arreglaba una rueda de carro o un mueble. A José Molero le apodaron pronto el tallista Rey Chico. No debió dársele mal el arreglo de muebles y la fabricación de piezas porque ya para 1888 figuraban trabajando su mujer y sus dos hijos pequeños con él, especializados en ebanistería, marquetería y taracea.
Inocencio Molero tuvo visión empresarial. Cuando empezó a llegar el turismo masivo a Granada decidió establecerse más en el centro, en la calle Jardines. Fabricaba piezas como souvenirs de turistas que se vendían como rosquillas: joyeros, tableros de ajedrez, espejos, cajas con pañuelos, etc. Esto en cuanto a productos menudos típicamente turísticos granadinos; pero paralelamente la burguesía mantenía también una importante demanda de taracea como signo de distinción. Si había que hacer un regalo, lo habitual era que fuese envuelto en una caja de taracea. El Ayuntamiento obsequiaba a sus visitas con cajas de taracea; cualquier pergamino iba envuelto en taracea; la mayoría de regalos de empresa iban con funda de taracea.
Las dos siguientes décadas el sector cae por los conflictos bélicos, pero una vez recuperada la estabilidad y gracias al desarrollo tecnológico, sociocultural y económico global, el turismo era la actividad de moda y estaba cada vez al alcance de un mayor número de personas (Gordon, 2002). El interés de las nuevas instituciones nacionales por la promoción turística y las facilidades que pusieron a los inversores, establece el escenario perfecto para la masificación de este, el boom turístico de los años sesenta en el país afianzó la industria turística como uno de los pilares básicos de la economía nacional, y en especial, de la mayoría de puntos turísticos como ocurre en el caso de estudio (Vasallo,1983). ML Artillo Hernández · 2020
En los años setenta estaba muy de moda la compra de taracea granadina. Llegó a haber más de setenta talleres funcionando por la capital y algunos pueblos de los alrededores. También había talleres en muchos lugares de Andalucía, sobre todo Córdoba, Lucena; y principalmente en Valencia. A Artesanía Molero se le quedaron pequeños los talleres de la Carrera del Darro, donde ya trabajaban 48 personas, y decidió buscar un local más grande en el Zaidín, concretamente en la calle Santa Rosalía. Pocos años más tarde (1998) decidieron dar el salto al polígono Juncaril, donde permanecen desde entonces.
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Grabando un ave en una feria del mueble de Madrid ante el Mariano Fortuny hijo. Derecha, haciendo una demostración en su tienda. |
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Retratos de Víctor Molero y Estrella Sabador grabados por Estrella cuando ya eran casi ancianos. |
Cambio de concepto, éxito y crisis
Artesanía Víctor Molero la continuó el hijo pequeño, Jesús, a partir de los años ochenta del siglo XX. Empezaba la cuarta generación con este apellido. Él y su mujer, María de los Ángeles Oscáriz, como encargada de la administración, estudios de mercado y ventas, comprendieron que el negocio de fabricar taracea no podía quedar limitado a armar bargueños, mesas y regalos de pequeño formato. Ampliaron sus miras a la especialidad de interiorismo, es decir, decorar espacios completos con la técnica de la taracea. Salones enteros, zócalos, trípticos, puertas, techos, complementos. Incluso también muebles de cocina y fundas para electrodomésticos.
El mercado hubo que ampliarlo enormemente puesto que España se quedaba pequeña. Los Molero empezaron a abrir mercado en países árabes, donde todavía se apreciaba mucho la técnica de la taracea, y encargos más puntuales para Estados Unidos y varios países europeos. El mercado español se limitó prácticamente al 2% de su negocio.
Para aquella internacionalización de su taracea granadina tuvieron la enorme suerte de contar con la colaboración del prestigioso decorador Alberto Pinto (1945-2012). Este hombre les ayudó mucho con sus revistas, sus exposiciones y la tupida red de relaciones con gente pudiente del mundo árabe y norteamericano. Colaboró en el diseño de nuevo mobiliario, amoldado a las necesidades de mansiones de ricos; hicieron grandes bibliotecas, decoraron hoteles y palacios. Los Molero se acostumbraron a asistir cada año a las ferias del mundo árabe y a pasar varios meses montando muebles en esos países.
Los diseños modernos y los encargos a través de arquitectos obligaron a dejar el compás, la escuadra y el cartabón tradicionales para tener que utilizar el programa Autocad. Esto ha permitido atesorar un completo catálogo de nuevas plantillas que se han sumado a las tradicionales a regla y compás. Si el abuelo Inocencio y el padre Víctor dibujaban a mano las figuras del Quijote, después Jesús ha seguido ofreciendo la posibilidad de decorar bargueños y mobiliario con los dibujos exigidos por los compradores: a un cliente cazador le decoró sus marfiles con rehalas de perros en plena montería; a un navegante le grabó veleros; a otro cliente, una colección de elefantes en su ambiente; a otro, diversas láminas del Taj Mahal; incluso hubo un intento (fallido) de decorar los muebles de un dormitorio con posturas del Kama Sutra.
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Muebles de interior en un palacio de Qatar. |
Hasta el año 2008 todavía se encargaban bargueños en España. Pero la crisis económica de aquel año supuso el principio del fin para la demanda de grandes piezas. El mercado se quedó enfocado al extranjero. Seguían llegando pedidos masivos para Disney World de Orlando, para regalos masivos de grandes compañías, pero se detectaba que el gusto por la taracea empezaba a decaer. El sector de la taracea española empezó a hacer aguas; en Lucena (Córdoba) había varias fábricas importantes, también en Valencia; todas ellas cerraron o se reconvirtieron a otro tipo de mueble. La demanda cayó en picado.
Paralelamente a la crisis de demanda se registró una drástica retirada de la taracea manual de las nuevas generaciones de aprendices. La gente joven no quiere este trabajo artesanal. Es prácticamente imposible que un aprendiz continúe hasta hacerse maestro taraceador.
Y, por si fuera poco, la actual guerra en Oriente Próximo ha acabado por perjudicar al negocio de Artesanía Molero. Los costes de enviar las grandes piezas a países del Golfo Pérsico se han duplicado porque los barcos ya no pasan por el Canal de Suez; y remitirlas en avión hace inviables los precios finales. Las últimas semanas, Jesús Molero −sin hijos que le sigan y trabajadores que se hagan cargo de la actividad− está embalando dos grandes bargueños para el rey de Marruecos y media docena de grandes piezas para otros jeques árabes. Ya no está cogiendo grandes encargos a futuro; su próxima jubilación por edad va a suponer también el cese escalonado de la que ha sido la empresa de artesanía más potente de Granada. Aquí va a finalizar la saga de los Molero, con más de 150 años de trayectoria artesanal en la taracea granadina. Sólo le quedarán las piezas de la exposición para ir vendiéndolas los próximos meses.
Una escuela que no cuajó
Los taraceadores realmente siempre han sido considerados un sector aparte dentro del grupo de trabajos en madera. De hecho, como artesanos reconocidos no lo fueron oficialmente, con catálogo oficial, hasta la ley 5/2005, hace cuatro días. En los años sesenta, en el momento de esplendor de ventas, Víctor Molero formó parte de los delegados de los sindicatos verticales franquistas. Por entonces se intentó organizar un gremio que estaba muy atomizado en Granada, pero que entre talleres reconocidos fiscalmente y economía sumergida daba empleo a más de dos millares de granadinos. El sector estaba desorganizado y un tanto enfrentado por competencia desleal y trabajos en negro; se hacían la competencia entre ellos. Quedaba claro que el sector nunca estuvo unido.
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Piezas de los años sesenta con la inserción de motivos cartujanos mezclados con trazos musulmanes |
Los pocos intentos que hubo por preservar esta artesanía tan granadina fueron contemplados por la .Cámara de Comercio, pero en un encuentro de artesanía hispano-marroquí. Aquella colaboración no llegó a cuajar. Tampoco la Diputación supo revivir su iniciativa para formar una escuela taller o un taller de empleo hace poco más de una década. Menos aún la Consejería de Empleo de la Junta. Las administraciones y sus políticos de paso han sido protagonistas de muchas promesas y ninguna realidad.
El taller de Miguel Laguna goza de una ventaja competitiva con relación a los demás talleres y tiendas de taracea: su taller central y su exposición están ubicados en la calle Real de la Alhambra. Diríase que forman parte del monumento. A tan solo unas decenas de metros del museo donde se exponen la jamuga y el ajedrez nazarita de los siglos XIV-XV, el turista puede contemplar in situ cómo los artesanos de la casa Laguna trazan una pieza y la van componiendo. Exclusivamente en estilo musulmán granadino, no trabajan lo cartujano.
Esta situación tan privilegiada hace que tengan siempre llena la tienda y vendan muchas piezas pequeñas y medianas, a precios asequibles comerciales, en muchos casos hechos en serie y mediante planchas seriadas. Pero también piezas de verdadero arte. Ya con precios menos asequibles para todos los bolsillos. Son en la actualidad nueve los empleados de esta empresa, repartidos en el taller de la Alhambra y otro auxiliar para operaciones más penosas que precisan más espacio; el barnizado, lijado y prensa los tienen en Juncaril. Porque no sólo hacen tableros y estuches como los que abundan en la exposición; también elaboran mesas de mayor formato, taquillones y algunos arcones de mayor tamaño. Por ahora, auguran futuro a la taracea que ellos elaboran. Incluso admitirían más empleados ya formados. Porque lo de formar aprendices es otro cantar, los quieren ya con experiencia. Pero no los hay. Esta casa de siempre ha tenido a gala pagar sueldos justos y tener a todos sus empleados legales, nada de trabajadores en negro.
El mercado de Laguna Taracea está copado en un 82% por turistas extranjeros; el 17% de fuera de Granada; y sólo el 1% del entorno granadino. Las piezas las preparan de manera que se las puedan llevan en coches particulares, en maletas o sean fáciles de remitir por mensajería. No ofrecen piezas grandes debido al excesivo coste de repartirlas por medio mundo. Y porque no tienen demanda.
Por ahora no se quejan de que el negocio artesano de la taracea musulmana les vaya mal. Varios de sus trabajadores tienen menos de cuarenta años. La buena venta por su excelente escaparate dentro de la Alhambra y la juventud de la plantilla les hacen ver el futuro con optimismo. Están abiertos a contratar a gente con mediana formación.
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Dos empleados de Laguna Taracea, dentro de la Alhambra. Trabajan exclusivamente diseños musulmanes de cara al público. |
La realidad del resto de talleres de taracea granadina es para llorar. En la Cuesta de Gomérez quedan tres de los cinco talleres que había hace una década. Manuel Morillo tiene 82 años; se dedica exclusivamente a fabricar y vender tableros y cajas de taracea, que elabora ante el público con la tradicional cola de pescado. No vende otra cosa más en su tienda, esquina a calle Ánimas. Dice que les ayudan sus hijos a ratos. Pero el futuro de su actividad no es muy halagüeño por su edad provecta.
Más arriba tiene un pequeño taller Emilio Valdivieso, también con 82 años. Vende lo que fabrica y lo que compra a otros artesanos en sus dos tiendecillas de souvenirs diversos. Hasta que se jubiló tuvo seis empleados en su taller del barrio de la Churra. Hoy está él solo, con un brazo semiparalizado y aguantando hasta que la salud se lo permita. Recuerda que se vendía más taracea cuando la Cuesta de Gomérez estaba abierta al tráfico rodado. Ahora la artesanía granadina no es el principal souvenir que compran los turistas.
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Manuel Morillo forrando cajitas con placas de taracea y cola caliente. |
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Emilio Valdivieso, compás en mano, trazando unas ataujías nazaritas. Los dos tienen ya 82 años y se mantienen activos en la Cuesta de Gomérez. |
Fuera de esta calle tan turística hay que mencionar a los artesanos taraceadores procedentes de la casa Beas Bimbela (en el Zaidín) y la firma Pimentel. Quedan unos poquitos más por libre en sus casas.
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Tienda de taracea menuda para turistas en la Plaza de Bibarrambla. |

Las casillas del tablero comienzan a presentarse coloreadas a partir del siglo XII, solían alternar rojas y blancas, será tras el manuscrito de Alfonso cuando se generaliza el empleo del blanco y negro, lo cual aporta a la lírica la analogía blanco-negro con: vida-muerte, noche-día…
- Diseño de materiales. Primero, se diseña el patrón que se va a realizar en la superficie de madera. Se eligen los materiales a utilizar, como maderas de diferentes tonalidades, marfil, nácar u otros materiales incrustables.
- La madera se prepara, lija y se le da la forma y dimensiones requeridas para el proyecto. Puedes hacer un dibujo o tener una plantilla sobre la madera para guiar el proceso de inserción de las piezas.
- Corte de las piezas. Los diferentes materiales se cortan en pequeñas piezas según las formas y tamaños necesarios para el diseño. Esto se puede hacer con sierras, cinceles u otras herramientas especializadas.
- Ensamblaje. Las piezas se van ensamblando meticulosamente en la superficie de madera, siguiendo el diseño previamente establecido. Para fijar las piezas en su lugar correcto, aconsejamos emplear pegamentos especiales o cera caliente.
- Ajustes y pulido. Una vez que todas las piezas están en su sitio, se lija cuidadosamente la superficie para nivelar y suavizar cualquier irregularidad. Luego, se aplica un acabado protector, como barniz o aceite, para resaltar los colores y proteger la madera.
- Acabado final. Por último, se realiza un pulido final para obtener un acabado brillante y suave. Se pueden agregar detalles adicionales, como incrustaciones de metal o grabados, para realzar aún más el diseño.
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En tiempos atrás, todos os juegos de ajedrez se trabajaban con chapa de madera de sicomoro blanco, y la de negro, se teñían con anilina de ese color.
Gran variedad de bandejas de diferentes dibujos geométricos taraceados. El filo exterior es lo que se le llama en el gremio con el nombre de cordón fabricado en madera de moral y también de nogal. las piezas de color blanco se fabricaban en hueso sacado de las patas, ("canillas"),de los toros, nunca de las vacas, por ser muy delgada la canilla.
Hoy en día quedan muy pocos maestros del gremio de la Taracea granadina. Víctor Molero nieto, Isidro y Beas, son los mejores que trabajan en la actualidad, son muy buenos, lo que fabrican está hecho con materiales nobles. Estrellas de herradura y grecas fabricadas por ellos mismos. Hueso, nogal, palisandro, ébano, concha, sicomoro, naranjo y limonero. Víctor Molero es un experto en bargueños que vende por encargo, y exporta al extranjero con gran éxito.
Los únicos supervivientes de un oficio destinado, desgraciadamente, a desaparecer."
La taracea, un arte en peligro de extinción
Manuel Morillo aprendió de su padre el oficio de la taracea, una de las técnicas artesanales nazaríes más minuciosas consistente en la creación de dibujos geométricos de estilo árabe en diferentes maderas que van superponiéndose hasta crear un diseño único. Natural de Granada, cuna de este arte que se inspira en los diseños de la Alhambra, Morillo aterrizó en Mijas en el año 1978, recién cumplida su mayoría de edad, donde decidió continuar con el negocio familiar. Aunque asegura que es un oficio destinado a desaparecer, trabaja cada día en su taller de Mijas Pueblo por mantener viva esta tradición. "No me gustaría que esto desapareciera y me gustaría que mi hijo lo heredara. Sería una pena que se perdiera porque es un legado que nos dejaron los árabes", comenta este artesano, el único de la provincia de Málaga dedicado al arte de la taracea.
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Manuel Morillo realiza una de sus piezas en su taller de Mijas Pueblo. / E. M. |
Por su tienda han pasado todo tipo de clientes, pero los que más demandan este tipo de productos son el turista extranjero, sobre todo el inglés, y el del norte de España. Pero asegura que cada vez son más los clientes de la provincia de Málaga que solicitan muchas de sus piezas previo encargo. Pero entre todos ellos, si alguien ha marcado un antes y un después fue la visita de una princesa de Arabia Saudí en el año 2007. "Entró con todo su séquito. Ella se puso al lado del mostrador sin decir nada y con ella había otras ocho mujeres todas vestidas de negro. En cada puerta un guardaespaldas y dos más en la acera de enfrente. Ella solo señalaba con la mano lo que quería y tal como entró se fue. Una vez ya estaba todo hecho fue otra persona la que me preguntó cuánto era. Se dejaron unos 800 euros. Nunca había visto eso hasta entonces", recuerda.
Su sorpresa fue a más cuando en octubre del año pasado revivió aquella misma escena. Vendió una cifra todavía mayor y prácticamente más de la mitad de los productos que tenía en tienda. Le ha llevado más de seis meses trabajando a destajo reponer todas esas piezas."
Pamplona, 1 de julio de 2025