jueves, 13 de abril de 2017

SALADINO Y CORAZON DE LEON




MATERIAL: RESINA

TIPO: ARTESANIA PINTADA A MANO

Fabricadas en 2004

ORIGEN: ITALIA                 AÑO: 2004
 TAMAÑO DEL REY:  8 cm.

OBSEQUIO: ARQ. FELIPE CORRAL CORDERO
(ADQUIRIDO EN PRAGA- 2011)
(actualización noviembre 2022) 





 
Al-Nāsir Ṣalāḥ ad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūb (en kurdo: Selahedînê Eyûbî, y en árabe : صلاح الدين يوسف بن أيوب), más conocido en occidente como Saladino, Saladín, Saladin o Saladine (138, Tikrit (Irak)-4 de marzo de 1193, Damasco), fue uno de los grandes gobernantes del mundo islámico, siendo sultán de Egipto y Siria e incluyendo en sus dominios Palestina, Mesopotamia, Yemen, Hiyaz y Libia.   Con él comenzó la dinastía ayubi, que gobernaría Egipto y Siria en los años posteriores a su muerte.

Defensor del islam y particularmente de la ortodoxia religiosa representada por el sunismo, unificó política y religiosamente el Oriente Próximo, combatiendo y liderando la lucha contra los cristianos cruzados y acabando con doctrinas alejadas del culto oficial musulmán representado por el Califato Abasí. Es particularmente conocido por haber vencido en la batalla de Hattin a los cruzados, ocupando de nuevo Jerusalén  para los musulmanes y tomando  Tierra Santa. El impacto de este acontecimiento en Occidente provocó la  Tercera Cruzada liderada por el famoso Ricardo I de Inglaterra que se convirtió en mítica tanto para occidentales como para musulmanes.
 
Su fama trascendió lo temporal y se convirtió en un símbolo de caballerosidad medieval, incluso para sus enemigos. 
Sigue siendo una figura muy admirada en la cultura árabe, kurda y religión musulmana
 
El rey Ricardo I llegó a  Acre, Palestina, en junio del año 1191. Ricardo y sus fuerzas ayudaron a conquistar Acre, a pesar de la grave enfermedad del rey. Conrado de Montferrato concluyó las negociaciones de rendición con Saladino e izó los pendones de los reyes en la ciudad.

Ricardo mantuvo prisioneros a 2.700 musulmanes, al objeto de conseguir que  Saladino cumpliera todos los términos de la rendición de las tierras circundantes a Acre. Felipe, antes de partir, había confiado sus prisioneros a Conrado, pero Ricardo lo forzó a entregárselos. Ricardo temía que sus fuerzas permanecieran retenidas en Acre, ya que creía que su campaña no podría avanzar con los prisioneros en caravana. Por lo tanto, ordenó que todos los prisioneros fuesen asesinados y se desplazó al sur, derrotando a las fuerzas de Saladino en la  batalla de Arsuf el 7 de septiembre. Intentó negociar con Saladino, ofreciéndole a su hermana viuda, Juana de Sicilia, como novia para el hermano de Saladino Al Adil, pero no tuvo éxito. En la primera mitad de 1192, él y sus tropas refortificaron Ascalón.
Tomando conciencia de que ya no había esperanza de retener Jerusalén, incluso después de haberla tomado, Ricardo ordenó la retirada. Entonces comenzó un período de escaramuzas menores con las fuerzas de Saladino, mientras Ricardo y Saladino negociaban un acuerdo para el conflicto, ya que ambos se dieron cuenta de que sus respectivas posiciones eran insostenibles. Sin embargo, Saladino insistía en arrasar las fortificaciones de Ascalón que los hombres de Ricardo habían reconstruido y en otros puntos menores. Ricardo hizo un último intento de acercar posiciones al intentar invadir Egipto (la principal base de provisiones de Saladino), pero falló. Finalmente, el tiempo de Ricardo se agotaba. Consideró que su regreso ya no podía posponerse, dado que Felipe y Juan tomaban ventaja de su ausencia. Él y Saladino llegaron a un acuerdo final el  2 de septiembre de 1192, que incluía la concesión de la demanda de destrucción de la muralla de Ascalón, así como el libre acceso de los cristianos a Jerusalén, la tolerancia de su presencia allí y una tregua de tres años. https://es.wikipedia.org/wiki/Ricardo_I_de_Inglaterra

Retrato de Ricardo I (izquierda) y de Saladino en unos azulejos (c. 1250-60). Museo Británico


Comparto con ustedes un maravilloso texto de Sandra Castellanos, transcrito del portal muyhistoria.es

 

La Tercera Cruzada: Saladino contra Ricardo


El sultán Saladino supo unir a las fuerzas musulmanas y, tras la batalla de Hattin, reconquistó Jerusalén en 1187. El fin del dominio cristiano en Tierra Santa parecía próximo pero ahí estaba Ricardo Corazón de León, dispuesto a liberar la ciudad sagrada. En la Tercera Cruzada, quizá la más conocida de todas, el mítico rey inglés derrotó, por primera vez, a los hasta entonces invencibles soldados de Saladino.

Sandra Castellanos
08/02/2021


Una vez más, fue una acción sarracena la que iba a desencadenar la convocatoria de una nueva cruzada, pero ahora los adversarios de los cristianos estaban liderados por una personalidad verdaderamente excepcional: el expansionismo islámico había encontrado al que iba a ser su mejor dirigente. Salah ad-Din, Saladino, sirio de origen kurdo, había demostrado unas grandes capacidades estratégicas que le habían convertido en visir de Egipto y aureolado de una amplia fama entre los musulmanes, que lo convirtieron en su principal caudillo. Él parecía ser el destinado a acabar con la presencia cristiana en la zona, y todas las acciones que llevó a cabo a partir de 1174 constituyeron una sucesión de éxitos imparables.

Después de conquistar Damasco y Alepo, el objetivo no podía ser otro que la misma Jerusalén. Los siempre amenazados Estados latinos estaban ahora totalmente cercados. A finales del año 1187, el ya sultán Saladino obtuvo en la batalla de Hattin una brillante victoria sobre Guido de Lusignan, monarca de Jerusalén. Saladino tomó todas las fortalezas y ciudades francas, incluidas Trípoli y Antioquía, ofreciendo condiciones favorables a los que se rindieran. Pero los francos resistieron en Jerusalén hasta que su población cautiva fue ofrecida al rescate: diez besantes por hombre y cinco por mujer y diez mil besantes por sus siete mil pobres. Ocho mil franys serían liberados de este modo y otros diez mil lo fueron gratuitamente por magnanimidad del sultán. Sin embargo, un número similar serían vendidos como esclavos, muchos de ellos enviados a Egipto para construir fortificaciones. Ocupada la ciudad el 2 de octubre de 1187, se cerró el Santo Sepulcro y las mezquitas volvieron al culto. De todo el reino que fundara Godofredo de Bouillón, únicamente quedaba libre de la ocupación ayubí el puerto de Tiro. Una terrible conmoción sacudió el mundo cristiano: los musulmanes tenían ahora en su poder los Santos Lugares, la Vera Cruz y la práctica totalidad del reino de Jerusalén. La Tercera Cruzada parecía inevitable y, esta vez, tras un primer contingente de daneses, sajones, normandos y flamencos, los reyes de Francia, Inglaterra y Alemania se pusieron en marcha.

Después de conquistar Damasco y Alepo, el objetivo de Saladino no podía ser otro que la misma Jerusalén

Imagen: Wikimedia Commons

Tercera Cruzada (1188-1192)

Así, a pesar de los nefastos precedentes, al llamamiento de Gregorio VIII –y olvidando en el fervor del momento todos los conflictos y desencuentros entre los monarcas cristianos que habían dado al traste con la anterior–, una Tercera Cruzada se organizó rápidamente. Hasta Occidente había llegado la fama de Saladino, de quien se sabía que había impedido personalmente la profanación y destrucción del Santo Sepulcro, así que, para enfrentarse a tan notable adversario, en marzo de 1188, la jefatura de los ejércitos cruzados se organizó al más alto nivel. El primero en ponerse en marcha fue Federico I Barbarroja de Alemania, que conducía a cien mil hombres. Moviéndose por tierra hacia Anatolia, obtuvo una gran victoria contra el sultán de Iconium pero, impedido por el peso de su coraza y sus escasas dotes natatorias, murió al intentar atravesar el río Salef, en Anatolia. Recorrido muy breve, pues, el de la enorme hueste germánica, que quedó disuelta después de que el emperador se ahogase.

Dos años más tarde, los reyes de Francia e Inglaterra, Felipe II Augusto y Ricardo I, olvidando sus diferencias, partieron juntos. Mientras que los alemanes tomaron la vía terrestre, ingleses y franceses iniciaron su ruta por mar. Felipe llegó antes que Ricardo, que –mientras notables contingentes de cruzados se reunían alrededor de Guido de Lusignan en sus operaciones de asedio a la forti­ficada ciudad de Acre– se detuvo para conquistar en 1191 la estratégica isla de Chipre. En julio de ese año, ambos monarcas harían capitular Acre en su camino hacia Jerusalén. Pero Felipe Augusto enfermó y, considerando concluida la misión, regresó a Francia, así que Corazón de León quedó solo frente al hasta entonces invencible Saladino.

El primero en partir fue Federico I Barbarroja de Alemania, que murió al cruzar el río Salef en su avance por Anatolia

Imagen: Getty Images

El león se queda solo

Ricardo entabló negociaciones con el sultán para el rescate de Acre, pero, tan pronto como estas se interrumpieron, mandó pasar a cuchillo a los casi tres mil prisioneros. El 22 de agosto de 1191, Ricardo inició el avance. Corazón de León era un guerrero experimentado y esta vez su poderoso ejército –nutrido, bien armado y organizado- no cometería los errores que causaron el desastre de los Cuernos de Hattin. El orden de marcha lo abrían y cerraban templarios y hospitalarios. El cruzado que se retrasaba –enfermo, agotado o herido– era dejado atrás, y las fuerzas irregulares de Saladino, que seguían al contingente cristiano, lo degollaban de inmediato. El agotador calor comenzó a hacer de las suyas en los hombres vestidos con pesadas cotas de malla y, hacia el 5 de septiembre, Ricardo intentó iniciar nuevas negociaciones. No hubo tregua. Dos días después, el sultán decidió entablar batalla al norte de Arsuf. La victoria fue para el rey cristiano. Saladino se retiró, dejando tras de sí casi 7 000 muertos y 2 000 heridos.

Ricardo Corazón de León, un guerrero astuto y experimentado, no cayó en los errores de sus correligionarios en Hattin. Primero, siempre dispuso de tropas frescas en el flanco más expuesto; segundo, ante el ataque sarraceno, supo mantener a sus fuerzas cohesionadas, de manera que solo respondieron al hostigamiento cuando su jefe así lo dispuso. Además, Ricardo fue un jefe admirado por sus hombres, que eran capaces de seguir sus órdenes al pie de la letra y dar la vida por él.

Imagen: Wikimedia Commons

El Tratado de Jaffa

El inglés persistió en la empresa, quizá fascinado por el magnífico Saladino, que el destino le había dado por adversario. Para él, las Cruzadas eran una ocasión única de conseguir gloria y fama, la máxima ambición de todo caballero medieval, pero nunca se enfrentó cara a cara con Saladino y no pudo recuperar Jerusalén. Era el sultán demasiado inteligente y hábil para ser vencido del todo, e incluso la gran victoria que Ricardo obtuvo en Arsuf no le permitió reconquistar la Ciudad Santa.

El adversario, actuando desde su plataforma básica de Egipto, aceptó entonces las vías diplomáticas que parecían obligadas. Así, en septiembre de 1192 se firmaba el Tratado de Jaffa. Era el primer acuerdo entre cristianos y musulmanes y establecía una tregua de tres años que permitía a los francos entrar en Jerusalén, en pequeños grupos y sin armas. Entre ambos reyes, como caballeros, surgió un buen entendimiento e incluso celebraron varios banquetes. Tras la rúbrica del tratado, Ricardo se volvió de nuevo a Inglaterra, donde su hermano Juan Sin Tierra estaba intrigando para robarle el trono.

Seis meses después moría Saladino, su brillante enemigo. Para los siglos venideros, los dos grandes rivales entraban por la puerta grande en la leyenda y en la literatura.

 

   
 DETALLE DE FECHA DEPRODUCCION
FOTOGRAFIA: SERGIO COELLAR MIDEROS, MARZO 2017




        FOTOGRAFIA: CAMILA COELLAR MEDINA, AGOSTO 2014



Esta piezas son producidas por ITALFAMA una importante empresa italiana.

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¡Felipe  es él amigo-hermano de toda la vida!
Sus padres y abuelos estuvieron cerca de los mios en Gualaceo, un pueblo maravilloso de la provincia del Azuay-Ecuador, de donde es originaria mi familia.

Yo recuerdo haber asistido, cuando niño a una invitación al "Llano" como era conocida la propiedad familiar de Felipe, junto al rio Santa Bárbara en Gualaceo, y seguramente Felipe estuvo también allí el mismo día.

Años despues, cuando ingresé a la Facultad de Arquitectura de la Unversidad Central del Ecuador, el primer día de clases universitarias nos "conocimos" y reconocimos y la empatía fue instantánea.   Estudiamos juntos, militamos juntos en el movimiento universitario  y nos graduamos compartiendo el trabajo de tesis de fin de carrera con Ana Lucia Alvear, en el año 1984.  
Ese mismo año participamos en la IV Bienal de Arquitectura de Quito con el trabajo denominado "Las ciudades y el espíritu moderno"  basado en nuestra tesis de grado.  Los arquitectos recién graduados y nuestro amigo y director Eduardo Kingman fuimos galardonados con el "Premio Nacional  en Teoría, Historia y Crítica de la Arquitectura".
 
Incorporación de Arquitectos: Ana Lucía Alvear, Felipe Corral y Sergio Coellar.  Entre mis dos amigos al fondo mi padre Sergio Coellar Espinoza (1929 - 2005) - Facultad de Arquitectura y Urbanismo-Quito 1984

Años después, Felipe fue elegido Presidente del Colegio de Arquitectos y me designó  Administrador del mismo.   Hasta tenemos anécdotas de que confunden nuestros nombres.  Cierto día un colega me dice que recién se había encontrado con Sergio Coellar, refiriéndose a Felipe.  ¡Yo le comenté que coincidencialmente también yo lo había visto recientemente!

Debo comentar que jugábamos partidas de ajedrez con Felipe, Simón (+) y Luis, sus hermanos y con Ivan Hidalgo, cuñado de ellos.   En las fiestas familiares, a las que yo era siempre invitado, llevaba un tablero escondido y cuando aparecía el mismo,  la fiesta terminaba y empezábamos a jugar durante horas.

Felipe viajó a Europa en el 2011.   Este juego fue adquirido en Praga y según  confiesa pasó apuros para traerlo hasta Quito.   ¡Durante su viaje lo perdió dos veces!   La primera en Praga,  lo dejó olvidado en un restaurante, al cual regreso a la carrera para recuperarlo y la otra en Berlín.
 

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