Dibujos de Hans Fronius
Schachnovelle, con dibujos de Hans Fronius. Estocolmo, Bermann-Fischer Verlag, 1949.
El escritor hizo escala
en Vigo tras el alzamiento y retrató en caliente unos hechos que,
luego, vería como el preludio de la destrucción de Europa |
El Zweig del 36, ya un intelectual sólido pero en mero tránsito por España, ve desapasionadamente los hechos. Ni siquiera esperaba aquella embarazosa escala. "Había salido yo de Southampton en un barco inglés con la idea de que el vapor evitaría la primera escala, Vigo, para eludir la zona en conflicto. Sin embargo, y para mi sorpresa, entramos en este puerto e incluso se nos permitió a los pasajeros bajar a tierra durante unas horas. Vigo se encontraba entonces en poder de los franquistas y lejos del escenario de la guerra propiamente dicha. No obstante, en aquellas pocas horas pude ver cosas que me dieron motivos justificados para reflexiones abrumadoras", rememora en "El mundo de ayer". Pero, continúa el profesor Larcati, "en el momento, su resumen está un poco lleno de los clichés de su primera visita a España, en 1905. Zweig asiste al reclutamiento de los jóvenes militares y se queda impresionado por el color de los uniformes y la belleza de los jóvenes, pero describe Vigo como algo pintoresco y exótico, no subraya las cosas dramáticas de la guerra, lo ve como un episodio marginal. Escribe que incluso durante la guerra los españoles respetan la siesta".
Durante la turbulenta década de 1930, los intelectuales de Ecuador encontraron en la Guerra Civil española un conflicto que se presentaba como un espejo para las inquietudes y las esperanzas de su propio país. ...también examina la manera en que poetas, narradores, ensayistas y periodistas emprendieron un activismo apasionado a favor de los dos bandos (la España “leal” y la España “nacionalista”), en poemas y artículos notables por su emoción y su maniqueísmo y en la organización colectiva de manifestaciones, asambleas, revistas, manifiestos y colectas. http://hdl.handle.net/10644/3093
“LA VOZ DE LOS POETAS”
Homenaje de los poetas y artistas ecuatorianos,
Quito, Editorial Atahuallpa, 1938)
“En
medio de tiniebla sórdida que se extiende por el mundo, tratando de
ensombrecer la cultura, persiguiendo a sus hombres más altos, es
tonificante hacer esta comprobación: la inteligencia, que al fin ha de
triunfar, siente y expresa con vigor la solidaridad de su causa por lo
ancho de la tierra, la inteligencia que, a pesar de los ataques de
quienes más debieran sostenerla, es la única fuerza poderosa de la
justicia del mundo, ha resuelto hacer prietas sus filas en torno a Roman
Rolland, a Jimenez, a Eistenin, a Zweig, a Marinello, a Dewey, a
Pilniack, a Dos Pasos, a Malraux…” Binns, Niall “Ecuador y la guerra civil española. La voz de los intelectuales”, España-2012
Todos los poetas del mundo con la España eterna Benjamin Carrión, "La voz de los poetas" |
Leonardo Tejada, "Avance leal"
http://impactoguerracivil.blogspot.com/2011/07/artistas-de-la-guerra-civil-espanola.html
“Efectivamente, viví una época sumamente interesante. Época en la que se tuvo un gran optimismo que la inteligencia, el pensamiento, podían salvar al mundo del peligro de una nueva guerra. El grito lanzado, por entonces, por la inteligencia francesa: Barbusse, Romain Rolland, sobre todo, “guerra a la guerra”, llegó también a América, gracias, entre otros, a Stefan Zweig. Llenó de grandes esperanzas todo aquel período. Desgraciadamente, fue luego contradicho y siguió un período de grande desilusión. El suicidio de Zweig, fue como la expresión trágica que conmovió a América, al mundo entero…” Benjamín Carrión Mora en 1961**
LOS ÚLTIMOS DÍAS DE STEFAN ZWEIG
Mariano García Díez - ARTEDREZ- sábado, 23 de noviembre de 2019
Estamos
a bordo de un paquebote que acaba de zarpar de Nueva York. Entre los
pasajeros que disfrutan del viaje en cubierta, un hombre solitario
contempla ensimismado una partida de ajedrez que están disputando dos
viajeros. Otro pasajero se dirige al mirón lo que nos permite conocer su
nombre: Stefan Zweig. Pronto averiguamos que el escritor austriaco se
dirige a Brasil desde Nueva York para proseguir un exilio que se remonta
a 1934, fecha en la que Hitler se hizo con el poder en Alemania. Esto
nos sitúa en agosto de 1941.
Una partida de ajedrez en un crucero nos remite inmediatamente a la última novela de Stefan Zweig, la celebérrima Novela de ajedrez, concluida precisamente en Brasil pocos días antes del suicidio de su autor en Petrópolis.
El
cómic recoge los últimos días del escritor, deprimido por su largo
exilio, angustiado ante lo que cree una victoria inminente de los
ejércitos del Eje frente a los aliados —sensación que se incrementa con
la caída de Singapur en manos de los japoneses en febrero de 1942, tras
la cual Zweig consideró que se había perdido la guerra porque los
ejércitos japoneses se unirían a los alemanes y no encontrarían
obstáculo alguno para invadir América—. Apartado de su país, de sus
libros, de sus amigos, los últimos días de Stefan Zweig son un amargo
paseo por un desencanto que no logra mitigar el trabajo literario.
Zweig siempre se había mostrado muy interesado en el ajedrez. En su autobiografía El mundo de ayer contaba que el ajedrez era uno de los pocos juegos que apreciaba en su juventud:
Tan despreciable como entrenar el cuerpo, nos parecía malgastar el tiempo en el juego; tan solo el ajedrez, que exigía un esfuerzo mental, hallaba un poco de merced a nuestros ojos.
Su relación con el juego, no obstante, no pasó de la de un mero aficionado que se reúne de vez en cuando con algún amigo para disputar una partida.
La redacción de Novela de ajedrez aumentó ese interés. Hasta el punto que cuando había terminado el manuscrito se lamentaba de no haber podido hacer que un profesional del ajedrez revisase su obra para corregir los posibles errores.
La soledad en que vivía el matrimonio Zweig en Petrópolis se veía paliada por la visita de unos pocos amigos. Entre ellos, el periodista Ernst Feder, también exiliado, que siendo vecino acudía con regularidad a visitarlos. A Stefan le gustaba jugar al ajedrez con él.
Lo hizo incluso el día antes de su muerte, cuando ya había enviado las cartas en las que explicaba las razones de su decisión y se despedía de familiares y amigos.
El veintidós de febrero de 1942, Stefan Zweig y su esposa Lotte ingirieron una dosis mortal de barbitúricos. Fueron encontrados al día siguiente, tumbados en la cama y con sus manos entrelazadas.
Cuando después de su suicidio las autoridades hicieron inventario de los bienes de Zweig contabilizaron unos cuantos libros; un reloj, un anillo, unos gemelos, un alfiler de corbata, una máquina de escribir, un aparato de radio, dos pipas usadas y un tablero de ajedrez. Eso es todo lo que poseía a su muerte el escritor más popular del mundo en los años 20 y 30 del siglo XX.
El médico y escritor francés Laurent Seksik publicó en 2010 "Les dernieres jours de Stefan Zweig" (Flammarion. París, 2010. Edición española "Los últimos días de Stefan Zweig"; Casus belli. Madrid, 2010) una novela que relata los últimos dieciocho meses de la vida del escritor austriaco Stefan Zweig en su exilio brasileño.
La novela cosechó un éxito inmediato y el propio autor realizó una adaptación teatral y, en colaboración con Guillaume Sorel, una versión para cómic que es de la que hemos hablado aquí.
LOS ULTIMOS DÍAS DE STEFAN ZWEIG
LAURENT SEKSIK (GUIÓN) GUILLAUME SOREL (DIBUJO)
NORMA EDITORIAL. BARCELONA, 2014
Los últimos días de Stefan Zweig
- Un nuevo libro de George Prochnik, recién publicado, narra la peripecia del escritor austriaco que, tras huir de Hitler, se suicidó junto a su esposa Lotte en Petrópolis en 1942
- Zweig emigró a Inglaterra, EEUU y finalmente a Brasil para buscar un refugio espiritual que nunca encontró
- En su último mensaje, expresó la esperanza de un nuevo amanecer tras el ocaso de la barbarie nazi
Hace unos días Prochnik fue el protagonista de una velada en el sótano de una librería neoyorquina. A media luz y en torno a unas botellas de vino austriaco, los escritores Anka Muhlstein, André Aciman y Katie Kitamura diseccionaron el libro y evocaron el eterno retorno de Stefan Zweig.
Aciman comparó al escritor austriaco con Italo Svevo y Alberto Moravia y dijo que siempre le había parecido "un autor francés que escribía en alemán". Muhlstein apuntó que sus novelas habían envejecido mejor que sus biografías. Kitamura subrayó "su incapacidad patológica para tomar partido" contra Hitler en aquellos tiempos oscuros y dijo que encontraba "enternecedora" su indecisión.
"Su habilidad para comprender el sufrimiento de las personas era formidable", explica a EL MUNDO el profesor Prochnik. "Por eso sorprende que pusiera a su mujer en una situación así. Lotte no sólo transcribía sus textos. Hacía sugerencias que los mejoraban. El informe del forense explica que ella se suicidó unas horas después de su esposo y eso abre muchos interrogantes sobre lo que ocurrió".
Stefan Zweig, de pie, con su hermano Alfred en Viena (c. 1900) |
El exilio de Zweig coincidió con el final de su primer matrimonio, que concluyó abruptamente cuando su primera mujer le sorprendió con su joven secretaria Lotte en un hotel de la Costa Azul. Unos meses antes, el escritor había decidido abandonar su mansión de Salzburgo amedrentado por la presión de la aviación nazi, que arrojaba panfletos sobre la ciudad. Zweig donó algunos de sus libros a la Biblioteca Nacional Austriaca y partió rumbo a Londres con su segunda mujer.
El estallido de la II Guerra Mundial le llevó mudarse a una casa a las afueras de Bath. Allí se abandonó a la lectura y trabó amistad con su jardinero británico pero sufrió por el cielo plomizo y por la escasa vida social. "Me siento más aislado que en ningún otro lugar del mundo", dijo a un amigo en 1939. "¿De verdad crees que los nazis no llegarán hasta aquí?". Hitler nunca llegó a invadir el Reino Unido pero los aviones de la Luftwaffe destruyeron Bath en abril de 1942.
Para entonces Zweig y su segunda esposa Lotte se habían mudado a Nueva York. El escritor austriaco había descubierto la ciudad con apenas 30 años en 1911. Al llegar, había preguntado a un conserje perplejo por el paradero de la tumba del poeta Walt Whitman y había expresado sus impresiones sobre la metrópoli: lo mejor eran los helados y lo peor la manía de los espectadores de la ópera de alumbrar con linternas los libretos en mitad de la función.
Zweig no volvió a Nueva York hasta 1935 y lo hizo en medio de una fuerte polémica por su silencio sobre Hitler, a quien se resistía a criticar en público pese a los primeros indicios de su persecución. Muchos judíos le llamaban epicúreo y le reprochaban su decisión de seguir trabajando con el músico Richard Strauss, que durante un tiempo mantuvo buenas relaciones con el régimen alemán.
"Nunca hablaría contra Alemania", dijo Zweig durante la rueda de prensa que se celebró en la sede de la editorial Viking. "El artista que cree en la justicia nunca puede fascinar a las masas ni darles eslóganes. El intelectual debe permanecer cerca de sus libros. Ningún intelectual ha estado preparado para lo que requiere el liderazgo popular". )
Stefan Zweig en Nueva York, 1941 LA VIDA DE STEFAN ZWEIG (1881-1942 |
Su llegada en julio de 1940 fue muy diferente. Al fin y al cabo, el escritor y Lotte llegaban huyendo de la guerra y no sabían muy bien dónde querían vivir. Se alojaron provisionalmente en el hotel Wyndham. Pero cuatro días después Zweig hizo cola en el consulado británico buscando opciones para volver. No quedaba sitio en ningún avión durante meses y la presencia de los submarinos alemanes hacía imposible cruzar el Atlántico en una embarcación.
El escritor echaba de menos los cafés europeos y frecuentaba a menudo la biblioteca de la Quinta Avenida. "Zweig lo pasó muy mal en Nueva York", explica a EL MUNDO el profesor Prochnik. "Se sentía acosado por los otros refugiados centroeuropeos, que no dejaban de llamarle para pedirle dinero". Entre ellos se encontraba su amigo Klauss Mann, al que Zweig le pareció "un sonámbulo que escucha su nombre". "No somos sino fantasmas o recuerdos", le dijo entonces el escritor, que confesó que no sabía si merecía la pena seguir viviendo como una sombra en Nueva York.
Una angustia que lo paralizaba
En los días buenos se definía con sorna como "ex escritor y experto en visados". En los días malos sufría lo que sus amigos llamaban el síndrome de la mujer de Lot: una angustia que lo paralizaba al contemplar la destrucción del continente al que había dedicado su obra y en cuya unión nunca dejó de creer.
Se podría decir que su despedida de Manhattan fue la fiesta que organizó en su hotel el 4 de junio de 1941. Entre los invitados estaban Hermann Broch, Klaus Mann y WH Auden y también su hermano Alfred, que se había instalado en un apartamento del Upper East Side.
Ni Zweig ni Lotte se encontraban a gusto y enseguida empezaron a buscar un refugio fuera de Manhattan. Se alojaron unos días en New Haven y sopesaron la posibilidad de mudarse a Princeton o a Harvard. Pero al final se instalaron en el suburbio anodino de Ossining, cuya estación de tren les permitía llegar a la ciudad en apenas una hora y cuyas calles ofrecían al escritor la tranquilidad necesaria para escribir 'El mundo de ayer'.
El matrimonio se instaló en el número 7 de Ramapo Road con el único objetivo de concluir el libro, cuyo nombre fue cambiando a medida que avanzaba su redacción. Zweig pensó en titularlo 'Europa fue mi vida, 'Los años irrecuperables' o 'Nuestra generación'. Escribió 400 folios en unas semanas en una especie de trance que sólo abandonaba para comer y dormir.
Ossining nunca fue un hogar para el matrimonio, que evaluó la posibilidad de mudarse a Cuba y al final se decantó por poner rumbo a Brasil. Los Zweig embarcaron el 15 de agosto de 1941 y emplearon el viaje para aprender algunas nociones de portugués. Antes de partir, el escritor le entregó su máquina de escribir a su amigo Joachim Maas y le dijo: "Puedes quedártela como un regalo. Ya no la necesitaré más".
No era la primera vez que Zweig viajaba a Brasil. El régimen de Getúlio Vargas lo había recibido con honores de Estado en 1936 y el escritor austriaco se había enamorado de los paisajes y de la diversidad racial. "Durante esta semana he sido Marlene Dietrich", escribió entonces a un amigo sobre su recepción.
Esta vez nadie le esperaba en Río de Janeiro y enseguida empezó a buscar alojamiento fuera de la ciudad. Se decantó por una casa en la histórica villa de Petrópolis: una ciudad donde levantó su palacio de verano el emperador Pedro II y donde se instalaron cientos de alemanes atraídos por un clima fresco y por su cercanía a la gran ciudad.
La izquierda brasileña se ensañó con el ensayo 'Brasil, país de futuro', que desembarcó en las librerías unos meses después de la llegada de su autor. Muchos reprocharon a Zweig sus tópicos y su respaldo implícito a la dictadura de Vargas. Pero el libro vendió miles de ejemplares y el escritor austriaco escribió una carta subrayando su pasión por el país.
Stefan Zweig y Lotte Altman, fotografiados en Brasil en 1940 https://valenciaplaza.com/los-dioses-luchan-en-vano-mientras-brille-la-memoria-de-stefan-zweig |
Al atardecer, Zweig daba largos paseos por la selva con su esposa y leía los ensayos de Montaigne, en cuyos márgenes hacía anotaciones sobre la mejor forma de conservar su libertad. Eligió su barbero y el café en el que leía la prensa todas las mañanas y montó en el porche un escritorio en el que empezó a revisar su libro sobre Balzac.
Encantado con su intensidad dramática
Sus amigos en Petrópolis eran un médico alemán, varios intelectuales franceses y la poetisa chilena Gabriela Mistral. El primer día de 1942, Zweig describió a un amigo su fascinación por 'La Malquerida' de Jacinto Benavente. Dijo que le había encantado su intensidad dramática y que era una obra 'freudiana' antes de Freud. "Lo que ocurre ahora será útil para la siguiente generación pero no para la nuestra o para aquellos que murieron y que quizá eran los más sabios", escribía unas líneas más adelante. "Ellos han concluido su vida mientras nosotros caminamos como sombras de nosotros mismos".
Zweig siguió releyendo clásicos como Tolstoi o Goethe y bajó con su esposa al carnaval de Río siete días antes de morir. Al día siguiente del jolgorio, varios amigos vieron su reacción al leer en un café de Río las noticias sobre los avances nazis en Asia y Oriente Próximo. "Europa se ha suicidado", repetía una y otra vez.
Al volver a Petrópolis, Zweig donó sus libros a la biblioteca y envió sus manuscritos a varios a archivos fuera de Brasil. Su 'fox terrier' se lo regaló a su casera en una enigmática carta en la que explicaba: "Lo siento mucho pero hemos tomado otra decisión que seguir alquilando su bonita casa durante más tiempo".
Zweig quemó los papeles que le quedaban en una hoguera en el jardín e invitó a cenar el sábado 21 de febrero a su amigo Ernst Feder, que escribió en su diario que el escritor y su esposa habían sido muy amables y que les habían dicho que no estaban durmiendo bien. Dos días después, un criado encontró los cadáveres del matrimonio tendidos sobre su cama: Stefan con una corbata oscura perfectamente anudada y Lotte recostada sobre su esposo con un kimono y sin ropa interior. Sobre la mesilla unas monedas, una caja de cerillas y un vaso vacío. "Saludo a todos mis amigos", escribió Zweig en su carta de despedida. "Ojalá puedan ver el amanecer después de esta larga noche. Yo, demasiado impaciente, me voy antes de aquí"
Casa Stefan Zweig in Petropolis(wiki) |
David
Sala nació en 1973 en Décines, cerca de Lyon. Estudió en la prestigiosa
escuela Émile Cohl. Ha realizado una adaptación de la novela de Stefan
Zweig, El jugador de ajedrez (Astiberri, Bilbao 2018) En los tranquilos salones de un paquebote en ruta hacia Argentina, el campeón del mundo de ajedrez se enfrenta, en una última partida, a un aristócrata vienés, cuyo increíble dominio del juego nació durante el nazismo. Esta denuncia desgarradora y desesperada de la barbarie nazi, titulada 'Novela de ajedrez', es el último texto escrito por Stefan Zweig antes de suicidarse, a partir del cual David Sala ha realizado esta adaptación que ha sido calificada como suntuosa por la revista 'L'Express'. El autor francés asegura que se trata de un texto que resuena en el contexto político actual por el tema del triunfo de la barbarie y de la brutalidad frente a la cultura, el humanismo y la imaginación y destaca que aun estando lejos de lo que ocurría en 1930, vemos resurgir una atmósfera particular que desgraciadamente recuerda las ideas inquietantes y nauseabundas de aquel periodo. el jugador de ajedrez |
"El compositor madrileño se ha batido en duelo consigo mismo para sacar adelante su tercera ópera, 'Schachnovelle (Novela de ajedrez)', que se estrena el 18 de mayo en el Teatro de Kiel. Escrita y cantada en alemán, cuenta la historia de los ajedrecistas del libro de Stefan Zweig.
"La ópera 'Schachnovelle'
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